Astillero
¿Neochuchismo?
Cárdenas: sí pero tal vez no
Alianzas de última hora
Un millón de votantes (if)
Julio Hernández López
COBIJO BLANQUIAZUL. El diputado Luis Alberto Villarreal (al centro), recientemente destituido de la coordinación del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional en San Lázaro, luego de haberse difundido imágenes de una fiesta con bailarinas en Puerto Vallarta, Jalisco, en enero pasado, fue recibido entre aplausos por sus correligionarios durante la reunión plenaria panista realizada esta vez en la ciudad de MéxicoFoto Cuartoscuro
N
o puede decirse que Cuauhtémoc Cárdenas represente un nítido antichuchismo en la contienda interna por el control del Partido de la Revolución Democrática. Su historia ha estado marcada por momentos claves en los que, al igual que los jefes de Nueva Izquierda (la corriente que tiene como máximos dirigentes a los jesuses, Ortega y Zambrano, y a Guadalupe Acosta Naranjo y Carlos Navarrete), ha optado por la negociación con los poderes o personajes presuntamente combatidos (desde sus pláticas secretas con Carlos Salinas de Gortari en pleno fragor social posterior a la elección de 1988, hasta el cargo de coordinador de festejos bicentenarios que recibió de manos de Felipe Calderón). El ingeniero michoacano sería, en todo caso, una versión más presentable de esa misma tendencia profundamente inserta en el sol azteca, la del grupismo (en Michoacán, en el Distrito Federal y en sus diversas ocupaciones públicas, ha mostrado predilección en el organigrama por los fieles seguidores personales) y los malabares retóricos ‘‘revolucionarios’’ a cuenta de pragmatismos operativos.
Sin embargo, los grupos internos que están en contra de esos Chuchos explícitos han pretendido construir un frente de corrientes adversas a esa Nueva Izquierda, con el michoacano Cárdenas como buque de guerra. Eso fue el acto de ayer, en el que el hijo del general histórico retomó la posibilidad de asumir la candidatura en pugna que durante meses juró que no aceptaría si no le concediese ir como propuesta única y unitaria, sin adversario al frente. ‘‘Le pedimos que se defina claramente como contendiente político de Los Chuchos’’, comentó en corto uno de los máximos dirigentes de una de esas corrientes en convergencia de última hora.
Fiel a su estilo, el convocado a dar claridad se movió entre dos aguas, ni sí ni no; sí, pero tal vez no; ya se verá lo que se tenga que ver. Su discurso, reiterando críticas al predominio de las corrientes, a los acuerdos grupales a espaldas de las bases, etcétera, regaló satisfacción a medias a los deseosos de creerlo montado en un caballo de batalla contra los bien atrincherados Chuchos, pero de ninguna manera significó un rompimiento de lanzas. Fue, en todo caso, un pronunciamiento conceptual ajustable a tiempos, formas y circunstancias que se lleguen a dar. Lo mismo en favor que en contra de los crucificados jesuses de negro y amarillo, aplicables las proclamas a unos, a otros o a todo lo contrario.
La conjunción de figuras de renombre como Cárdenas, Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, en un plano histórico fundacional, y los aliados del presente, Bejarano, Padierna, Barbosa (¿de verdad el senador poblano está irreversiblemente distanciado de su matriz que han sido Los Chuchos, o es una maniobra de regateo para futuras reconciliaciones?) y Ebrard (aunque él no hubiera estado presente en el acto, pues técnicamente sigue siendo candidato a presidir el PRD, es decir, adversario de Cárdenas) tiene enfrente el control estructural de Los Chuchos y la hasta ahora aparentemente muy consolidada ruta de Carlos Navarrete para ser el cuarto de ese grupo en presidir al PRD.
Navarrete mismo podría proclamarse como heraldo y promotor de una especie de ‘‘antichuchismo’’ necesario para la salvación de su propio grupo. A lo largo de su campaña, el guanajuatense ha insistido en que es necesario corregir muchas de las desviaciones que en el PRD se han producido durante la larga estancia de Nueva Izquierda en el poder. No pudo hacer que Jesús Zambrano dejara un interino en la presidencia para que, al estilo de los Moreira en Coahuila, quienes no deseaban que un hermano le entregara directamente la gubernatura a otro hermano, no fuese un Chucho el que entregase la estafeta a otro Chucho. Pero sí consiguió que la elección interna, fuente histórica de choques y desaseo, los famosos chuchineros, fuese realizada por el Instituto Nacional Electoral, lo que esperan que elimine dudas y conflictos.
Más allá de los resultados formales de ese proceso interno, resultará de gran interés conocer el número de los participantes. Aun cuando están plenamente conscientes de la disminución de votos que les significará la irrupción de Morena y López Obrador, los actuales dirigentes perredistas aseguran que su base dura de seguidores no sufrirá gran menoscabo, al extremo de que esperan tener un millón de agremiados concurriendo a las urnas oficiales para elegir nuevos órganos de dirección. No animan a Cárdenas propósitos rupturistas, a pesar del tono crítico que en las circunstancias utiliza (en el fondo, el ingeniero podría terminar negociando que en lugares preferentes de las listas de candidatos a diputados federales se incluya a personajes cercanos a sus afectos, políticos y personales). Pero tampoco hay una predisposición absoluta de Marcelo Ebrard para decir adiós a su actual partido, sobre todo si en los comicios internos se confirma la decisión de una amplia base perredista de mantenerse en esa trinchera y si el presunto reformismo de Carlos Navarrete Ruiz impulsa condiciones propicias para un chuchismo renovador, un neochuchismo obligado por las circunstancias a hacer ciertos cambios (por lo pronto, se exploran posibilidades de ‘‘candidaturas ciudadanas’’ a diputaciones federales con nombres en la agenda como José Woldenberg, Juan Ramón de la Fuente, Agustín Basave y otros académicos e investigadores, e incluso tal vez algún periodista que desde luego no sería Pedro Ferriz de Con, quien dejó su programa de radio en Imagen y estaría valorando la posibilidad de incursionar en la política, tal vez por el flanco panista).
Y, mientras Silvano Aureoles Conejo es llevado a presidir la Cámara de Diputados como plataforma de unos cuantos meses para la postulación peñista-perredista a la gubernatura de Michoacán, y en tanto Miguel Barbosa se esfuerza en el Senado por garantizar la continuidad de su negociado buen comportamiento si lo dejan llegar a presidir esa cámara, ¡hasta mañana, con los Emmys premiando en abundanciaBreaking Bad, recreación gringa de realidades más contundentes en el traspatio!
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