Al cuarto para las 12
Jorge Durand
P
or fin el presidente Obama se fajó los pantalones y tomó la decisión de actuar de manera ejecutiva en el tema migratorio y olvidarse de negociar con un Congreso que siempre jugó a la oposición, al descrédito y al boicot.
Todos los intentos de Obama de llegar a acuerdos con los republicanos fallaron de manera estrepitosa. A lo largo de seis años no ha sido posible negociar asuntos fundamentales, ni siquiera sacar adelante el presupuesto, sin poner en vilo a la economía y el país.
Los políticos estadunidenses no suelen gastar energías en causas perdidas. Cuando saben que una elección estatal está perdida, no invierten dinero ni esfuerzos en ella. Toda su energía se dirige a aquellos estados donde se puede arrebatarle al partido contrario un escaño. El sistema bipartidista está tan aceitado que sólo se gana por pequeños márgenes y en ciertos lugares donde el electorado no está bien definido.
A estas alturas Obama ya no tiene nada que perder. Su estrategia de ser paciente y negociador fracasó. Con el ala radical del partido republicano, con el Tea Party, es imposible llegar a un acuerdo y en estos momentos ellos están a punto de controlar las dos cámaras.
De ahí que Obama haya desarrollado una triple estrategia para los dos años que le faltan a su administración y así lograr tres objetivos: dejar un legado que pueda darle un lugar decente en la historia política nacional, manejar de manera frontal y directa lo que falta de su mandato para poner en evidencia a los políticos de Washington y diseñar un entramado político electoral favorable para su partido en 2016 y a mediano plazo.
El legado de Obama no está claro. Tres objetivos fundamentales de su campaña han recorrido un camino lleno de dificultades y oposición frontal. La reforma al sistema de salud, llamado despectivamenteObamacare, que otorga un seguro de salud a la mayoría de la población, ha sido difícil de implementar. La clausura de la cárcel para terroristas en Guantánamo, considerada como una vergüenza nacional y un atentado al estado de derecho, no ha podido lograrse. Finalmente, después del gran esfuerzo de proponer una ley bipartidista por parte del Senado, ésta ni si quiera se debatió en la Casa de Representantes. Por una sencilla razón: si se sometía a votación, de todos modos tendría que salir algún tipo de reforma con el voto general de los demócratas y algunos republicanos.
Sus otros objetivos, en el campo económico e internacional, también los ha logrado a medias. En el plano económico no lo ha hecho mal: recibió la presidencia en lo más álgido de la crisis y poco a poco ha mejorado la situación económica y bajado el desempleo. Sin embargo, no se puede decir que haya logrado entrar a una fase sostenida de crecimiento. Lo ha hecho mejor que los europeos, pero no lo suficiente como para presumir.
En el plano internacional, logró su propósito de sacar a las tropas de Irak, pero el gobierno de transición heredado de la época de Bush fue un fracaso y radicalizó la situación. Ahora se enfrenta a un problema peor con el surgimiento del Estado Islámico. En Afganistán tampoco es claro el panorama: logró con éxito el asalto al búnker de Osama Bin Laden, pero sigue vigente la presencia y el poder de la yihad islámica. En Israel, los esfuerzos de paz han sido un fracaso, por enésima vez, y la situación de la crisis nuclear con Irán todavía no se resuelve. Por añadidura, hay visos de que se vuelva a los escenarios de laguerra fría en Europa del este.
De ahí que en esta fase final de su mandato haya optado por el enfrentamiento directo con el Congreso, pasar a las acciones ejecutivas y vetar las leyes promulgadas por los republicanos. Su primera acción ejecutiva, de esta fase poselectoral, es la migratoria. Finalmente cumplirá la promesa de hacer algo, aunque sea parcial, para arreglar el maltrecho sistema migratorio estadunidense: promover la acción diferida de tal modo que incluya a más dreamers al quitar los límites de edad, fortalecer la unidad de familias con hijos estadunidense y miembros con estatus legal, conceder permiso de trabajo a inmigrantes de larga estancia (cinco años) que no haya tenido problemas serios con la autoridad y moderar o controlar el programa de
comunidades segurasque vinculaba a la policía con los agentes de migración, lo que reducirá de manera muy significativa las deportaciones.
Con acciones ejecutivas Obama radicaliza su enfrentamiento con un Congreso dominado por los republicanos y los pone en una situación delicada. El vocero de la Casa de Representantes Boehner responde así a la medida unilateral de Obama:
En lugar de trabajar juntos para arreglar nuestro sistema roto de inmigración, el presidente dice que va a actuar por su cuenta. No es así como funciona nuestra democracia. El presidente ha dicho antes que él no es rey ni un emperador, pero está actuando como tal. Y lo está haciendo en un momento en que el pueblo estadunidense quiere más que nada que trabajemos juntos.
Después de un año y medio de poner la reforma migratoria en el cajón del olvido, Boehner le reclama a Obama que hay que trabajar juntos. Siempre sorprenderán algunos políticos por su capacidad de hipocresía y cinismo.
Finalmente, Obama está ganando el voto latino para las elecciones de 2016. No es la mejor propuesta, tampoco la que se esperaba, pero al menos resuelve el problema de 5 millones de migrantes irregulares, especialmente de aquellos que tienen familia, hijos estadunidenses o algún miembro con estatus legal.
A no ser que se promulgue una reforma legislativa bipartidista y que puedan repartirse los honores, por ahora la ganancia es para lo demócratas.
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