LA TENTACIÓN CHINA
Ricardo Monreal Avila

(Intro: El modelo chino es una tentación para cualquier gobierno que quiera dar el” salto de la rana” en materia de reformas económicas por un lado y, a la vez, mantener una estricta dominación política sobre su sociedad, por otro lado).


El presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, nos visita esta semana, lo que implica analizar los cambios que han experimentado ambos países.

Hace 25 años, México y China emprendieron sendas reformas a sus economías, caracterizadas grosso modocomo capitalismo de Estado, en función del papel preponderante del sector público en sus sistemas de producción. Los resultados son contrastantes.

China es un imperio económico en ascenso, mientras que México sigue en su condición de economía emergente y arrastrando los mismos o más graves problemas de desigualdad, pobreza y crecimiento insuficiente que hace un cuarto de siglo. ¿Qué hizo China bien y que hizo México mal?

China es un ejemplo a considerar en su esquema de crecimiento económico. Abandonó el dogmatismo economicista de la izquierda decimonónica (la planeación económica centralizada, el Estado propietario de los medios de producción, y la distribución por encima de la generación de la riqueza) y adoptó un pragmatismo económico de Estado.

Se abrió gradualmente al exterior reservándose los sectores estratégicos de la economía (energía, bancos, infraestructura), fortaleció el mercado interno mediante una miríada de pequeñas y medianas empresas, fomentó la pequeña propiedad en el campo y las cooperativas privadas de consumo, invirtió en escuelas tecnológicas y universidades para sus millones de jóvenes (capital humano), creó un sistema de seguridad social universal donde sí hay medicinas y hospitales equipados, promovió una política demográfica socialmente razonable, la rectoría económica del Estado se concentró en la realización de las obras de infraestructura pública más grandes del planeta (presas, termoeléctricas, aeropuertos, puertos marítimos, autopistas) y promovió políticas comerciales y de inversión mixtas, donde el Estado se asoció con capital privado nacional y extranjero.

En esos mismos años, México promovió también reformas a su capitalismo de Estado, pero las hizo con exceso de dogmatismo económico. Se abrazó a una ideología que hoy cuestionan hasta sus propios creadores (el neoliberalismo economicista), aplicando indiscriminadamente la globalización, la privatización, el librecambismo y la contención salarial de los trabajadores, con los resultados económicos que todos conocemos en materia de crecimiento, desigualdad, inseguridad, desempleo y pobreza. Además, esta transición se hizo a través de una de las modalidades de capitalismo que mayor corrupción generan, el “capitalismo de cuates” o de “cómplices”, donde los monopolios de Estado sólo cambian de mano y se transforman en monopolios privados de amigos, socios o prestanombres.

Ahora bien, el modelo chino es una tentación para cualquier gobierno que quiera dar el” salto de la rana” en materia de reformas económicas por un lado y, a la vez, mantener una estricta dominación política sobre su sociedad, por otro lado.

Crecer a tasas del 8% del PIB nacional durante más de una década, tener una clase media emergente de 300 millones de familias y una de las fuerzas de trabajo juveniles mejor calificadas, todo ello sin elecciones, sin sindicatos, sin manifestaciones, sin parlamentos beligerantes y sin tener que respetar los derechos humanos ni las normas medioambientales, pues la verdad que sí es un poderoso imán de atracción para cualquier gobierno que busque ser “eficiente”, dentro de la ideología tecnocrática dominante.

El dragón chino, gran consumidor de recursos energéticos, voltea hacia México por las mismas razones que lo hace el resto de las potencias en este momento: acceder a los recursos naturales del país, petróleo, gas y minerales, en cuanto la reforma energética lo permita. Hacer lista de espera en esta venta anticipada de garage.

Ya veremos si no resultan timados o decepcionados, porque a diferencia de China, aquí sí hay mecanismos (imperfectos) de democracia, transparencia, división de poderes y opinión pública que tendrán la última palabra.

En conclusión, si en materia política poco o nada hay que aprender de la antidemocracia china, en materia económica sí hay apuntes que tomar. Si se quiere recuperar el crecimiento, el empleo y el bienestar de la población, hay que modificar la política económica actual. Mirar al mercado interno, sin perder de vista la globalización. Proteger a los sectores productivos nacionales (campo e industriales), sin cerrarse a la apertura comercial y tecnológica. Mantener el carácter público de los sectores estratégicos, sin dejar de modernizarlos. Cuidar la inflación y el déficit, sin inhibir la inversión privada ni paralizar la inversión pública. Generar riqueza distribuyéndola y combatir la pobreza con empleos estables y bien remunerados.