“Que pase el desgraciado…”
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Epigmenio Ibarra / @epigmenioibarra
(27 de septiembre, 2013).- La explotación impúdica de la miseria humana, la utilización de la tragedia para ganar audiencia y su conversión en espectáculo no han sido nunca ajenas a la tv mexicana.
Una tv donde, para enfatizar el drama y subir el rating, se llega al extremo de musicalizar los reportajes en los noticiarios. Como si el sufrimiento de las víctimas de una tragedia no fuera suficiente y brutalmente elocuente.
Y es que la tv mexicana no puede con la realidad; tiene con ella una incompatibilidad genética, no la tolera, no la entiende y menos todavía en sus espacios supuestamente dedicados a la información.
Nacida para negarla, para deformarla de acuerdo a las necesidades del régimen al que durante
tantas décadas sirvió incondicionalmente, hoy que la tv se ha convertido en el poder y la Presidencia de la República en una vicepresidencia corporativa del duopolio, simple y llanamente la sustituye.
tantas décadas sirvió incondicionalmente, hoy que la tv se ha convertido en el poder y la Presidencia de la República en una vicepresidencia corporativa del duopolio, simple y llanamente la sustituye.
No es el México real el que se presenta en la pantalla; es el que a la tv le conviene, el que al poder resulta inocuo, el que hace que, aletargado frente a la pantalla, nazca otro México, el que no atina, ni siquiera, a cambiarle de canal.
El México domesticado que tolera sin chistar, uno tras otro, los agravios del régimen. El que consume basura y la disfruta.
Lo más triste, lo más jodido, es que, efectivamente, el recurso funciona a los grandes concesionarios y tanto que personajes siniestros como Laura Bozzo tienen en las pantallas una posición privilegiada y montan sainetes como el que montó en Guerrero, con el apoyo de Eruviel Ávila, esta conductora.
De esta misma fuente abreva el régimen; a estos hábitos de consumo de basura se debe. Por esto que ven en la tv los mexicanos se explica que nos gobiernen el PRI y Enrique Peña Nieto.
De la misma explotación de miseria humana, de la exacerbación de los más primitivos instintos, del miedo y el odio se nutre el régimen, sobre ellos se monta.
Del aplastamiento mediático y la incitación al linchamiento de los opositores.
De las campañas de odio a la exacerbación del miedo al cambio en la población.
Del más abyecto y descarado culto a la personalidad de los funcionarios a la negación absoluta del espacio público a quienes disienten.
Así trazan juntos, régimen y tv, la trayectoria de la infamia.
Quienes nos gobiernan, como ese triste reyezuelo del Estado de México, se aprovechan de las tragedias, que siempre se ceban en los más pobres, para sacar de inmediato raja política.
Los damnificados representan para nuestros próceres solo una oportunidad para sacarse fotos, para aparecer en las pantallas de tv, convertidos en salvadores de la nación, en apóstoles, en servidores de esos a los que han despreciado siempre.
Tan deleznable como lo que hace la Bozzo son la visitas, rigurosamente vigiladas por el Estado Mayor, que a los alberges o al Zócalo convertido en cuartel federal y disfrazado de centro de acopio, hacen Enrique Peña Nieto y los funcionarios de su gobierno.
Lamentable es el despliegue que hace de estas piezas propagandísticas, convertidas en noticia de primera plana, una enorme cantidad de diarios en todo el país.
Han sentado sus reales en México la simulación y la mentira. De la mano de la corrupción y la impunidad se han establecido entre nosotros.
De un plumazo se borra la responsabilidad del régimen en la tragedia.
Los efectos corrosivos de la corrupción que hacen que poblados enteros, obras de infraestructura mal construidas, caigan hechos pedazos ante el embate de la naturaleza.
Entre los damnificados se retratan esos que son culpables directos de la marginación, de la miseria que hace más vulnerables a tantos.
Los que expulsaron hacia las zonas de alto riesgo a los más pobres.
Los que violaron la normatividad urbana permitiendo asentamientos en barrancas y cauces.
Los que no hicieron nada para prevenir la tragedia pese a las advertencias.
Ellos, los que mal gobiernan este país, abrazan, conversan, miran compasivos a los damnificados.
Todo esto, claro y como la Bozzo, frente a las cámaras, solo para las cámaras.
Pero no se conforman. No les basta su imagen en las páginas de los diarios. Su nombre dicho, una y otra vez, en la radio. Su imagen multiplicada en la tv. Necesitan más.
Miles de millones de pesos del erario, vitales para la reconstrucción, se malgastan en spots y campañas de imagen.
Traición sobre traición a quienes sufren, se les usa, se les exprime y se les desecha. “Que pase el desgraciado…”, espectáculo será su tragedia, vil instrumento de marketing político
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