DESFILADERO
Jaime Avilés
Todo el paquete de reformas que las agencias de Occidente le impusieron a la clase política mexicana para respaldar a Enrique Peña Nieto como títere de guante de Carlos Salinas de Gortari al frente del gobierno de México, tiene un solo objetivo: garantizar que nuestros yacimientos de gas shale –la cuarta reserva más grande en el mundo-- estén a disposición de Estados Unidos y sus aliados europeos.
El llamado “tesorito” del que tantas veces farfulló Felipe Calderón con la lengua trabada de tequila, es en realidad un botín de 681 billones de pies cúbicos de gas y aceite que se localiza en un rango de entre 2 mil 500 y 5 mil metros de profundidad en las costas de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, así como en los desiertos de Nuevo León y Coahuila.
Por alguna muy curiosa y sospechosa coincidencia, esas cinco entidades han sufrido la más atroz y despiadada violencia por parte de poderosísimos grupos paramilitares al servicio del narcotráfico, ante los cuales el gobierno “nada ha podido hacer”, porque su verdadera función estratégica ha sido la de despoblar extensos territorios –Tamaulipas, Coahuila e incluso el norte de Chihuahua son los casos más representativos-- para que las empresas petroleras internacionales extraigan el gas shale destruyendo flora y fauna terrestre y marina, mantos acuáticos, especies endémicas de aguas profundas, etcétera.
De acuerdo con las agudas observaciones de Carlos Fazio en este aspecto, la “guerra contra el narco”, desatada en 2007 por Calderón, fue una operación conjunta entre los gobiernos de México y Estados Unidos para limpiar esos territorios mediante un genocidio que ha cobrado una cantidad ya incontable de vidas humanas. ¿Por qué está Calderón en Harvard? Porque se ganó ese premio a pulso, propiciando la peor matanza que haya registrado nuestro país desde la guerra civil de 1910-1917.
Ahora, en la siguiente fase del plan bilateral, toca a la clase política mexicana adecuar los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución para que esas grandes petroleras occidentales vengan a devastar el subsuelo de los estados ricos en gas shale, mediante la tecnología ecocida del fracking. ¿Del qué? Del fracking, o “fractura hidráulica”. ¿Sabes qué es eso?, le pregunté recientemente a una joven estudiante de ingeniería. “Nunca había oído esa palabra”, me respondió.
¿Por qué los medios “informativos” se niegan a dar noticias en primera plana acerca de la terrible amenaza del fracking? ¿Por qué el tema no lo menciona ninguno de los actores de la mal llamada “reforma energética?” ¿Qué han dicho acerca del fracking el secretario de Energía o el director de Pemex? Nada. ¿Qué han dicho los prostichuchos del Pacto por México? Nada. ¿Y en las filas del Movimiento de Regeneración Nacional qué se ha dicho? Nada. Excepto lo que ha sacado a la luz pública la doctora Claudia Sheinbaum.
En el Desfiladero de la semana pasada –“Pemex sí, fracking nunca”-- expliqué más o menos en detalle en qué consiste esa práctica devastadora. He aquí una síntesis. El gas shale, o pizarra, está encerrado en el subsuelo a miles de metros de profundidad en unas rocas del tamaño de una toronja o de una pelota de ping-pong. La más avanzada tecnología del primer mundo ideó un aparato que perfora –bien desde una plataforma en alta mar o desde la superficie terrestre-- las distintas capas geológicas del subsuelo hasta que llega al nivel donde se encuentran esas rocas.
Acto seguido, el aparato perfora el subsuelo ahora en forma horizontal y a lo largo de una extensión similar a la que bajó desde la superficie, formando una L o una T al revés.
A medida que avanza la uña excavadora dentro de un cilindro tan ancho como un barril de petróleo, va expulsando hacia arriba la tierra que remueve y la sustituye por cemento y hormigón para construir las paredes circulares del pozo.
