Lorenzo Meyer Cossío, autor de Distopía mexicana, su obra más reciente, relata la tragedia del presente como una enfermedad que aún puede ser peor. Para el historiador y politólogo, la administración de Enrique Peña Nieto contribuyó con la crisis de las instituciones; pero no tocó fondo y el país puede descender a una realidad más grotesca. Entre las ruinas, hay una fuerza política de izquierda que se propone un cambio del régimen profundo. Y ello le conviene a México, pero también a Estados Unidos. Por eso, el alumno distinguido de Daniel Cossío Villegas –fundador del Colegio de México– no encuentra peso en las palabras de John Kelly, Secretario de Seguridad de EU, cuando expresó que un Presidente de izquierda avivaría el sentimiento antiestadounidense en México, lo cual resultaría malo para los dos países. Meyer recuerda que la Guerra Fría ha concluido, que el concepto de “izquierda” se ha modificado y que México requiere virar los rumbos. Dice que si el juego en el país se vuelve menos corrupto, como ofrece la izquierda, será bueno para las dos naciones. Entonces exclama: “No sé qué diablos le molesta a Kelly”.

Ciudad de México, 9 de abril (SinEmbargo).– En su cubículo del Colegio de México (Colmex), el espacio académico al que ingresó en los 60 y donde permanece como profesor emérito cinco décadas después, Lorenzo Meyer Cossío pinta la tragedia mexicana con un final todavía más oscuro. “El Presidente Enrique Peña Nieto no tocó fondo. El país puede irse más abajo todavía y el futuro inmediato puede ser la mediocridad y la descomposición por varias generaciones”, alerta uno de los politólogos más potentes de la escena nacional.
Hace 48 horas, John Kelly, Secretario de Seguridad Nacional del Gobierno de Donald Trump, expresó en el Senado estadounidense que en 2018, en México, un Presidente emanado de la izquierda animaría el sentimiento antiestadounidense. Y eso, sería malo para los dos países.
Citado, discutido, premiado, escuchado, pero sobre todo leído, Lorenzo Meyer, autor de México frente a Estados Unidos –una obra de 1982– ve muy poco peso en esas palabras. A Kelly lo evalúa como un funcionario desorientado, muy nuevo, sin política trazada respecto a México, que se guía por la inercia de la Guerra Fría, una etapa en la que Estados Unidos intentó por todos los medios que ninguna fuerza de izquierda sobreviviera en posiciones de poder en América Latina. Entre sonrisas, para acentuar el anacronismo, Meyer puntualiza que la Unión Soviética ya desapareció y no representa ningún riesgo de posicionamiento en el continente.
Pese a todo, es una oportunidad para que México defina su interés propio. “Somos la parte débil y no nos podemos dar el lujo de equivocarnos”, opina Meyer, alumno distinguido de Daniel Cossío Villegas, fundador del Colmex.
Ahora, ¿hay izquierda en México? Y si es así, ¿quién la representa? En esta entrevista con SinEmbargo, el politólogo responde que los conceptos ortodoxos se han agotado y la izquierda es esa fuerza que aspira al equilibrio de la riqueza, así como la extirpación de raíz de la corrupción. De modo que si llega a la Presidencia y logra limpiar el juego cotidiano, le convendrá a los grandes empresarios y a los millones de ciudadanos pobres. Le convendrá a la derecha. Le convendrá a los partidos. Y le convendrá mucho a Estados Unidos. “Entonces, no veo qué diablos le molesta a Kelly”, exclama el investigador.
Lorenzo Meyer Cossío, autor de Distopía mexicana, en entrevista con SinEmbargo. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo

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–¿Qué es la izquierda mexicana hoy por hoy?
–Hubo un tiempo, no hace mucho, que en México un buen número de fracciones se consideraban todas de izquierda y una descalificaba a la otra. A mi juicio, la izquierda ha existido siempre desde que se constituyeron las sociedades humanas. Siempre ha habido grupos que concentran el poder, la riqueza, y grupos que piden algún tipo de transformación. En Roma, los hermanos Greco eran de izquierda aunque Marx no estaba para nada presente. La posición que uno toma a mi juicio frente a la concentración del poder, los privilegios, el prestigio y sobre todo la riqueza. Yo propongo que se vea de izquierda a todos aquellos actores políticos, ya sea individuales o colectivos, que están inconformes con la realidad mexicana actual en torno a la distribución de los beneficios. Unos ciudadanos son menos favorecidos que otros y existen fórmulas para cambiar eso. Creo que quien se propone esa tarea es la izquierda, aunque no haya leído El Capital ni pueda discutir párrafo por párrafo qué significa eso, como sí se pedía en los 60 y 70. Aquí en México no hay más que una izquierda que es la de López Obrador y Morena. A lo mejor dentro de un tiempo cambian las cosas y surgen otros movimientos. En este contexto actual del 2017, cuando realizamos esta entrevista, esa es la izquierda mexicana.
–¿Dónde quedó el PRD?
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–Esa es la pregunta, ¿dónde quedó? Ese partido fracasó. Es una pena. No solamente una pena, es una pérdida de una oportunidad histórica. Ese partido costó mucho trabajo crearlo. Era heredero de las luchas y los sacrificios que se hicieron antes del Partido Comunista, del Partido Mexicano de los Trabajadores y de un montón de esfuerzos de luchas concretas de sindicatos. Todo se vino abajo. Creo que hay dos partidos de oposición que no lograron resistir lo que podemos llamar el régimen profundo, y esos son el PAN y el PRD. La superficie cambia pero las fórmulas y estructuras e intereses que creó el PRI después de la Revolución, siguen. Que en Los Pinos se salió el PRI y entró el PAN por 12 años, pues ese es el régimen superficial. Cambiaron las personas, cambió un poco el discurso y se introdujeron algunos cambios. Fox introdujo la idea de la Transparencia, el acceso a la información y ya no se persiguió de la misma manera que durante Díaz Ordaz (1966-1972) a los opositores. No es los mismo que en los 50 y 60, pero no es sustancialmente diferente. Los que conseguían la parte sustantiva del ingreso y los privilegios en 1950 no son distintos de los que los consiguen ahora. Las prácticas corruptas del pasado siguen tan tranquilas o más obvias en el presente. [En este panorama] el PRD se priizó y se convirtió en una maquinaria para conseguir recursos para el grupo que lo controla, pero no desafió al orden existente.