jueves, 19 de enero de 2017

COLUMNAS

Periodismo mexicano: Junco de la Vega sin ética; Ricardo Alemán carroñero tardío, Aristegui obsesiva

@jlca007jue 19 ene 2017 08:50
 
 
Carmen Aristegui y Joaquín Vargas
Carmen Aristegui y Joaquín Vargas
Foto propiedad de: Internet
La semana que está por terminar con un suceso traumático a nivel mundial: el ascenso del políticamente inestable y antimexicano Donald Trump como jefe de la nación más poderosa de la tierra quien se convertirá mañana en presidente de los Estados Unidos, sin duda es una de las peores que ha tenido el sexenio peñista.
Es que efectivamente el presente hebdomadario periodo ha sido por demás anticlimático para nuestro país, para el gobierno y hasta para los medios de comunicación.
Las escenas de violencia que presenciamos en Playa del Carmen el lunes, en Cancún el martes, días en los que el crimen organizado mostró su poder y su capacidad corruptora, son señales de que el combate a los narcotraficantes iniciado con afanes legitimadores por Felipe Calderón y continuado por el presente régimen, sigue fracasando.
Pero la descomposición social que genera el empoderamiento de los carteles en ya casi todo el territorio nacional, toca ya de manera sensible las conductas de nuestra juventud.
Apenas ayer en un colegio de Monterrey, un joven, producto inequívoco del tipo de sociedad disfuncional que hemos creado con nuestra inconciencia de padres y la ineficiencia de las autoridades para vigilar los centros de enseñanza de esa amenaza constante que representan los adolescentes perturbados por el bombardeo de escenas apologéticas de la violencia y de las narco-series que reciben básicamente de la televisión, atentó contra su maestra y sus compañeros de clase para después suicidarse con un arma que al parecer fue comprada en Estados Unidos, es otra muestra de la descomposición social en la que vivimos.
Y ante ese escenario de caos y violencia algunos medios de comunicación insisten en tomar esos proditorios y atroces acontecimientos, como elementos que les sirven para incrementar sus decaídos niveles de influencia, penetración y ventas.
Esa actitud en nada favorece a la urgente recomposición que demanda el país prácticamente en todos sus órdenes.
Veamos caso por caso.
Del evento ocurrido en Monterrey alguien tiene que ser el responsable de la filtración del video de la cámara de seguridad instalada en el salón de clases donde ocurrieron los hechos.
Quien resulte responsable debe ser castigado de acuerdo a lo dispuesto por las leyes que ayer mismo invocó el secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong en relación a la protección de datos de quienes sean víctimas de cualquier delito.
Pero, otra vez, Federico Arreola toca tierra cuando en su columna de ayer se pregunta si era necesario el amarillismo de los dueños de la cadena de diarios como Reforma, El Norte, Mural y otros, los señores Junco de la Vega, que para incrementar su rating publicaron fotografías del terrible acontecimiento.
Se pregunta Arreola:
“El más importante editor de periódicos de México, (apunte del redactor de esta nota: yodudo que Junco sea el más importante editor de México) Alejandro Junco de la Vega, de El Norte, de Monterrey; Reforma, de la capital del país, y Mural, de Guadalajara, ha cometido una falta ética grave: publicar la fotografía de un menor de edad baleado en el Colegio Americano del Noreste.
¿Valía la pena hacerlo, señor Junco? Antes de responder trata de anticipar si para la madre del niño ese ha sido un ejercicio de periodismo responsable.
Alejandro, no voy a caer en la vulgaridad de pedirte que en tu mente, en lugar de la foto del niño baleado, al que seguramente no conoces, pongas la de un chiquillo que conozcas y, por lo tanto, su tragedia te duela. Yo hice tal ejercicio y decidí que en el modesto SDP Noticias no debíamos publicar la foto del pequeño”.
Sin comentarios.
El periodismo carroñero de Ricardo Alemán se lleva entre sus persistentes fobias y perdurables resentimientos a Ciro Gómez Leyva, cuando en su columna de ayer afirma que el conductor líder de los medios electrónicos nacionales lo ridiculizó, cuando hace algunos años, pronosticó la muerte de La Jornada.
La Jornada vive, sin duda una crisis de la que difícilmente podrá volver a salir como lo ha hecho, con ayudas ni siquiera tan sesgadas del gobierno, en otras ocasiones.
Si su actual crisis es producto de un saqueo por parte de sus directivos o de una mala administración, los hechos irán poniendo las cosas en su lugar.
Pero el resentimiento carroñero de Alemán contra La Jornada, contra López Obrador y ¡contra Ciro! por el hecho de que el prestigiado conductor informaba a sus audiencias que La Jornada no había muerto mostrando los ejemplares publicados esos días, y los siguientes, y los que salen hasta la fecha desde luego, es algo que no alienta el debate entre los medios en México.
Pero allá Alemán con su periodismo de resentimientos no superados mentalmente.
Finalmente, los aspavientos triunfalistas, amenazantes más que reivindicadores, del grupo de seguidores de Carmen Aristegui, por la reaparición de la periodista en un noticiero producido por su empresa vía internet, entusiasmaron a no pocos radioescuchas que, con muy entendible razón, están ya hartos de ineficiencias, connivencias y corrupciones del actual gobierno.
Y esos esperanzados mexicanos de encontrar en Aristegui un canal de denuncias ciudadanas y de conocer los acontecimientos que marcan la vida nacional sin sesgos partidistas, se quedaron decepcionados cuando vieron que Aristegui inició sus transmisiones recriminando, otra vez, la persecución que el gobierno ha hecho de sus criterios informativos.
Se esperaba que el noticiero de Aristegui en Internet, por el estilo exitoso y la personalidad controversial de la comunicadora fuera efectivamente eso, o sea un espacio informativo objetivo, crítico y plural.
Lamentablemente Aristegui inició sus transmisiones recordándole a Peña Nieto que ya regresó y puso como nota principal de su primer informativo el costo del hangar presidencial.
Un hangar que por cierto inició su construcción en tiempos de Felipe Calderón.
Pero la libertada de expresión para que efectivamente exista en un país que aspira a ser democrático como lo proclaman los políticos de todo signo y calaña, debe ser irrestricta.
Y dentro de ese concepto de libertad de expresión, el gobierno debe respetar a Carmen Aristegui con su línea informativa, sea la que ella decida tener, y punto.

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