No hablo de gente como Carlos Slim Helú, de Telmex, ni como Lorenzo Zambrano Treviño, de Cemex. Tampoco critico a estos potentados que están entre los mayores empleadores de México. Ellos, y otros de su nivel, como Alberto Bailleres González, de Grupo Bal, y José Antonio Fernández Carbajal, de Femsa, podrán adquirir el New Times, ser incluidos en las listas de los más ricos, presumir de ser hombres de negocios cien por ciento globalizados o estar en los consejos de administración de las compañías más importantes del planeta.
Reitero: No voy a criticar aquí a los multimillonarios mexicanos ni a preguntarme por qué un país con tanta pobreza es capaz de generar a algunas de las personas con mayor poder económico en el mundo. Por lo que a mí respecta, y para hacer posible la discusión, merecen lo que poseen los mencionados empresarios mexicanos y otros como ellos: Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca; Emilio Azcárraga Jean, de Televisa; Carlos Fernández González, de Grupo Modelo; Jerónimo Arango, ex Aurrerá; Germán Larrea Mota Velasco, de Grupo Mexico; Roberto Hernández Ramírez, de Citigroup; Alfredo Harp Helú, ex de Banamex, o María Asunción Aramburuzabala Larregui, de Grupo Modelo.
No es eso lo que México necesita. Es decir, sin negarles capacidad ni arrojo empresarial los multimillonarios citados no deben ni pueden ser el modelo a seguir por los mexicanos, sobre todo los jóvenes, que no encuentran trabajo y ven como única salida a su situación emplearse a sí mismos, esto es, emprender su propio negocio invirtiendo sus modestos ahorros y contratando a unas pocas personas.
¿Cuántos nuevos empresarios necesita México para salir de la crisis? Al menos un millón. ¿De dónde saco este dato? De lo siguiente.
El diario económico Expansión, de España, ha resumido el informe “El empresario como soporte esencial para la creación de empleo” del Círculo de Empresarios. Cito ese trabajo periodístico:
“En los próximos años es necesario que surjan en España alrededor de medio millón de nuevos empresarios para garantizar el desarrollo sostenible de la economía española. Sólo así será factible responder a los dos grandes desafíos actuales: creación de empleo y modernización de la estructura y el tejido productivo de nuestro país”.
Expansión explica que, según ese informe, “la creación de empleo ha ido en paralelo con el incremento del porcentaje que el grupo de empleadores representa sobre el total de la población ocupada. Si en 1987 este porcentaje no alcanzaba el 3.5%, 20 años después se acercaba al 6% en el punto álgido del proceso generador de empleo en España, para caer después al disminuir la ocupación total. Estos datos indicarían que, durante este periodo de crecimiento, en España se creó empleo en mayor medida a través de las pymes (versus las grandes empresas), con un crecimiento muy notable del número de empresarios empleadores, que pasaron de algo menos de 400 mil en 1987 a más de un millón en el 2007. Si centramos nuestra atención en la fase expansiva más reciente, entre 1996, cuando la tasa de paro se situaba en el 22%, y 2007, momento en que la tasa de desempleo tocó el suelo del 8%, en España se crearon cerca de 8 millones de nuevos puestos de trabajo, de los que medio millón correspondieron a empleadores”.
La mexicana es, en varios sentidos, una economía más grande que la española y con muchos más problemas (simplemente en México habita más gente que en España). Así que, si allá necesitan medio millón de nuevos empresarios, acá hará falta por lo menos el doble. Si no surgen los nuevos empresarios, y en tal cantidad, la sociedad mexicana no podrá ofrecer trabajo a demasiadas personas que lo necesitan simplemente para vivir.
Está claro que el sistema económico nacional no generó los empleos que demanda la población. No lo hizo el gobierno ni lo han hecho los grandes corporativos. La única opción que tiene la gente es emplearse a sí misma y emplear a unos cuantos amigos y parientes. Ya lo hacen millones de mexicanos, pero en el sector informal, con todos los inconvenientes que esto tiene.
Hay dos obstáculos para que surja en México una nueva clase de pequeños y medianos empresarios: la primera, la falta de estímulos en el sistema, que ni facilita la creación de nuevas empresas ni promueve la competencia ni ofrece financiación a quienes la necesitan; la segunda, que tanto en la derecha como en la izquierda al emprendedor se le considera un explotador, esto es, parte del problema, y no se le ve como un generador de empleos y riqueza, es decir, parte de la solución.
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