miércoles, 19 de junio de 2013

  • OTRA VEZ; MANIFESTACIONES EN LA (¿EX?)CIUDAD DE LIBERTADES

    Francisco Estrada Correa.

    Basta ver lo que la mayoría de los medios consignan. Que las manifestaciones son el coto de los violentos. Que la protesta es anti-social. Que lo que pasó el 10 de junio en el Zócalo es culpa de jóvenes rebasados, bien por su incapacidad para coordinar sus propias manifestaciones, bien porque los violentos son los que tienen el control. Como si la violencia que todos vimos que se desbordó ese día en el Centro Histórico fuera responsabilidad de quienes salen a las calles a protestar.
    Lo que llama la atención es que otra vez se trata de una manifestación convocada principalmente por jóvenes. Y otra vez son jóvenes mayormente los reprimidos. Y que, otra vez, se usa el marbete de “anarquistas” para condenarlos. Y otra vez, el nebuloso papel de las fuerzas de seguridad del GDF. Porque, otra vez, hubo detenidos arbitrariamente, hubo golpeados, hubo incomunicados, muchas violaciones en fin a los derechos humanos. De los manifestantes que ejercían el derecho a la libre expresión y de los arrestados que fueron llevados a los separos del MP.
    Lo que no quiere decir, y en esto hay que ser muy claros, que no hubiera habido violencia ni que esta no sea condenable. Sólo que eso poco tiene que ver con lo que pasó en el Zócalo hace unos días: algunos jóvenes, efectivamente embozados, bien pertrechados, aprovechando la ostentosa exposición de fuerza de los policías de la SSP-DF para cometer delitos, impunemente; granaderos agrediendo e insultando manifestantes, peleando tú a tú con los violentos, aventándose piedras mutuamente; y luego de eso, decenas de detenidos sin más culpa que la de estar en el escenario de los hechos. Tan simple como que ese no es el tipo de manifestaciones que queremos.
    Es que, argumentan, “un anarquista quiso incendiar a un granadero”. ¿Con un frasco de aerosol? ¿De verdad con un aerosol encendido con fuego puede quemarse a alguien perfectamente protegido por un casco y un escudo? “Es que estuvieron a punto de linchar a un negociador del GDF, lo querían matar”. Sí, pero resulta que lo que efectivamente hubo fue un forcejeo entre violentos y convocantes a la marcha con el mencionado “negociador”, unos reclamándole, otros tratando de contener los ánimos, todo porque se le pedía hacer una llamada a sus superiores para que les devolvieran a uno de los detenidos arbitrariamente, lo que por cierto nunca hizo el “concertador”, a quien en cambio se vio varias veces profiriendo amenazas e insultos contra quienes lo rodeaban. ¿Así es como este señor negocia con manifestantes?
    Y vuelvo a aclarar: nadie dice que haya estado bien desde ningún punto de vista la agresión de algunos jóvenes a los policías; tampoco que estuvieran bien los manotazos y cachetadas que algunos de los que lo rodeaban le dieron al empleado del GDF (entre los cuales había, también hay que decirlo, varios investigadores y agentes vestidos de civil). Sólo que tampoco estuvo bien ese aparato de fuerza policial encapsulando a los ciudadanos que estaban marchando tranquilamente. No estuvo bien que los policías estuvieran insultando y agrediendo manifestantes atrás de sus escudos. No estuvieron bien las detenciones arbitrarias contra ciudadanos pacíficos, o las selectivas contra jóvenes activistas por el único “delito” de serlo o peor aún, sólo porque se manifestaban. Y nada de eso estuvo bien porque a todo eso es lo que se le llama provocación.
    La misma táctica de siempre. Lo sabemos, así era en los tiempos del viejo PRI. En el 52, en el 58, en el 68, en 1971.
    Lo que sorprende es que todo esto esté pasando ahora y nada menos que en la que hasta hace poco se ostentaba como “la ciudad de la tolerancia”. En el DF, bastión de la izquierda, entendida esta, por lo menos, como “como símbolo de libertad”. Son palabras de Miguel Angel Mancera.
    Lo peor es que pensamos que se había aprendido la lección del 1 de diciembre. Pero no. Otra vez el nombre de quien fuera Procurador del GDF el 1 de diciembre y ahora Secretario de Seguridad Pública del GDF. Sus huestes. Sus métodos… Y sus lealtades.
