sábado, 8 de noviembre de 2008

Desfiladero
Jaime Avilés
jamastu@gmail.com

■ Calderón: las políticas de Bush... sin Bush

■ Coincidencias entre Obama y AMLO

Accidente o sabotaje, en cualquier caso el desastre aéreo del pasado martes en que perdieron la vida Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos, cuatro funcionarios de la Secretaría de Gobernación, dos pilotos, una sobrecargo y cinco peatones, inauguró el último bimestre de un año pródigo en episodios de horror, entre los que destacan los 12 decapitados de Mérida, los 24 albañiles asesinados en La Marquesa, las matanzas en Culiacán, Creel, Ciudad Juárez, Chihuahua y Tijuana; las hieleras con cabezas humanas en Durango; el atentado con granadas en Morelia y el cúmulo de balaceras en retenes y ciudades de todo el país que segaron la vida de incontables inocentes.

Casi dos años después de que Felipe Calderón, sin pedirle permiso al Congreso ni a nadie, declarara su muy personal “guerra contra el crimen organizado”, hay más de 6 mil 400 muertos, numerosos desaparecidos (muchos de ellos por razones políticas, falsamente vinculados con el narcotráfico), desaliento en las fuerzas armadas, pérdida de control territorial por parte del Estado en diversas regiones y una profunda sensación de fracaso en el llamado “gobierno” de la República.

Calderón aplicó, a ojos cerrados y al pie de la letra, una política dictada por los halcones de la administración de George WC Bush en el marco de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (Aspan), con los resultados que hoy todos conocemos: el país es presa de una violencia inédita y Mouriño, el enlace directo entre Los Pinos y la Casa Blanca para todo lo relacionado con el Aspan, está muerto.

En materia de políticas económicas y sociales, Calderón también hizo suyo el programa de Bush en beneficio exclusivo de los más ricos entre los ricos. Hoy no sabe cómo enfrentar la más grave crisis financiera de todos los tiempos. El colapso de Wall Street y de los bancos más importantes del mundo exige que cada gobierno, en cada país, se adapte a las nuevas circunstancias.

Durante casi 24 meses, Calderón navegó, sin proyecto y sin equipo, detrás de Bush, confiando en que la fuerza del imperio lo protegería incluso de sus propias ineptitudes. Pero volvió a equivocarse. Bush y su visión económica están prácticamente en el basurero. Calderón tendrá que ponerse en sintonía con el sucesor del texano o, si es congruente con su fundamentalismo neoliberal, combatirlo, porque en sus líneas generales de política interna, el discurso de Barack Obama se parece en mucho al de Andrés Manuel López Obrador.

Ambos –el “presidente legítimo” de México y el presidente electo de Estados Unidos– coinciden en que, para reducir los estragos de la crisis en los sectores más desamparados de la población, hay que fortalecer el papel del Estado, reanimar el mercado interno, detonar la creación de empleos y rescatar a los pobres. ¿Cómo podrá Calderón hacer suyas esas políticas manteniendo a Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda, y a todos los exponentes de la ortodoxia salinista en las instancias que dizque “manejan” la economía?

¿Y ahora qué sigue?

Un minuto antes del avionazo del martes, Calderón preparaba relevos, para principios de diciembre, en las secretarías de Gobernación, Energía y Educación Pública, así como en la Procuraduría General de la República. Mouriño se iría de candidato del PAN al gobierno de Campeche; Georgina Kessel sería remplazada por un incondicional del ahora finado señor de los contratos, Josefina Vázquez Mota pasaría a Bucareli y Eduardo Medina Mora se incorporaría al servicio exterior.

Esas eran las especulaciones que se manejaban al menos desde agosto, cuando al calor de las negociaciones para la reforma energética eran frecuentes los pleitos entre Jesús Reyes Heroles, director general de Petróleos Mexicanos, y el propio Mouriño, quien gracias a su cercanía con Calderón se permitía imponer a los suyos en puestos claves de la paraestatal, pasando por encima de cualquiera.

Hoy, obviamente, el panorama se ha modificado en forma drástica. Calderón está obligado a reaccionar la semana próxima y anunciar de una vez la nueva composición de su equipo. La experiencia sugiere, sin embargo, que lejos de realizar cambios de fondo hará pequeños ajustes para mantener las mismas políticas que han conducido a la ruina al país, porque no tiene capacidad para ninguna otra cosa.

¿Qué es lo que sigue? ¿Más de lo mismo con mayor endurecimiento represivo? ¿Ratificación en sus cargos de todos los funcionarios ineptos, el procurador general y el secretario de Seguridad Pública incluidos, para no dar una muestra de debilidad tras el “accidente”? Los días venideros mostrarán si el régimen tiene alguna posibilidad de sobreponerse a sus enormes y palpables limitaciones y, si por tanto, podrá subsistir en el vértigo de los nuevos tiempos.

Pero la pregunta –¿qué es lo que sigue?– debe ser formulada y respondida con la misma urgencia por los movimientos sociales de la oposición. Hay procesos en marcha, hay caminos bien delineados. López Obrador ha llamado a construir nuevas redes sociales en torno a la organización de comedores populares y otras formas de resistencia popular. Sin embargo, ya se acercan las elecciones legislativas de 2009. No hay partidos políticos ni instituciones electorales confiables. ¿Qué van a hacer los ciudadanos? ¿Votar o no votar?

Desfiladero ofrece este espacio a sus lectores para que, desde el sábado próximo, externen aquí sus puntos de vista en torno a la pregunta: ¿y ahora qué sigue?

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