Los impunes (y unos cuates)
Hermann Bellinghausen
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odo el tiempo pueden. ¿Desde hace cuánto? Los grupos gobernantes y sus socios (con frecuencia ellos mismos con nombres alquilados) llevan muchos años haciendo lo que quieren, es decir, amasando bajo nuestras propias narices fortunas irracionalmente abultadas con las riquezas y el sudor de los mexicanos. Para conseguirlo han dado en meter reversa sistemática a las leyes que eran conquistas del pueblo. Sí que lo eran, aunque imperfectas, y mira que costaron. Hay quien ubica este proceso como un golpe de Estado dentro el PRI. Inicia en 1982 y da el gran salto tres años después, cuando el grupo salinista toma las riendas de la economía y la política. La herencia revolucionaria del Estado dio el último suspiro. No en balde algunos de sus nuevos aliados venían de un maoísmo revolucionario insospechadamente mutado en neoliberal antes que en China misma. No ha habido manera de llamarlos a cuentas, de pararlos. Con toda clase de socios emprendieron una demolición de México que no cesa, antes bien avanza. Empeora. Y ellos tan campantes. Presumen obrar lo correcto para el futuro de la economía de mercado, que no es el futuro que quiere la gente. Un siglo de revoluciones fallidas en el mundo nos contempla: millones de rebelados defraudados. ¿Qué tanto es un ejido, un sindicato?
Resulta ridículamente fácil identificarles el rostro, conocer sus nombres, incorporarlos al folclor urbano. La notoriedad es parte de su impunidad. Los fraudes del periodo (electorales, Fobaproa, las sucias privatizaciones y nacionalizaciones desmanteladoras, las cajas chicas, los sueldos de lujo pagados a los expresidentes por potencias extranjeras, etcétera) están documentados. De cualquier manera ninguno está en prisión ni ha devuelto nadie nada. Al contrario, siguen quitándonos. Lo asombroso es que tras de tanto saqueo siga habiendo recursos y fronteras que vender.
Llevaban tres décadas jeringándonos con las mentadas reformas estructurales, mientras su entrega a Washington se convertía en la verdadera Contrarrevolución Mexicana. Irónicamente, en el estreno de su primer gran producto, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las promesas de primer mundo tropezaron con un levantamiento armado de los de endenantes, de los de hasta allá, los de hasta abajo.
El avance contrarrevolucionario del PRI encontró aliados extremadamente útiles en la derecha confesional, el PAN y una nueva generación de empresarios monopólicos prohijada por las privatizaciones. Salvo algunos neo banqueros de la primera camada y un hermano del jefe, nadie pisó prisión, aunque por un rato se anduvieran entrematando. Cuando han sentido presión electoral o social de los mexicanos inconformes, estas alianzas les permiten mantener riendas y rumbo para cumplir los compromisos derivados del consenso priísta-panista con la Casa Blanca y el Pentágono.
Una ayuda clave para prosperar en el nuevo milenio y más allá del infinito se las brindó el florecimiento simultáneo de grandes pandillas en torno al narcotráfico. Con sus rudezas, representan la avanzada del nuevo capitalismo. De los narcos el poder aprendió que realmente es posible, y hasta preferible, desobedecer las leyes, darles la vuelta y vaciarse de servidores públicos dispuestos a seguir cumpliéndolas. Quizás narcos, empresarios y políticos no son lo mismo, pero son iguales. Ahora el poder, de la mano de esa sociedad de interés llamada clase política (la de curules, gubernaturas, alcaldías, aparatos partidarios y negocios paralelos) culmina su larga marcha a la aniquilación de las leyes nacionalistas (nacionales); le tomó 30 años de escandalosos fraudes electorales y un descontento social con vocación autónoma que el Estado barniza con dineros, promesas y represiones sin freno. Hubo levantamientos armados legítimos, se desoyeron, y pronto los inundaron y cercaron levantamientos armados ilegítimos de cárteles criminales, sospechosamente funcionales al poder político y sus proyecciones expropiadoras, las cuales eufemismos más o menos en las actuales fechas alcanza extremos que la Historia juzgará rateriles y desvergonzados, como las uñas de Santa Anna. Admitamos que su caricatura será la nuestra, pues no los frenamos.
A juzgar por sus caras y discursos, creen que la función de gala apenas comienza. De ahora en adelante, como ya venía ocurriendo, sus arcas estarán repletas, lo nuestro no será ya nuestro y lo suyo reposará en las islas Caimán y, por qué no, en la bolsa de valores. Total que juzgados, bancos, cámaras, palacios de gobierno, ayuntamientos, regimientos y procuradurías están bajo control. Así ¿quién podrá castigarlos? Ocasionalmente algunos salen raspados, pero con curita y abogados.
Lo montaron bien. Si los alcanza el escándalo, con aguantar vara pasa la tormenta. Tal es la filosofía cínica detrás del Acueducto Independencia, la torre Mitikah y la de Luz bicentenaria, la mina San Xavier y las eólicas en el Istmo. Al fin que lo caido, caido.