lunes, 10 de junio de 2013

#LadyManopla entrega Monterrey a Jesucristo. Hipocresía y realidad política

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristolun 10 jun 2013 08:17
  
En un acto público, Margarita Alicia Arellanes Cervantes, presidente municipal panista de Monterrey, ha entregado esta ciudad a la máxima autoridad de su “señor Jesucristo para que su reino de paz y bendición sea establecido”. Lo cual, en un estricto país laico y con un historial de agravios de la iglesia católica contra los ciudadanos del mismo, debiera ser suficiente motivo como para proceder a su inmediata destitución vía congreso del estado de Nuevo León.
Sin embargo, ¿qué, este congreso (como el nacional) no está integrado por buenos corazones cristianos de cualquier denominación religiosa? ¿Qué esperar entonces? Nada. La alcaldesa proseguirá impune el resto de su mandato y lo más probable es que gane cierta popularidad porque, adivinaron bien, la sociedad mexicana también es abrumadoramente cristiana en sus diversas variantes.
Esta contradicción entre vida pública y religiosa se había resuelto formalmente bien desde los tiempos de Benito Juárez vía la separación de la iglesia y el estado. Y aunque incluso los políticos más  “revolucionarios” o ateos como José Vasconcelos o Plutarco Elías Calles hospedaran un templo en su “alma”, este quedaba confinado al plano de lo íntimo mientras ejercían la función pública; cuando la vejez les sorprendió en el temor de encarar la muerte, ese corazón “duro” se entregó finalmente al dios negando su pasado. ¿Puede decirse que vivieron estos personajes una vida hipócrita? ¿No es acaso mayor hipocresía escandalizarse por el acto de políticos como Arellanes cuando hoy prácticamente no hay quien escape a la tentación divina? ¿O es que hay grados de “entrega” a dios?
Carlos Salinas de Gortari fue quien, en el plan de legitimarse luego de una elección fraudulenta, abriría las puertas al reencuentro que la formalidad laica había evitado. Restableció las relaciones iglesia-estado. Desde entonces, el proceso de cristianización del estado mexicano ha ido creciendo.
Hoy, cierta indignación cívica, atea o no,  va contra el discurso y el acto de Arellanes, sin embargo, pese a todo, ¿no existen elementos como para pensar que su actuación entra en la absurda lógica de los políticos mexicanos? Olvidemos a los panistas –de Gómez Morín a Fox y Calderón-, que su cristiandad se da por descontada. ¿Acaso entre los más recios priistas y perredistas no anida también un corazoncito adolescente?
El ejemplo máximo que podría citarse es el del mayor opositor de izquierda en el país, López Obrador, quien abierta y públicamente ha expresado su fe religiosa, su cristianismo, sin dejar en claro su filiación. Peña Nieto ha igualmente indicado su dependencia de la divinidad. Raros son quienes hayan posicionado claramente su laicidad y más aún, su ateísmo.
Sin embargo, una visión crítica debe exigir que los políticos dejen en la conciencia íntima su religiosidad; deben de respetar a quienes no piensan como ellos, a la diversidad, deben, sobre todo, respetar la Constitución, saber que viven del erario público de un estado laico. Si quieren rezar-orar, vayan al templo o la iglesia.
Ahora bien, hace mal la alcaldesa adoradora de Jehová en decir que una sociedad sin dios está expuesta al dolor, la violencia y la pobreza (como político, seguramente continúa en constante proselitismo; por otra parte, lo de #LadyManopla le viene de la violenta actuación de la policía a su mando), pues tras doce años de gobierno nacional de su partido no sólo continúa la miseria asolando al país, sino que es durante este tiempo cuando más ha imperado el crimen, el dolor, la  violencia y la muerte sangrienta de decenas de miles de mexicanos; ¿todo en nombre de dios y de la simulación panista?
Aunque cabe la pregunta de cómo llegó a la posición de alcaldesa de una ciudad tan importante como Monterrey –ciudad que ha padecido precisamente violentos estragos-, desde la perspectiva de su partido y su discurso y si la sociedad posee suficiente memoria, su futuro no pareciera brillante.
Añádase ahora para mayor perplejidad que Cesar Garza Villarreal, presidente priista de ciudad Guadalupe, ya había entregado con anterioridad este municipio a Jehová con exactamente el mismo discurso de #LadyManopla. Lo mismo que Rodolfo Ambríz Oviedo (PAN), del Municipio de Benito Juárez (El Universal, 10-06-13). ¿Qué está sucediendo en Nuevo León?
Aquí, la entrega del alcalde de Guadalupe, Nuevo León:

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