jueves, 31 de octubre de 2013

La locura por la salud
Octavio Rodríguez Araujo
V
eo con profunda preocupación la locura creciente de mucha gente obsesionada con la salud. Los que fuimos jóvenes hace 40 años y más no entendemos bien a bien esta obsesión. Se quiere que la gente viva más y a la vez hay preocupación creciente (de expertos y gobiernos) por el costo que significará (que ya significa) esta longevidad para los sistemas de pensiones y de salud. Se ha establecido una suerte de lucha por la vida, entre más larga mejor, como si se pudiera derrotar a la muerte.
Están equivocados de pies a cabeza. Sanos o enfermos nos vamos a morir y, como dijera el cardiólogo Teodoro Césarman, vale más vivir enfermo que morir sano. ¡Cuánta razón tenía! Y yo añadiría que en lugar de tratar de vivir más años mejor sería tratar de vivir mejor, de acuerdo con nuestros gustos, debilidades y posibilidades. Bien observó Platón que la atención a la salud es el obstáculo más grande para vivir.
Leí el martes en La Jornada en línea que la presidenta de la Comisión de Desarrollo Social de la ALDF indicó que se plantea obligar a todo tipo de establecimiento mercantil, ya sea de impacto zonal, vecinal y de bajo impacto, a informar del contenido calórico y brindar agua purificada de forma gratuita a consumidores de alimentos.
Lo anterior no es el único ejemplo de locura, hay otros muchos. Ya veo al vendedor de tacos de canasta con una lista de las calorías de los productos que vende: tantas de la tortilla, otras tantas del chicharrón, los frijoles, las papas y, además, los mililitros de aceite empleado, el tipo de aceite (girasol, maíz, etcétera). En los restaurantes esta medida querrá decir que el cocinero o el chef (problema de ingresos) deberán saber, además de preparar comida sabrosa, el monto total de calorías (y grasa) de cada uno de sus platillos y así indicarlo en el menú o la carta. Competirán los tacos de cochinita pibil con los de maciza y los ribeyes con las arracheras, el queso panela con el gorgonzola y los espaguetis con el arroz al vapor. ¿Pasteles?, ni pensarlo, ni siquiera en las bodas o en los cumpleaños.
¿Cerveza y vino? tampoco. La cerveza clara de lata tiene 145 calorías y el vino tinto 120 por copa. ¿Y las botanas?, mucho menos. Una bolsita de cacahuates fritos y salados, como esas que dan en los aviones, tiene 180 calorías y 14 papas fritas de bolsa más de 150. Mejor convertirse en vegetarianos. Que empiece la presidenta de la Comisión de Desarrollo Social de la ALDF, quien según sus imágenes en Google, no está precisamente delgada (muy en su derecho, aclaro).
La locura alcanzó también a los médicos, particularmente a los que son titulares de instituciones de salud o directores de proyectos de investigación. Con tal de conseguir más recursos, cada vez que tienen la oportunidad nos informan, vía conferencias de prensa o boletines, que la enfermedad que estudian es importantísima y que miles y miles de personas mueren cada año por su causa o que le cuesta al sector salud miles de millones de pesos. Son oportunistas, hay que decirlo, porque viven de eso, de su materia de estudio, y quieren siempre más recursos y darle lustre a su especialidad.
El lunes pasado una supuesta experta declaró sin sonrojarse que la obesidad es una de las causas de la psoriasis (también soriasis) y añadió que hay evidencia de que la grasa abdominal presente en personas con exceso de peso incide en el desarrollo de esta enfermedad. En la misma entrevista se contradijo al detallarque hay factores genéticos y mucha mayor predisposición de un paciente con soriasis a ganar peso y hacerse gordo. ¿La soriasis es causa o efecto de la obesidad o simplemente no tiene nada que ver? Como se conmemoró el martes el Día Mundial de Lucha contra la Soriasis y está de moda el tema de la obesidad, pues viene bien hacer declaraciones que relacionen ambos problemas. Así llaman más la atención.
No engorden, no fumen, no beban alcohol, no tomen refrescos ni coman tacos al pastor de cerdos que no sean orgánicos y sin grasa. Y, a propósito, una lata de refresco de cola tiene 149 calorías y una equivalente de cerveza clara, como ya se dijo, 145. ¿Por qué se quiere legislar y aumentar impuestos a los refrescos y no a las cervezas con alcohol? ¿Por las cuatro calorías de diferencia?
La doctora Gro Harlem Brundtland, anterior directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la primera que convirtió la lucha contra el tabaco en una cruzada de la institución que dirigía antes de la actual doctora Margaret Chan, dijo en 2002 que El tabaco es la principal causa de muerte, mucho más grande en dimensión que todas las otras formas de contaminación.
Años después de esa tontería, la misma OMS descubrió en 2013, hace unos días, que eso no era cierto y que la contaminación ambiental es más peligrosa que el humo del tabaco y que produce más cáncer pulmonar que éste. Esta noticia, publicada en todo el mundo, provocará escozor en los grupos antitabaco que viven de los apoyos que reciben de fundaciones de fundamentalistas millonarios como Michael Bloomberg. Éste, uno de los cien hombres más ricos del mundo, cuya fortuna rebasa los 25 mil millones de dólares, se ha dedicado a subir impuestos desmedidos al tabaco y a prohibir su consumo en casi toda la ciudad de Nueva York que gobierna como alcalde. Ahora ya no es sólo enemigo del tabaco sino también de los refrescos y ha sido usado como referencia por los legisladores mexicanos para justificar un aumento al precio de las bebidas azucaradas vía impuestos especiales.
Tan contentos que vivíamos cuando no había tantas prohibiciones. ¿Vivíamos menos? Es un decir, pues en realidad vivíamos mejor sin privarnos de nada y éramos menos sedentarios, que es lo que realmente engorda. Cuando se comen más calorías de las que el cuerpo quema, la gente engorda. Así es de sencillo.

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