PRESIDENCIAS VIAJERAS
Ricardo Monreal Avila
(Intro: Nadie postula el provincianismo como divisa de la política exterior de México. Pero tampoco la restauración del “turismo político” como la divisa distintiva de las presidencias viajeras)
El pasado fin de semana, Enrique Peña Nieto inició la décima gira internacional en sólo seis meses y medio de mandato (la número 13 si consideramos los viajes como “presidente electo”).
Es una visita al Reino Unido para asistir a una reunión del G8, donde estarán los dirigentes de los ocho países más poderosos del planeta (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia), que en esta ocasión tratarán los temas de impuestos, comercio y transparencia, donde ciertamente México no tiene gran cosa que aportar, y sí mucho por aprender.
A pesar de que la reunión principal con la que se justifica oficialmente el viaje (G8) es hasta el día de hoy martes 18, en Belfast, el mandatario mexicano llegó desde el sábado a Londres,  día en el que no labora ninguna oficina gubernamental, salvo la policía, los servicios de emergencia y las destinadas a atender a los turistas extraviados. De hecho, los mandatarios del G8 llegaron a partir del lunes 17, ya entrado el día.
Lo atractivo de los fines de semana en Londres los meses de Junio son los museos, los conciertos y las compras en los grandes y exclusivos centros comerciales, que suelen colocar atractivas ofertas. Por ejemplo, la emblemática y exclusiva tienda Harrods anunciaba en su portal este fin de semana: “enjoy savings of up to 50% off”  en vestidos para dama, sacos para caballeros, bolsas, perfumes, regalos y accesorios para la casa. Obvio, todo ello para quien pueda gastar en libras esterlinas.
En este contexto, no es extraño que la principal actividad presidencial de la gira oficial el pasado domingo 16 haya sido el envío de un mensaje vía Twitter felicitando a los mexicanos por el día del padre. De hecho , el portal de la Presidencia no reporta comunicado oficial alguno los días 15 y 16, por lo que puede considerarse que fue un flemático y bien merecido “english weekend” presidencial.
Ya respuesta del jetlag por el cruce de siete husos horarios, la comitiva presidencial inició propiamente la gira ayer lunes con tres reuniones: con el viceprimer ministro del Reino Unido, Nick Clegg; con empresarios de la Confederación de la Industria Británica en la sede del HSBC y cerró el día con una conferencia de prensa.
Una gira internacional cada 19 días, con duración promedio de 3.5 días, ¿son muchos o pocos viajes?  Depende de lo que el país consiga… y quién usufructúe esos viajes.
Hasta ayer, las 10 giras presidenciales se han traducido en cuatro acuerdos comerciales y cuatro encuentros con grupos empresariales, donde la “venta de marca” o atractivo económico se ha centrado en una condición futura de realización incierta: la reforma energética. De hecho, el llamado “mexican moment” depende de qué tanto se abra realmente este sector estratégico, y no tanto el de telecomunicaciones o cualquier otro.
Los mercados internacionales pasaron de la euforia inicial de los primeros días del nuevo gobierno a la cautela financiera: ingresaron 14 mmdd en el primer semestre de EPN, pero salieron 25 mmd, motivados por la incertidumbre en los alcances de las reformas fiscal y energética, además de la inseguridad que no cesa. En este sentido, las giras internacionales no han sido ciertamente benéficas para la economía ni el comercio del país. El nuevo activismo diplomático no alcanzó siquiera para que Herminio Blanco obtuviera la OMC.
En cambio, las exposiciones y presentaciones personales de EPN han tenido un fuerte peso en las giras. Hablamos de 25 encuentros bilaterales con otros tantos mandatarios, de 7 participaciones personales en eventos multinacionales, de dos pláticas magistrales y de 13 conferencias de prensa. Esto nos muestra como las giras están diseñadas realmente para proyectar más la figura personal del presidente, que para relanzar al país mismo como nuevo polo o destino económico.
Otro indicador para evaluar las giras internacionales es el contraste con los viajes de otros mandatarios de naciones más globalizadas que México. De acuerdo a sus páginas oficiales, Barack Obama, en su primer año de gobierno (2009) realizó 15 giras internacionales. El presidente español, Mariano Rajoy, reportó 18 viajes en 2012. Mientras que la canciller alemana, Angela Merkel, consigna ocho giras oficiales en este primer semestre.
En México, Felipe Calderón realizó  seis viajes en su primer semestre de gobierno; Vicente Fox, siete giras. En la era priista, los presidentes más viajeros fueron Luis Echeverría y Carlos Salinas, con promedio de 11 giras anuales, aunque el imaginario colectivo atribuya a otro mandatario mexiquense, Adolfo López Mateos, ser el presidente más viajero de nuestro historia.
Nadie postula el provincianismo como divisa de la política exterior de México. Pero tampoco la restauración del “turismo político” como la divisa distintiva de las presidencias viajeras. 
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