COLUMNAS
Nueva Constitución para la Ciudad de México: retos y oportunidades de Mancera
Después de muchos años en busca de una identidad ciudadana, la capital de la república mexicana contará por fin con una Constitución Política que es el primer paso para que se cumpla ese viejo anhelo de los capitalinos.
La Secretaría de Gobernación publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el decreto que reforma y deroga diversas disposiciones de la Constitución.
Dicho decreto entró en vigor un día después de que fue publicado.
Redactar esta nueva Constitución no será tarea fácil.
En ella trabajarán cien personas, 60 electos y 40 designados, 14 de los cuales serán designados por el Senado, 14 por la Cámara de Diputados, seis por el Presidente y seis por el Jefe de Gobierno.
Este nuevo logro es uno de los más destacados por el jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera quien consiguió lo que no pudieron antecesores suyos de gran renombre político como el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.
El controvertido Peje, ave de las tormentas y tempestades políticas de nuestro atribulado país, se ha caracterizado por ser un político muy dado a la cómoda práctica de la comentocracia.
Es decir que se dedica a la crítica fácil, muy rentable mediáticamente, atacando a personajes tan impopulares como Carlos Salinas, por citar un caso paradigmático y cabeza de la que AMLO llama La Mafia del Poder.
La “chamba” del Peje, aquella a la que se ha dedicado por años y que sólo Dios sabe cómo la financia, es ser vocero de los inconformes quienes jamás le han nombrado para que se ostente como tal.
Inconformes que hay por millones en el país por la calidad de vida que tienen como consecuencia de los niveles de concentración de la riqueza que existe en nuestra nación.
Pero esa injusta condición de vida no convierte a los inconformes de México de manera automática en militantes de la franquicia política MORENA, de la que AMLO es el único propietario.
El tabasqueño no admite socios ni en su liderazgo político y menos en sus inescrutables reductos económicos.
Lo suyo es la oratoria descalificadora e incendiaria.
El gobierno de resultados no es algo que le salga muy bien al tabasqueño.
Cuando estuvo al frente del gobierno de la capital no logró llevar a cabo las obras claves que demanda la solución de la compleja problemática de la urbe.
Cobró cierta fama gracias a sus segundos pisos y por darle a la capital medidas asistencialistas de claro tinte populista con el que ahora las finanzas de la capital tienen que cargar.
Durante su gestión la delincuencia en la ciudad subió a niveles alarmantes. Recordemos aquella mega marcha, donde todos vestidos de blanco le exigían que pusiera atención a la inseguridad y que él, para denostarla, calificó como “marcha de pirruris” y le valió un sorbete atender las demandas de esos inconformes.
Ahora que pretende lanzarse por tercera vez a la candidatura por la presidencia de la república, ya como dueño de su partido político, podemos esperar, si su salud se lo permite claro está, que sea una gira de descontento y quejas, pero propuestas reales no tendrá.
El otro jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, pasó sin pena ni gloria, eso sí, salió con los bolsillos bien llenos y mejor prefirió exiliarse en París para evitar terminar enjuiciado por las fallas en la Línea 12 del metro.
Ninguno de los dos pudo poner en marcha la Constitución de la Ciudad de México, y ambos prefirieron que los habitantes de la metrópoli fueran tratados como ciudadanos de segunda antes que ponerse a trabajar en lo realmente importante.
El doctor Miguel Ángel Mancera sí pudo ubicar al DF como el estado 32 del país.
Y aunque desde siempre ha tenido que lidiar con los profesionales de la protesta que lo acusan de derechista y de colaboracionista con el gobierno de Peña Nieto, y además ha sufrido para sortear los embates de los pejezombies que lo atacan en forma constante en las redes sociales, se puso a trabajar y La Ciudad de México ha logrado avances que se detuvieron por la ambición política de AMLO y del exilado Marcelo Ebrard.
Y por eso a partir del viernes la Ciudad de México será una entidad federativa, la única diferencia con los estados es que al seguir siendo la capital de la República y sede de los Poderes de la Unión, deberá garantizar la preeminencia de los poderes federales sobre los locales, para evitar conflictos entre esos órdenes de gobierno.
El presidente Peña Nieto aseveró que dicha reforma es resultado del diálogo abierto con los habitantes de esta ciudad.
Es un logro de Mancera que apoya fuertemente su aspiración de ser candidato, independiente o postulado por el PRD, a la presidencia de la república en el 2018.
Y lo más importante: el presidente aseguró que la reforma política del DF es la culminación del esfuerzo de varias generaciones y de hecho con ella termina un debate que inició desde la Constitución de 1824.
Este debate, en forma real, se inició en abril del año pasado, cuando el pleno del Senado aprobó con 88 votos en favor, 27 en contra y una abstención la reforma política del Distrito Federal.
De esa fecha hasta el día de hoy, se dieron infinidad de debates para querer desprestigiar la tarea de Miguel Ángel Mancera.
Pese a todo el jefe de gobierno que llegó al cargo obteniendo la mayor votación en la historia de la Ciudad, se mantuvo firme y concluyó el proyecto.
Ya en la desesperación de no poder cuestionar el logro de Mancera, los pezombies se dedicarán en los días futuros a “debatir” sobre el gentilicio que tendrán a partir de la condición de ser originarios o habitantes de la Ciudad de México.
Eso ya es parte del folclor de los profesionales de la protesta que encabeza López Obrador y que la verdad se merecen un reconocimiento por la lealtad que tienen para cada uno de los fracasos a los que los ha llevado la obsesión de poder del mesías de Macuspana.
Lo que viene es la etapa de hacer del nuevo estatuto de la Ciudad de México un factor de solución a sus grandes y complejos problemas.
Ya veremos.
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