Cuando la L o la T están listas y revestidas de concreto, los “humanos”, desde arriba meten un coctel de 600 productos químicos que provocan tremendas explosiones, rompen las pelotas y liberan el gas shale.
Éste, a su vez, es succionado por una manguera como las que se usan para regar el jardín, y almacenado arriba en tanques. Pero los estallidos que liberaron el hidrocarburo oculto en las pequeñas rocas destripan el subsuelo y los residuos de los químicos envenenan los mantos freáticos, matan a los pájaros y a los peces, reducen más y más, en pocas palabras, las condiciones que permiten la reproducción de la vida humana.
Poseer el cuarto yacimiento mundial de gas shale ha convertido a México de repente en un país tan apetecible, indefenso y vulnerable como Irán, Irak, Afganistán o Siria. Y si ya pagamos una cuota de cientos de miles de muertos y desaparecidos, así como la despoblación de ciudades y comunidades rurales enteras, sólo nos queda imaginar lo que nos espera. A nosotros, a los que nacerán después de nosotros y a los demás. A menos que...
A menos que, desde ya, pongamos en marcha una intensa campaña informativa acerca del fracking y sus consecuencias, como las que hay en países tan primitivos como Gran Bretaña, donde los daños colaterales provocados por esta tecnología diseminaron el propio gas shale en depósitos subterráneos de agua potable. En Google existen videos que muestran a una señora en la cocina de su casa al momento de abrir la llave del fregadero y acercar un cerillo al chorro de agua. Como en un truco de magia, el agua se incendia a causa del gas.
Es tan desvergonzada y pútrida la clase política mexicana que ha guardado hermético silencio al respecto. A los prostichuchos como Zambrano, Ortega, Navarrete, Naranjo y Belauzarán, a los nazis del PAN como Madero, Cordero, Calderón, Lozano, Cecilia, Margarita y Molinar, a los dinosaurios priístas que bien conocemos, les importa un carajo nuestro futuro.
Y si el país se les va de las manos debido a su torpeza infinita, a su incapacidad, a su inmoralidad y a su obsecuencia, serán los primeros en aplaudir una intervención militar estadunidense, ya que no hay –los heroicos maestros de la CNTE lo demostraron-- policías suficientes para vigilar al mismo tiempo un Pumas-América, una mega marcha y un aquelarre legislativo en la ciudad de México, ni para contener a los grupos de legítima autodefensa en Guerrero y Michoacán, ni para desbloquear las carreteras.
El caos es fruto de la falta de consenso y sólo el consenso podrá conjurarlo. México necesita un nuevo pacto social, pero nuestros problemas sólo se agudizarán mientras persistan las políticas del FMI. Hace unos años, España estaba llena de migrantes ecuatorianos. Hoy, gracias a que Rafael Correa dejó de obedecer al FMI, los ausentes regresaron a su país, acompañados de los españoles a quienes les lavaban los baños. ¿Y Bolivia? Evo dio la espalda al FMI y su país vive un resurgimiento económico insólito, inédito e inaudito.
Ahora bien, para “quemar” mediáticamente las movilizaciones que encabezará Morena a partir del próximo fin de semana, los “geniales” estrategas de Los Pinos echaron por delante la reforma laboral en materia educativa. Los maestros hicieron lo que Salinas esperaba de ellos, pero lo rebasaron y nos abrieron los ojos a millones: así, con organización, con disciplina y con capacidad para actuar en múltiples escenarios a la vez podemos impedir que nos impongan el fracking y que Pemex “comparta” los recursos del petróleo barato con empresas internacionales que nada tienen que hacer aquí.
Desde aquí, pido pública y respetuosamente a mi hermano Andrés Manuel, que me permita hablar en el Zócalo para ofrecer una sucinta pero concisa explicación acerca del fracking. Tenemos que alertar al país acerca de este peligro y conseguir que el tema sea parte de la agenda política nacional.
Mientras tanto, estaré en Twitter, en @Desfiladero132, por si ocupan
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