De miedo, bullying y otras omisiones del Estado
Las niñas y los niños que viven hoy en México crecen rodeados de un ambiente cargado de miedo y de una clara amenaza de parte de sus no-tan-semejantes. Los forzamos a crecer de prisa para ser diferentes, únicos y siempre rechazando cualquier sentido de pertenencia e identidad con su entorno o con el compañero del pupitre.
Vigilancia en calles y escuelas, cámaras en cualquier esquina, detectores de metales a la entrada de los cines, escuelas o barrios privados y hasta policías rodeando parques públicos nos recuerdan constantemente que hay un riesgo en la simple existencia de “otro”.
Empezamos desde chicos a concebir la violencia como un acto de defensa propia, pero lejos de protegernos, lo que fabricamos es una esfera de cristal que al mínimo roce reventará cortando nuestra propia piel con miles de astillas.
El miedo y la desconfianza en las niñas y los niños no son necesariamente las consecuencias de la violencia en sus escuelas, sino su causa, o al menos, la reproducen y eternizan.
Es muy complicado entender una idea contraria pues ha estado expuesta en los medios de comunicación durante mucho tiempo y ha conformado el discurso de personajes perseguidores del foco mediático y vacío. Es aún más complicado dejar de ver al “otro” como una amenaza si continuamos excluyéndolo, repudiándolo, pues los lazos sociales se verán todavía más fragmentados.
Entonces, si el miedo produce violencia… el Estado no sólo comete grave omisión al dejar los casos de acoso escolar en manos de padres de familia y maestras, sino que alimenta la furia y crueldad al llamar a los actores “niño asesino” o “victimario” y aislarlo cada vez más de lo social, de lo común.
Los menores deberían contar con un abogado independiente de sus padres, que defienda sus intereses y sean él o ella quienes decidan sobre aquello que les afecta.
La Defensoría de las niñas y los niños es hoy figura urgente y ausente. En el caso del Distrito Federal, el garante de los derechos de las niñas y niños se ha topado con una Asamblea Legislativa que aprueba dictámenes según su promovente y no su contenido y con un Gobierno que efectivamente ha puesto los ojos en la atención de los infantes pero que sus pasos no son lo suficientemente apurados.
El llamado a crear la Defensoría lo ha hecho la Organización de las Naciones Unidas, UNICEF, Redim, Save the Children, la CDHDF y un sin fin de organizaciones nacionales e internacionales que han puesto sus ojos en México por ser un país que le ha quedado a deber mucho a la infancia.
Por mi parte seguiré intentando. Sé que en los próximos periodos ordinarios de la ALDF los temas se evocarán meramente a lo electorero, sin embargo tengo la virtud de la perseverancia y no quitaré el dedo del renglón.
El tema de la infancia en la Ciudad de México no atrae votos inmediatos y eso es lo que desalienta a muchos de mis compañeros diputados. Quienes vemos no sólo a tres y seis años, sino a más de veinticinco, seguiremos defendiendo a quienes mantendrán de pie a esta ciudad cuando nosotros ya no tengamos la misma fuerza.
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