miércoles, 1 de marzo de 2017

Entre marcos y retratos. ¡Los viejos, fuera!

@rasocasmié 01 mar 2017 08:03
 
  
 
Morena vive una especie de euforia electoral
Morena vive una especie de euforia electoral
Foto propiedad de: Internet
En esto de la política uno se encuentra con muchas sorpresas. Se piensa que todos los que se dedican a este quehacer, son lo más destacado e inteligente de la sociedad. Los guía el saber, el trabajo y sobre todo, esos elementos que hacen que el pueblo se enamore por el partido. Sería ideal que juntos construyeran esos espacios que requieren las luchas libertarias y las experiencias que forjan a sus cuadros para combatir al sistema, en las calles y en todo lugar. Allí donde también se forma el carácter y la templanza, confrontando al adversario político. Pero en los tiempos modernos esto no ocurre tan así. Hay un alejamiento calculado de los partidos con las acciones públicas y una conducta que hace difícil que los líderes entiendan lo que pasa en su entorno, en su país y en el  mundo. No hay esa chispa que encienda el gesto capaz de hacer de su partido, un instrumento que eduque y dirija a las masas que pelean por construir una nueva sociedad.
Si un partido político tiene como objetivo tomar el poder, sus dirigentes no pueden actuar dejando de lado el resto de la complejidad nacional. Si se quiere cambiar el país, es indispensable estudiar al enemigo, tener el conocimiento necesario del estado que guardan sus fuerzas, estudiar el terreno en el que se va a combatir al adversario y contar con el ejército civil debidamente capacitado para salir airosos de ese combate. Sólo así se puede cambiar el actual estado de cosas para lograr una nueva relación humana. Si tomas a la ligera la fuerza que tienes, si no valoras la participación de la gente, si no tomas en cuenta la experiencia acumulada, si dejas a un lado a los  líderes de pueblo, a los que analizan la situación desde otra perspectiva es, por lo menos, un grave error.
 Estos señalamientos vienen a cuento porque justo en este momento, el partido Morena en el que milito, vive una especie de euforia electoral. Habla y actúa como si ya tuviera asegurado el triunfo en el 2018. Sobrevalora sus fuerzas y su capacidad para sacar adelante la enorme tarea de organizar las elecciones federales. No toma en cuenta los movimientos que están haciendo los adversarios y menos ha estudiado el estado que guardan las bases de su partido. En los talleres de formación política en los que participo, los cuadros y líderes que tienen bajo su responsabilidad el trabajo político y de organización, comparten con muchas reservas el advenimiento de personas y grupos a las filas de Morena. La incorporación de estos es anárquica, los ingresantes carecen de ideales y principios, no entran a las reglas ni a la estructura de Morena. No obedecen a los órganos internos, su liga está con las élites. ¡Nada los hace afines al partido que ingresan!
En este despliegue de agrupar a todo tipo de gente existen riesgos que conviene valorar. Es entendible que se llame a los ciudadanos sin partido y a los militantes. Que se llame a empresarios y a todos aquellos que quieran firmar un acuerdo para lograr el “renacimiento de México” Lo que no se entiende es que ese llamado sea tan general que en esa decisión  puede contenerse el más grande error. Algunos de los que están entrando a Morena quieren sumar su trabajo a la expectativa de ese cambio que se ha prometido. Pero otros son personas y grupos de interés. Han perdido canonjías en otros partidos y vienen con la idea de aprovechar la circunstancia para reponer los recursos y las prebendas perdidas.
Si bien se comprende la estrategia de sumar, resulta inexplicable que se descuide con tanta ligereza e  irresponsabilidad lo que está pasando en algunos sectores del partido. Muchos de sus enlaces y personeros traen una enorme confusión respecto de las decisiones que se toman en los altos mandos. Las crisis que asoman su rostro en varios lugares del país, son resultado de la ineficacia y de la ignorancia política de los que ha comisionado la dirección. Se conducen con espíritu faccioso, no saben oír los reclamos de las bases, son prepotentes y no entienden nada de lo que sucede en México. Obvio, los que tienen tiempo luchando en la oposición y que ahora están en Morena trabajando y elaborando propuestas, los líderes los quieren jubilar.
La última perla fue exhibida en Monterrey con motivo de los preparativos del acto político en el que estarían AMLO y algunos otros personajes. La comisionada para el efecto, sólo se ocupó de aquellos que eran noticia. A los militantes y a los luchadores de siempre, a esos, sugirió ponerlos en un “marco” porque ya no le sirven al partido. ¡Hay que tener cuidado con estas declaraciones y actitudes! No sea que en aras de traer a los de arriba a las filas de Morena, se corra el riesgo de perder a los de abajo, a los que trabajan, los que cumplen con las tareas que les encargan permanentemente los enlaces.
Yo he sostenido que es conveniente que Morena se abra a otras fuerzas, a otras personas, toda vez que las circunstancias que vive el país requieren de sumar lo más que sea posible. Pero sumar por sumar puede significar un problema para la estabilidad y la unidad interna del partido. Muchos de los que están llegando, traen la cultura priista y las mañas de las tribus del PRD. La dirección les está abriendo espacios sin fijar las normas a las que deben estar sujetos. En cambio, hay la tendencia de hacer a un lado a los críticos miembros de Morena. A los que buscan que el partido sea un verdadero instrumento de cambio, porque si el interés es ganar en el 2018 hay que empezar a ver al interior del partido. La formación política, la unidad, la inclusión, la capacidad intelectual de los dirigentes, la organización y el trabajo de la militancia, están a prueba. Hay que trabajar abajo y arriba pero desde abajo. Dedicarse a cazar a los militantes criticones y colgarlos en los marcos que ya construye el Comité Nacional es, no sólo un error, es una aberración. Lo importante es construir una base social amplia, bien informada y organizada para responder a los retos que vienen. Esa es la tarea. ¡Nada más pero nada menos!

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