    Pues algo que llama la atención es el empeño, otra vez, con el que se insiste en que la violencia fue obra del “radicalismo” obradorista, de los “violentos” ultraizquierdistas. Y el papel de algunos de esos llamados “ultraizquierdistas” –muy de la mano de los intereses policiales- haciendo gala de su ultraizquierdismo, de “su” obradorismo, de “su” anti-priísmo; azuzando la violencia, tratando de orientar las protestas, difundiendo fotos en las redes para “señalar” culpables propagando versiones contradictorias… precisamente para abonar a la insidia de que todo parte de la iniciativa de “la ultraizquierda”.
    La otra cosa es que este incidente se da justo en medio del conflicto que involucra desde hace meses a la jefatura del DF con otros grupos políticos en disputa por el poder, señaladamente con el de su antecesor; algo tan lamentable como que si no se corrige, y se aclaran las lealtades, la credibilidad y la eficacia del gobierno de Miguel Angel Mancera, su honestidad que le reconocen algunos en la izquierda, pueden quedar en entredicho. Conste que esto lo decíamos aquí mismo desde hace meses, con motivo de los incidentes de la toma de posesión de Enrique Peña: que o se hacían deslindes y se asumía todo el liderazgo o el vacío sería contraproducente.
    Es que la represión vivida el 10 de junio, como la del 1 de diciembre, tienen, en efecto, rasgos comunes con las grandes represiones vividas en el México del viejo PRI: protestas pacíficas desbordadas por grupos minoritarios (infiltrados), con la estrategia de desatar el caos y justificar la represión. Vulgares ajustes de cuentas entre políticos. Por lo que la pregunta que queda en el aire, la pregunta correcta que Mancera tendría que responderse es: ¿quién pretende ganar con todo esto y qué quiere ganar exactamente?
    El hecho es que, vistas las cosas con la serenidad que se impone y muy más allá del análisis que se reduce al DF, nada sería más equivocado -y contraproducente- que mantener el clima de persecución y azuzar los sentimientos que tienden a criminalizar la protesta estigmatizando a líderes como AMLO o activistas como muchos de los que se detuvo y todavía ayer seguían detenidos, por el sólo hecho de no ser parte del coro de alabanzas oficiales.
    Peor, mucho peor, sería satanizar la salida de los jóvenes a las calles y su empeño en ser actores políticos.
    En una ciudad que creíamos ejemplar en el ejercicio de las libertades, donde los ciudadanos nos sentíamos seguros de poder expresar nuestra opinión, nuestras discrepancias, hoy mismo hay miedo de salir a la calle y de asistir a una marcha o a un mítin. Peor aún, hay miedo de ser joven.
    Los relatos estremecen, por lo que evocan. Y por lo que parecen confirmar.
    Es que eta vez no fue sólo el ciudadano inocente convertido en violento delincuente como pasó el 1 de diciembre, ahora es también el joven luchador social que fue a la marcha conmemorativa porque ese es su derecho y sólo por eso fue detenido con lujo de violencia e incomunicado por más de 24 horas. O la mujer, también activista, madre soltera, trabajadora, que fue llevaba en vilo por granaderos, despojada de su blusa y arrastrada a patadas y puntapies hasta la patrulla que la llevó al MP.
    No, nada de eso pasó un día cualquiera de 1968. No es tampoco el relato de los sucesos del día de Corpus de 1971. Esto y más pasó en la Ciudad de México el 10 de junio pero de 2013.
    Decíamos hace meses que la importancia del resurgimiento del activismo juvenil era una esperanza. Y que eran una esperanza porque en un país tan sobrado de estatuas y “héroes” de a mentiras pero carente de ciudadanos, ellos, los jóvenes, estaban enseñándonos a serlo.
    A ser ciudadanos. Y también héroes. Los protagonistas de un nuevo renacer, de una auténtica revolución, desde luego y sobre todo pacífica
    Con eso quieren acabar. ¿Es que lo permitiremos y es que eso lo va a hacer un gobierno reputado “de izquierda”?

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