¿Qué pero le ponen?
Por Polimnia Romana
19 de Febrero, 2009 - 00:22
Por muchos y variados que sean los discursos anticatastrofistas del presidente espurio, muy dentro de su diminuto cerebro tiene consciencia del enorme problema que tiene de frente y que no podrá resolver. Sabe perfectamente que esta tormenta no encontrará la calma a mediano plazo, como no la ha encontrado en 200 años.
La crisis no es nueva, los mexicanos que hoy habitan estas tierras no saben vivir de otra forma, la diferencia es que este estado descompuesto se agudizó y no hay manera de encontrarle el fin.
El gobierno federal no tiene la menor intención de combatir el desempleo ni la devaluación del peso, mucho menos la situación de pobreza de miles de mexicanos que por más que se esfuerzan no entienden las señales.
La solución no es fácil, pero tampoco imposible y lo peor de todo es que la tienen en sus narices.
Andrés Manuel López Obrador ha gritado a todo pulmón la lista de acciones necesarias para cambiar el rumbo de nuestro país. No ha sido el único, sólo el más insistente y fiel a la causa.
La carta que el Presidente Legítimo envió el martes a los legisladores, en apariencia, no fue atendida por ningún integrante del gabinete de cuates, pero estoy segura que el inútil equipo del pelele la ha leído de arriba abajo, una y otra vez, deseando con toda el alma que nadie más lo haga porque tomará consciencia del problema.
No creo que ningún funcionario federal realice declaraciones con respecto a la carta pues tendrían que recurrir a más mentiras para descalificar las propuestas del Presidente, que tienen como único fin el bienestar del pueblo.
¿Qué podrían decir? Que no vivirían dignamente si se reducen sus monstruosos salarios a la mitad, que necesitan sus seguros médicos para poder someterse a importantes cirugías como el bypass gástrico o el restiramiento de las patas de gallo, que no podrían vivir sin choferes y asesores, sin mercedes del año o vacaciones en Hawai. Todas sus razones resultan una insultante estupidez si se comparan con las necesidades básicas de los niños de la sierra oaxaqueña o de las mujeres indígenas de la sierra tarahumara. Cualquiera que sean sus argumentos, simplemente no son válidos.
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