Julio Hernández López
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■ De camorras y corderos
■ PRD: ¿nuevo cochinero?
■ Venganzas en Oaxaca y Chiapas
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EN DEFENSA DE LA ECONOMÍA POPULAR. Andrés Manuel López Obrador saluda a los asistentes a la asamblea informativa que se llevó a cabo en el Zócalo de la ciudad de México, donde señaló: “todo apunta, desgraciadamente, a que la situación en general va a empeorar. La crisis de Estados Unidos nos afectará más de la cuenta por la debilidad de nuestra economía”
Foto: Marco Peláez
Jesús Ortega (JO) ha buscado más de cinco veces entrevistarse con Andrés Manuel López Obrador. La respuesta ha sido no. El presidente del comité nacional perredista, sin embargo, ha decidido dar muestras de recompostura con el movimiento lopezobradorista, que semanas atrás era desdeñado (voces del chuchismo hubo que se mostraban impacientes porque el tabasqueño “aún” no dejaba el sol azteca). En ese contexto engañoso de presunta reunificación acelerada se ha dado el regreso “activo” del orteguismo al seno del Frente Amplio Progresista, el reconocimiento de que esta agrupación debe tener oficinas proporcionadas por el PRD, la aceptación de que AMLO es el líder de un abanico tan amplio que no puede hacer campaña exclusivamente con los candidatos de color negro y amarillo y, ayer, las declaraciones de JO en el sentido de que no habrá más “problema” con López Obrador y que en el PRD terminaron “los pleitos y los conflictos camorristas”, de tal manera que en el futuro inmediato los ciudadanos verán un partido serio, maduro, propositivo y bien portado.
Las reconsideraciones de Ortega pueden provenir de la medición del daño electoral que pueden sufrir tanto el paquete chuchista de candidatos a puestos de elección popular, como el PRD en su conjunto, si persiste la confrontación entre la coalición PT-Convergencia-AMLO y el partido del sol azteca dominado por Nueva Izquierda. Más si se toma en cuenta que en lugares como Guerrero se produjo una especie de sublevación cuando la directiva local perredista, contra la línea dictada por el comité nacional, envió una solicitud por escrito a López Obrador para formar alianzas de facto que eviten el síndrome de Acapulco (cuando, divididos, PRD y PT-Convergencia abrieron el paso al triunfo del PRI).
Sin embargo, la bandera blanca esgrimida por Ortega podría ser dolosa si continúa el proceso de elección “democrática” de candidatos en demarcaciones donde el PRD tiene fuerza, pero ésta será casi inevitablemente dividida, y mediáticamente expuesta a nuevos desgastes como los sucedidos luego del “cochinero” entre Ortega y Alejandro Encinas. La hegemonía perredista del DF está en riesgo si, para sacar adelante a sus favoritos, son puestos en juego los recursos públicos y privados, oscuros o solamente turbios, de los delegados, el gobierno central capitalino y los promotores subterráneos de la división perredista (no solamente Los Pinos). Un nuevo episodio de suciedad electoral interna, debidamente difundida en medios masivos, daría aire y argumentos al panismo. Lo mismo sucedería en el estado de México, donde Peña Nieto está listo para aceitar las candidaturas “perredistas” aliadas. Y en Zacatecas el choque entre la corriente monrealista y el PRD amalista sería también causa de desunión. Ortega, ciertamente, busca negociar, lo que hasta ahora no ha podido hacer con AMLO. Pero también pudiera ser que la apariencia de cordero recon- ciliador sea una forma de fijar postura para que el probable cochinero de las programadas elecciones internas en el estado de México y el DF le sea adjudicado a los adversarios: ¡Al lobo, al lobo!, mientras el PRD se divide en zonas estratégicas y el PRI y Los Pinos se dan por bien servidos.
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