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17 de Febrero, 2009 - 06:00
Hoy por la tarde, el Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, César Duarte, recibirá a Andrés Manuel López Obrador en el recinto legislativo, no con vallas metálicas ni guardias de seguridad sino con la mano extendida para que el Presidente Legítimo le entregue el Plan Anticrisis que propone para revertir los efectos que ha causado entre la gente más necesitada del país la terrible situación económica, social y de seguridad.
Esa es una actitud muy distinta a la que otros personajes de la política actual emprendieron en contra de Andrés Manuel, por el simple hecho de que sus propuestas siempre han estado ligadas a la necesidad de las mayorías y del bien nacional.
A mí me sorprendió la actitud de César Duarte desde la primera vez que aceptó que López Obrador acudiera a la Cámara de Diputados. No sólo lo recibió con un sincero apretón de manos sino que escuchó con mucha atención su discurso y evitó interrupciones que seguramente le proponían legisladores del PRI y del PAN mediante tarjetitas que le hacían llegar con sus edecanes.
En esa ocasión, César Duarte no leyó ninguno de los mensajes ni volteó siquiera a ver de dónde le llegaban, su rostro se veía entusiasmado con las palabras de Andrés Manuel.
Por más que los medios desfiguren la realidad y traten de mostrar al único opositor real al régimen como un loco violento, hay mucha gente inteligente en México, muchísima diría yo, que ya entendió el lema de campaña de Andrés Manuel: "por el bien de todos primero los pobres".
Si no tomamos partido y permitimos que Calderón avance con su ineptitud hacia la descomposición social generalizada, por la escasez de empleo, de servicios, de educación, de alimentos y de respeto a los derechos humanos y la dignidad, estaremos contribuyendo a una injusticia.
Vamos a acompañar al Presidente Legítimo al Palacio Legislativo. Los que no puedan hacerlo físicamente, apóyenlo desde el lugar donde se encuentren. ¿Cómo?, muy fácil, manteniéndose informados de las acciones del Movimiento y conservando la esperanza, porque sí hay de otra.
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