TA´EN CHINO
Ricardo Monreal Avila

China es actualmente una de las potencias económicas y todo indica que en dos décadas será uno de los tres centros de un previsible nuevo orden internacional multipolar (junto a Estados Unidos y Europa). Es importante, entonces, establecer desde ahora sólidas relaciones económicas y políticas con el dragón asiático. Sólo que este acercamiento no deber ser a cualquier precio ni a cualquier costo.

En el nuevo marco de relaciones entre México y China que promueve el actual gobierno se encuentra una cláusula que implica la rendición de México hacia cualquier política exterior de promoción y protección de los derechos humanos en otros países. En el acuerdo de 33 puntos firmado el pasado martes entre los presidentes peña Nieto y Xi Jinping, se encuentra la declaración expresa de que “México expresa su firme apego al principio de una sola China”, ratificando con ello que Taiwán y el Tíbet forman parte “inalienable” del territorio chino y los “asuntos tibetanos son asuntos internos de China”.

Es el retorno de la política exterior priista del siglo pasado de hacerse de la vista gorda frente a regímenes antidemocráticos, a condición de que tampoco se cuestionara la democracia mexicana asentada en el “fraude patriótico”, en las “elecciones a la mexicana” y en la represión selectiva de disidentes y opositores al régimen.

¿Qué obtuvimos a cambio de esta renuncia de facto al activismo de la política exterior mexicana a favor de los derechos humanos en todas partes del mundo, pero de manera especial en China? Que se levantaran las restricciones a la exportación de carne de cerdo y al tequila mexicano. Ta´en Chino si esta va a ser la tónica de la  nueva “asociación estratégica integral” entre ambos países, porque estaremos intercambiando soberanía nacional por espejitos y collares, o independencia política por cacahuates chinos.

Sabemos que muchos de los integrantes del actual gobierno piensan que la soberanía nacional y la independencia política son unas entelequias y “no dan de comer al pueblo”. Sin embargo, si así hubiesen pensado en su momento los dirigentes chinos, norteamericanos y europeos, hoy estos países no serían una potencia económica sino algún satélite de otro país.

Esta es precisamente la conclusión del economista  Ha-Joon Chang, en su obra “Pateando la escalera. Desarrollo estratégico en una perspectiva histórica” (Juan Pablos Editor, México 2011), cuando señala que “los países desarrollados no llegaron donde están por medio de las políticas y las instituciones que ahora recomiendan a los países en desarrollo. La mayoría de ellos aplicó de manera activa malas políticas comerciales e industriales, tales como la protección a las industria naciente y subsidios a la exportación y a la agricultura, prácticas que hoy en día son mal vistas, e incluso explícitamente prohibidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC). No fue sino hasta que ya estuvieron muy desarrollados (es decir, hacia finales del siglo XIX o principios del XX) cuando estos países contaron con algunas instituciones que hoy son consideradas como esenciales para los actuales países en desarrollo, incluyendo instituciones como la banca central y las sociedades anónimas” (p.15).

Con un inocultable interés geopolítico, el Presidente de la República Popular de China, Xi  Jinping, visitó varios países de América Latina justo cuando la economía norteamericana se encuentra debilitada y sus exportaciones de mercancías y capitales empiezan a perder terreno en todo el planeta. En cambio China empieza a ganar importantes mercados en todo el mundo y, especialmente, en este continente.

Por ejemplo, China es actualmente el segundo socio comercial de México, después de los Estados Unidos. Mientras que México es el segundo mercado en importancia para los chinos en Latinoamérica, después de Brasil. Sólo que esta relación comercial mexicochina es bastante asimétrica. El año pasado importamos de China 57 mil millones de dólares, mientras que sólo alcanzamos a colocar 5 mil 721 millones de dólares en aquella nación. Un déficit comercial abismal.

¿Qué le vendimos a China? Petróleo y recursos minerales. ¿Qué empresas mexicanas se instalaron el año pasado en aquél país? Algunas firmas de comida típica, entre ellas una de tacos al pastor, el Tizoncito.

En cambio nosotros compramos de China casi todo lo que hay en los hogares. Desde productos eléctricos hasta ropa, desde muebles  imitación madera hasta figuras de la virgen de Guadalupe, pasando por tequila y zapatos de todo tipo. El asunto de la calidad de estos productos es tema aparte.

El dragón chino, gran consumidor de recursos energéticos, voltea hacia México por las mismas razones que lo hace el resto de las potencias que son atraídas por el Mexican Moment, o el deseo de acceder a los recursos naturales del país, petróleo, gas y minerales, en cuanto la reforma energética lo permita. Una especie de venta anticipada de garaje, para lo cual China parece estar comprando un boleto de primera fila con el préstamo de mil millones de dólares para Pemex.

Ya veremos si en esta apuesta al futuro no resultan timados o decepcionados, porque a diferencia de China, aquí sí hay mecanismos (imperfectos) de democracia, transparencia, división de poderes y opinión pública que tendrán la última palabra.

Si en materia de democracia, derechos humanos y políticas medioambientales  poco o nada hay que aprender de China, en materia económica sí hay apuntes que tomar. La más evidente: si se quiere recuperar el crecimiento, el empleo y el bienestar de la población, hay que modificar la política económica actual, abandonando el dogmatismo neoliberal económico y adoptando un pragmatismo y realismo de Estado más acorde con la historia y las necesidades socioeconómicas del país. ¿Qué implica esto? Mirar al mercado interno, sin perder de vista la globalización. Proteger a los sectores productivos nacionales (campo e industria), sin cerrarse a la apertura comercial y tecnológica. Mantener el carácter público de los sectores estratégicos, sin dejar de modernizarlos. Cuidar la inflación y el déficit, sin ahogar la inversión privada ni paralizar la inversión pública. Generar riqueza distribuyéndola y combatir la pobreza con empleos estables y bien remunerados. Como se aprecia, Ta´en Chino.