domingo, 27 de abril de 2014

El despertar
 Gutiérrez, la envidia de Pantaleón
José Agustín Ortiz Pinchetti
H
ay casos grotescos de la corrupción política en México. Ejemplo, el de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, ex presidente del PRI en el DF. La valentía y oportunidad de Carmen Aristegui y su equipo permitieron entrever la organización de una infamia. Hay mil más que se nos ocultan. Hasta donde se sabe Gutiérrez no organizó una red de prostitución, sino un serrallo para su propio uso: las muchachas contratadas como personal administrativo daban al líder una compensación personalizada para compensar sus fatigas. Gutiérrez gastaba al año en esta autoprestación 3 millones de los 64 que recibía del instituto electoral. Por supuesto, hay delitos graves. La procuraduría del DF debe identificar responsabilidades y proceder. Llama la atención no sólo el abuso, sino su excelente organización; se nota estructura: manuales redactados cuidadosamente, procesos estandarizados, equipo bien articulado. El gran Pantaleón envidiaría la eficacia del proceso de reclutamiento, capacitación e inducción para sus visitadoras.
Lo peor: todas estas corruptelas son reveladas, criticadas y caricaturizadas sin que suceda nada. La impunidad es el problema. Los políticos tienen la tentación de manejar influencias y obtener ventajas indebidas. La diferencia está en que los países donde hay verdadero estado de derecho es mucho más difícil escapar al castigo.
Hay algo peor que la impunidad: la simulación. La capacidad que tiene el sistema de manipular a la opinión pública y encubrir los hechos presentándolos, ocultándolos y convenciendo a la población de que son inevitables. El cinismo de la complicidad delictiva es expresión de la impotencia, la cobardía y el sometimiento de una parte sustancial de la población, en particular de las élites que critican y hacen chistes en privado y declaraciones públicas anodinas, pero finalmente se adaptan.
¿Cuánto cuesta en México la impunidad y la simulación? Los análisis más rigurosos dicen que 2 por ciento del PIB anual, es decir, 130 mil millones de pesos. Según otros cálculos podría llegar a 10 por ciento, es decir, 650 mil millones. Dinero suficiente para que la economía de México alcanzara 5 por ciento anual y no fuera necesaria una reforma fiscal regresiva.
No quiero contribuir a aumentar la sensación de impotencia. Es probable que de la acumulación de evidencias surja una nueva conciencia y ahí está, aún débil y lejana, la posibilidad de la salvación colectiva. Si una parte sustancial de la ciudadanía comprende que la corrupción, la impunidad y la simulación no sólo envenenan la vida pública, sino que alteran y empobrecen la vida de cada quien, podría haber esperanzas, sobre todo si esa conciencia se convierte en participación. Hay indicios de esta nueva conciencia, debemos observarlos y alentarlos para que se multipliquen.

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