lunes, 24 de junio de 2013

Marcelo Ebrard Casaubon: El debate indispensable con el Presidente Peña
Colaborador Invitado 
24 Jun. 13

Como muchos mexicanos, me he enterado de las declaraciones que ha hecho el presidente Peña Nieto en Londres, en el marco de la reunión de países del G8, en el sentido de que la reforma energética incluiría "cambios constitucionales necesarios para dar certidumbre a los inversionistas privados". Esto implica, sin duda, la reforma al artículo 27 de la Constitución.

El ha expresado también que la necesidad para "liberalizar" el sector de gas y petróleo "ya ha sido acordado en el marco del Pacto por México". Sin embargo, en nuestro país y ante los mexicanos, el presidente no lo ha hecho. No se nos ha informado lo que ha dicho. No ha explicado aquí su proyecto.

Todos debemos exigir que lo haga. Si ya decidió sobre el modelo a seguir respecto a los hidrocarburos, principal activo de México, debemos saberlo y debatirlo.

La reforma energética es un asunto mayor y de gran trascendencia estratégica e histórica. La transformación de Pemex y el artículo 27 constitucional merecen un debate público, informado, serio y profundo en nuestro país. Por eso he invitado al presidente a un debate sobre el tema.

¿Pemex necesita un cambio? Claro, pero hay que preguntarnos qué tipo de cambio y por qué está Pemex así. Si se modifica el artículo 27 iríamos a un régimen parecido al de la minería -de inversión privada- en el que se aporta poco vía impuestos y se generan empleos mal pagados. Conminaría al Presidente Peña a revisar la iniciativa que presentó su propio partido recientemente respecto a la minería y su contribución al erario público. Se puede contrastar la situación actual en la que Pemex aporta el 70% de sus ingresos al erario, frente a la minería -en manos privadas- que aporta mucho menos.

Ante la postura de Peña, hay que analizar qué privatizaciones fueron exitosas en México y cuáles no, ¿el que haya capital privado nos asegura que mejorará todo? Una de las razones que esgrimió Lázaro Cárdenas, al expropiar la industria petrolera en 1938, fue precisamente que las empresas privadas no provocaron mejoras extraordinarias, conocimientos, ni tecnología. ¿El mejor paradigma a seguir es el de la apertura total? Aunque países insignia como Brasil y Noruega tienen participación privada, mantienen una empresa pública con fuerte control en las decisiones. Arabia Saudita y Kuwait tienen mayor regulación. ¿Existen y puede haber compañías estatales eficaces, eficientes y económicamente productivas? La evidencia nos dice que sí.

Pemex ha estado sometida a reglas fiscales que ninguna otra empresa pública o privada tiene. Es la 2a. empresa petrolera en el mundo con más utilidades, antes de impuestos, y sus ingresos van a parar a las arcas de Hacienda. En otras palabras, Pemex produce recursos que representan el 40% del ingreso público. ¿Queremos compartir la renta petrolera? No, porque sería el camino más costoso para conseguir recursos, pero Peña piensa que sí.

Pemex podrá tomar sus propias decisiones de inversión, endeudamiento y administrarse como empresa con criterios de eficiencia, si proponemos cambios para incrementar su autonomía presupuestal y de gestión, será más ágil, transparente y le será más fácil sortear sus retos de desarrollo organizacional y humano.

Más aún, si cambiamos, de una vez por todas, el régimen fiscal en México, para que quienes tienen más paguen proporcionalmente más, Pemex podría invertir lo necesario. Se estima en 150 mil millones de pesos la inversión imprescindible. Una reforma progresiva es lo que México necesita para poder liberalizar en verdad a Pemex.

De lo que se trata entonces es de definir y decidir una dirección estratégica para Pemex, porque de hecho, va implícita la ruta y el destino que se quiera para México. Por ejemplo, ¿por qué no hemos invertido como país en nuestra industria naviera, si los recursos principales están en aguas profundas?

¿Es inevitable la inversión privada en exploración y producción en aguas profundas y en shale rock, y en refinación? ¿Por qué ceder parte importante de la renta petrolera a corporaciones privadas si el potencial en estos lugares es enorme? ¿Acaso no producimos ya en aguas someras y profundas? ¿Es posible potenciar la inversión pública, nuestras capacidades y tecnología? Yo opino que sí.

Sorprende el argumento de Peña para sustentar el cambio constitucional: no tenemos recursos (discutible porque el precio del petróleo pasó de 8 dólares en 1997 a 100 dólares en 2013) y no tenemos, ni podremos tener, tecnología propia (aunque dos terceras partes de la producción de petróleo hoy es en aguas someras a 500 metros de profundidad). El presidente casi pide un acto de solidaridad al G8: ni tenemos ni podemos. Así pasaríamos de 1938 al 2013, de la dignidad a la conmiseración.

La propuesta de Peña es un error estratégico. Urge debatirlo y urge evitarlo.


El autor es ex jefe de Gobierno del Distrito Federal.

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