martes, 28 de marzo de 2017

Narro Robles: de la simulación académica al priismo apasionado

@NietzscheAristolun 27 mar 2017 16:13
 
  
 
Narro Robles tiene todo el derecho de aspirar a la candidatura priista.
Narro Robles tiene todo el derecho de aspirar a la candidatura priista.
Foto propiedad de: Internet
A consecuencia del fracaso del gobierno actual y el descrédito de sus funcionarios, hay quienes se dan a la tarea de buscar, dentro de este cuadro, a quien le pese menos ese fardo llamado Enrique Peña Nieto y su 8-12% de “aprobación” y esa otra carga llamada Partido Revolucionario Institucional en franca picada de frente al horizonte electoral de 2018.
De allí que la figura José Narro Robles, actual secretario de salud, signifique, para los buscadores de talento dentro del cuadro del fracaso, una especie de refresco ante Videgaray Caso u Osorio Chong, los otros personajes más visibles del gobierno actual que también aspiran a la candidatura presidencial del PRI. Y algunas encuestas ratifican el lugar de Narro dentro de su partido.
De allí también que algunos periodistas se entusiasmen porque López Obrador se haya referido a Narro en video reciente llamándole “matraquero del PRI”. Se ilusionan con imaginar en este señalamiento una consecuencia directa de la posición del secretario en las encuestas. Como si el líder de Morena ya lo hubiera elegido de adversario.
Tengo la impresión que se equivocan (entre ellos, el señor Camacho Acevedo, colaborador de SDPnoticias y que ha titulado su columna al respecto, “José Narro preocupa a López Obrador y lo llama ‘matraquero’”; 26-03-17). Es necesario contextualizar la expresión de López y la función de Narro.
I. Para cualquier universitario crítico siempre ha significado una afrenta que los directores de las facultades y que el rector en turno, en vez de dedicar su tiempo completo a un serio compromiso académico, empeñen sus esfuerzos en relacionarse y en quedar bien con los políticos y, sobre todo, cuando pueden, con el presidente en funciones. Lo que convierte a la rectoría universitaria en solo un escalón, aunque importante, dentro de la aspiración trepadora del rector. Nadie ilustra tanto esta figura como Narro.
Nadie, porque si Jorge Carpizo, por dar un ejemplo mayor, se convirtió al priismo salinista, Narro tuvo la oportunidad de acogerse a dos partidos, el PRI y el PAN, es decir, el ya clásico PRIAN. Durante su doble gestión, 2007-2015, coqueteó de manera permanente con el desprestigiado calderonismo y vivió entre pequeñas críticas y grandes elogios al peñismo. Es decir, utilizó su posición de rector de la UNAM para sus intereses personales. Probablemente se diga que todos o casi todos lo han hecho. Pero esta práctica infamante no ha dejado de ser una afrenta para los universitarios.
En junio de 2011, en el contexto de la vejación a la autonomía universitaria, publiqué una crítica a la conducta del entonces rector, “Narro un incidente nada cordero” (que no aparece en Google a pesar de haber sido publicado por SDP, pero sí aún en algún blog), que con todo descaro recibía en la Universidad a un aspirante presidencial, Ernesto Cordero, cuya madre era una académica amiga de Narro:
“José Narro Robles, ha navegado ‘de a muertito’ entre la oficialidad y la crítica. Igual a la serie de rectores que han coqueteado constantemente con el poder, y ha usado a la Universidad como una fase en su escalada, en su proceso trepador…
“Así, durante una ceremonia oficial en Ciudad Universitaria, acaba de desvivirse en atenciones y flores para el vigente secretario de hacienda que anda en campaña electoral... Al endosar su apoyo a través del agradecimiento por los recursos destinados a la UNAM (que no son dádiva de Cordero Ernesto, son públicos, por si lo olvida Narro), el rector desprestigia a la Universidad de una manera vergonzosa. Quizá, sólo quizá, podría hacerlo a título personal. Mas ocupa una posición grave y la usa para un efecto utilitario dentro de las mismas instalaciones universitarias. El rector de la UNAM no debe permitirse dar libre apoyo a un precandidato a la presidencia de la república porque con su acto legitima, en el menor de los casos, no sólo a un individuo de poca monta intelectual, asimismo a un gobierno resultado de un proceso electoral altísimamente irregular, legitima la política de guerra del mismo y sus muertos, entre muchas otras gracias y, sobre todo, vulnera la autonomía universitaria.  Después de un acto de tal parcialidad, el rector debiera renunciar e irse a organizar la campaña del objeto de su granado elogio. Tal vez logre hacer crecer su preferencia electoral al 3%.
“No debe uno confiarse  de las apariencias de cordero que usualmente ha mostrado Narro. Las de un abuelo reposado y ajeno ya al paso de la vida. Porque ante el verdadero Cordero (al menos de nombre), exhibe presuntuosamente su auténtico espíritu, que no es universitario, sino el del político arribista, trepador. (Curioso, ¿este falso cordero será también Earnst en el sentido wildeano?; hablo del encargado de hacienda no del universitario, ¿o tal vez de ambos?).”.
