COLUMNAS
Los otros 43
De un acontecimiento de horror y violencia a otro, así se ha ido desarrollando, tal vez escenificando la realidad del país. Antier, 22 en Tlatlaya. Ayer, 43 en Ayotzinapa. Hoy, 43 en Tanhuato. ¿Mañana?
Debiera de existir una responsabilidad más allá de señalar y ordenar: éstos son criminales, mátenlos.
Una y otra vez, los opositores a laguerra de Calderón criticaron su macabro gusto por la sangre al exhibir cadáveres, presumir cifras de muertes, de asesinados, “daños colaterales” y, en suma, el orgullo de su gobierno: los decenas de miles de muertos. Peña sugirió que implementaría un cambio en esa línea de terror. Terror que no puede permitirse en un país que aspire a la convivencia pacífica y la democracia.
Lo único que Peña hizo, sin embargo, fue enmascarar las cifras, silenciar a la prensa para que no expusiera la violencia abierta en el país. Pero mientras él se pasea y divierte en suntuosas “giras de trabajo” acompañado de un séquito familiar y burocrático de élite,la realidad se empeñaen despojarlo del antifaz.
La muerte violenta de 43 personas en Michoacán (un policía y 42 presuntos delincuentes; homenaje oficial al primero y desprecio por los segundos) no puede calificarse como una victoria sino como una derrota del gobierno y del estado. ¿Por qué después de tanta sangre en el sexenio de Calderón sólo se aplica una estrategia de confrontación y se ignora el origen de la criminalidad? La miseria en el país es el germen. Cuando se miran las fotos de los mexicanos muertos en Tlatlaya, Apatzingán o en Tanhuato (o Ecuandureo) se reconoce a jóvenes mestizos que no han tenido otra vía que la delincuencia y la muerte violenta al fin; se parecen a los millones que a causa de la pobreza se han visto forzados a emigrar a Estados Unidos.
¿Es este el país que se desea, el de capos del crimen y gobernantes de élite sobándose en lo que debiera ser el futuro de México: los jóvenes?
Ninguno de los últimos tres gobernantes ha hecho algo en el ámbito económico y social por dar una oportunidad de estudio, trabajo y productividad a las nuevas generaciones de mexicanos. Éstas han nacido acorraladas en una realidad de corrupción, injusticia e impunidad. ¿Qué les queda si ni al estudio y al trabajo pueden acceder?
Y en todo caso, al delincuente se le somete y se le juzga, no se les asesina o ejecuta simplemente porque, como ha señalado Julio Hernández, el gobierno se apropie de una licencia para matar. Y por mucho que el gobierno haya declarado que en Tanhuato no ha habido ejecución sino enfrentamiento (como se dijo de Tlatlaya, que resultaría más adelante en el conocimiento de la brutal ejecución), las dudas surgieron desde el momento de conocerse la noticia del nuevo acto de muerte, cuando las cifras, fotografías, peculiaridades de laescena y otros detalles comenzaron a alimentar las preguntas sin respuesta oficial.
Tanto Calderón como Peña han sido omisos en la creación de nuevas condiciones para el país, para los jóvenes; no les ha interesado. Por el contrario, han impulsado políticas que han profundizado las diferencias entre los mexicanos y así, la violencia oficial sería una manera de proceder a una política de “limpieza social”, consigna el autor de Astillero.
Y en ese México de racismo y clasismo, han procedidotambién al exterminio de los presuntos delincuentes levantando la sospecha en cada acto, sembrando la desconfianza y “la maldita duda”, como registra Katia D’Artigues. Exterminio que podría estar relacionado, plantea Ricardo Raphael, “con la vieja consigna porfirista: ‘Mátenlos en caliente’”.
De un acontecimiento de horror y violencia a otro, así se ha ido desarrollando, tal vez escenificando la realidad del país. Antier, 22 en Tlatlaya. Ayer, 43 en Ayotzinapa. Hoy, 43 en Tanhuato. ¿Mañana?
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