Por Federico Arreola
31 de Enero, 2009 - 10:57
Dos de los periodistas más honestos y talentosos que conozco son Carmen Aristegui, con una larga trayectoria en los medios de comunicación mexicanos, y Víctor Hernández, quien apenas empieza su carrera pero que ya contribuyó a revolucionar en México, desde el internet, la forma de dar a conocer noticias y opiniones. Incluiría en esta categoría a Denise Dresser si no fuera porque, más que periodista, la considero politóloga. Brillante politóloga, debo precisar.
Víctor se ocupó de Denise en su más reciente columna publicada en el SDP. Desde el título ("Denise Dresser y la confortable oposición"), se nota que la Dresser le cae mal al director editorial de este diario digital. Eso me parece muy correcto porque no hay ninguna ley que nos obligue a simpatizar con todo el mundo. Por lo que a mí respecta, voy a decir que, aunque no la conozco (una sola vez charlé con ella, en un avión si no recuerdo mal), Denise Dresser me cae muy bien.
Aprendí a apreciar a la señora Dresser desde que me habló de ella el dueño del Canal 40 original, Javier Moreno Valle, quien hace años la contrató para conducir programas de debate o para realizar comentarios en los noticieros de esa televisora. Javier la elogió tanto que me convenció. Después Denise renunció al Canal 40, creo que debido a una molestia de Ciro Gómez Leyva porque esta dama había criticado a Manlio Fabio Beltrones, lo que por cierto podría explicar la molestia del senador Beltrones en el reciente discurso que la Dresser pronunció en el algún foro del llamado poder legislativo.
El senador Dante Delgado fue el que primero me habló, en términos muy elogiosos, del discurso de Denise, que pronto circuló por internet. Leí completa la alocución de la señora aquí en el SDP, y comprendí al hacerlo que Dante tenía razón: ella había leído un gran texto. Fue muy dura con los senadores y los diputados a los que, de plano, los puso como subordinados de Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego y otros empresarios que controlan monopolios en México.
En opinión de Víctor Hernández, lo que hizo Denise Dresser no sirvió para nada, excepto para elevar el prestigio de la politóloga ("se ve rete mona en la foto") cuyas conferencias, si cobra por las mismas, cada día se cotizan mejor. Si no cobra por sus intervenciones ante distintos públicos, debería hacerlo. Ya que, aunque en crisis, vivimos en una economía de mercado en la que todo cuesta y en la que todo se paga. Hasta los trabajos intelectuales de los más reconocidos socialistas que hay en México, lo que menciono simplemente para anticipar críticas tontas de mucha gente partidaria de un romanticismo izquierdista que nada más no tiene cabida en la práctica.
Víctor Hernández le ha sugerido a Denise Dresse que "si de verdad es sincera, y si de verdad quiere que cambie el país", pase de los discursos bonitos ante auditorios que no le hacen el menor caso a realizar acciones de comunicación más enérgicas con el poder y mucho más comprometidas con los de abajo. Sería bueno que ella lo hiciera, pero si no se le pega la gana hacerlo, de cualquier modo, en mi opinión, sigue siendo muy valioso su trabajo.
En los primeros comentarios de los lectores del SDP a la columna de Víctor, algunas personas incluyeron a Carmen Aristegui en la categoría de la "oposición confortable", si no por otra cosa porque "gana un súper sueldo, tiene un equipo de asistentes para desarrollar ‘su trabajo', vive y se mueve en un nivel económico muy por encima del promedio... y si algo no le parece o no le cuadra, se envuelve en la bandera de la ‘Libertad de Expresión' y se arroja al vacío en pleno sacrificio".
Voy a dar mi opinión. Confortable o no, la oposición intelectual es necesaria en este país en el que abundan los periodistas y escritores claramente vendidos. Creo que los excelentes textos de la señora Dresser son más eficaces en términos de contribuir a la lucha por la democracia en México que muchas manifestaciones callejeras izquierdistas, como las del viernes en la Ciudad de México, que molestaron tanto a los automovilistas que, sin duda, perjudicaron en vez de beneficiar a los movimientos de izquierda.
Ahora bien, en este contexto tengo que referirme a las marchas encabezadas por Andrés Manuel López Obrador, en muchas de las cuales he participado. Como casi todas se celebran en domingo y son muy ordenadas, son el mejor instrumento que tiene la oposición en México para cohesionarse sin molestar al resto de la población. ¿Y el plantón del verano de 2006? Aunque considero que hice lo correcto al estar en los campamentos del Zócalo y de las calles de Madero y Reforma, siempre pensé, y así se lo dije a López Obrador en numerosas ocasiones, que eso nos perjudicaba muchísimo. Simplemente por las enormes molestias causadas a los ciudadanos del Distrito Federal. Pero, al final, concluí que valió la pena pagar el elevado costo, ya que con eso se evitó un estallido social.
Volviendo a los textos inteligentes, bien escritos y muy disfrutables de Denise, aunque ella los redacte en la comodidad de su casa de clase alta y aunque se los paguen muy bien en Reforma (en la revista Proceso estoy seguro de que se los pagan muy mal), son más útiles, insisto, que las manifestaciones como las del viernes y también, ni hablar, que los mini mítines que cada domingo celebran en la Alameda capitalina pequeños grupos de ciudadanos partidarios de la resistencia civil pacífica. Éstos no molestan a nadie, pero tampoco impactan en la opinión pública. Sus líderes tendrían que reconsiderar sus estrategias.
Me gustaría que Denise Dresser participara más activamente en las actividades que realiza el gobierno legítimo, en el que intelectuales tan talentosos que ella (pienso en El Fisgón, en Elena Poniatowska y en Luis Mandoki, entre otros) contribuyen con su trabajo a la difusión de mensajes que no transitan adecuadamente por las vías de los tradicionales medios de comunicación. Pero si Denise no quiere hacerlo, si le parece que perdería "objetividad" o "rigor" periodísticos o académicos, pues, ni modo, creo que debo respetarla. Y la respeto. Desde luego, también respeto a mis amigos que piensan que ella no vale la pena. Cada cabeza es un mundo.
¿Qué decir del buen sueldo de Carmen Aristegui? Simplemente que debería ganar el doble o el triple o mucho más. No sólo por el gran dinero que ganan las estaciones de radio que la contratan por sus elevados niveles de audiencia, sino también porque lo que Carmen ha hecho por la libertad de expresión en nuestro país, como en el comercial de la tarjeta de crédito, eso no tiene precio.
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