Como se sabe, Cordero fue un fracaso. Así que Narro esperó tiempos más propicios. Y se le cumplieron al terminar el rectorado que llevó a la UNAM a un declive dentro de la medición internacional de las mejores universidades del mundo. Pasó en automático a formar parte de un gobierno fallido y a engrosar al ejército que hace campaña en favor del PRI (además de sí mismo, como siempre: no le mueve la academia o la salud sino su ambición política, como se percibe de inmediato en su currículum). Y lo hace de manera apasionada; lo que no deja de ser vergonzante para un exrector de la UNAM.
II. Una vez nombrado secretario de estado, Narro se ha descarado, declara su amor apasionado al PRI: en agosto de 2016 confesó que “‘con enorme orgullo’ milita desde hace años con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), incluso, cuando fungía como rector de la UNAM… Presumió ante los 55 senadores del tricolor, en el marco de su reunión plenaria, que el actual líder de la fracción del PRI en el Senado, Emilio Gamboa Patrón, ‘generosamente me ha ayudado en mi desarrollo profesional’”. Remató desenmascarando la simulación: “Cuando digo mi partido, lo digo con un enorme orgullo, cuando uno está en una universidad pública y en una universidad como la UNAM, uno tiene que ser muy cuidadoso y yo traté de serlo” (24 Horas, El Diario sin Límites; 31-08-16). Desde la estentórea confesión del reacio Zedillo Ponce de León, no se había escuchado tan ardorosa entrega.
Quitada la máscara del falso académico, Narro abraza y le abrasa la apasionada causa del PRI. Es elegido para ser “único” orador en recuerdo del 22 aniversario de la muerte del mítico candidato, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y se lanza a hacer campaña ilegal al Estado de México -donde la candidata de Morena, Delfina Gómez, sube constantemente y pone en riesgo ese lugar tan caro a Peña y el PRI- junto con Eruviel Ávila, Aurelio Nuño, Rosario Robles y Osorio Chong, entre otros, en lo que algunos llaman ya Operación PRIMazo (porque el candidato del PRI es primo de Peña Nieto).
No es sorpresa entonces que hayan causado tanto efecto y gracia las expresiones de López Obrador como crítica a la acción concertada del PRI para la cooptación del voto. Esa de “Narro, el que fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, ahora convertido en un matraquero del PRI” y, sobre todo, la idea de que en esa apasionada e ilegal embestida priista en Edomex sólo falta que el presidente del partido tricolor vaya a entregar o prometer placas de taxi (por aquello de que sin explicar cómo, posee 50 concesiones de taxi; aunque algunos han dicho que 100).
III. Los puntos I y II explican el contexto de las palabras de López Obrador: el uso y el abuso de la UNAM por parte de falsos académicos y la apasionada militancia priista de Narro Robles que lo lleva actuar de manera incorrecta; nada que ver con los porcentajes del exrector dentro del PRI.
Ahora bien, ¿por qué hablo de simulación académica de parte de Narro? Es doble. No sólo porque utilizó su puesto como director de la Facultad de Medicina y la rectoría para dar vuelo a su ambición personal, particularmente, porque según cierta información, Narro ha mentido y ha ostentado de manera ilegal grados académicos que le invalidarían para los cargos que ha ocupado.
De acuerdo a otro colaborador de SDP en un trabajo para Proceso (“Narro, sin credenciales académicas”; 19-02-16), Ernesto Villanueva (invitado o recomendado al periódico digital por el propio señor Camacho Acevedo, leí en alguna columna), Narro falseó o amañó su CV: Nunca estudió un posgrado en la Universidad de Birmingham, Inglaterra, como señala; como sólo cuenta con grado de médico general, su certificado como médico especialista por el Consejo Nacional de Salud Pública o no lo tiene o es ilegal, pues necesitaría del postgrado para ello; “desde 1981 la UNAM no había tenido un rector con tan bajas calificaciones académicas como las de Narro, quien mintió en su momento a la Junta de Gobierno con un currículum vitae amañado”, sostiene Villanueva, contraviniendo así la ferviente desmesura de Camacho “El ex rector de la UNAM, un entorchado intelectual y académico muy respetable, algo del lo que no puede presumir Andrés Manuel López Obrador”. Y para colmo y contrariamente a lo que se presume, durante su rectorado la UNAM descendió del lugar 150 para estar entre el rango de las 200 y 300 mejores universidades del mundo.
Como siempre se dice, Narro Robles tiene todo el derecho de aspirar a la candidatura priista, aunque deba cargar con el fardo pesado del gobierno actual, su jefe y su partido. Sin duda, es mucho mejor que la mayoría de ellos aunque también tenga que disciplinarse y recurrir y aplicarse a la búsqueda del voto de manera ilegal; como en Edomex. Pero claro, a pesar de las simulaciones, las falsedades, el apasionado amor partidista y las encuestas, para que a Narro se le cumpla el sueño y su pasión se vea consumada, todavía hace falta que Videgaray Caso y Osorio Chong, entre otros, permitan que él sea el beneficiario del dedo peñista o de quien mueve los hilos del PRI.

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