No se ha pronunciado todavía el Tribunal Electoral. La última palabra no ha sido dicha aún. Queda pues, antes que esto se produzca, el espacio para librar una batalla más contra la imposición.
Esa batalla, pese a lo que muchos piensan, no es solo para que se decida el destino de Andrés Manuel López Obrador. Tampoco se trata ya, estrictamente y como otros lo quieren ver, de un asunto meramente electoral.
No está en juego solamente quién y cómo se sienta en la silla. Está en juego la democracia misma; esa por la que se ha luchado tanto y que tanta sangre ha costado.
Están en juego las libertades conquistadas con el sacrificio de muchísimos. Están en juego los principios sobre los que, los pueblos civilizados, se organizan para convivir pacíficamente.
Ceder el terreno, retirarse sin hacer un esfuerzo más, nos dejaría a quienes luchamos por la paz, la democracia y la justicia en este país en una situación sumamente vulnerable.
Se respira en los medios y en amplios círculos sociales la certeza de que ya no hay vuelta para atrás. Por descontado se da que el tribunal dará su bendición a una elección plagada de irregularidades y Enrique Peña Nieto será el próximo presidente.
Lo de hoy en las columnas y los editoriales es la especulación sobre el gabinete. Lo de hoy, en las formaciones políticas tradicionales, es también la búsqueda, sin demasiado decoro, de posiciones de negociación con el nuevo gobierno.
La impugnación presentada por el movimiento progresista ha sido descalificada mediáticamente sin que, sin embargo, se haya logrado demostrar la falsedad de las acusaciones presentadas.
Ni el caso Monex ni el manejo de las cuentas del gobierno del Estado de México, ni el affaire Soriana han sido plena y totalmente desvirtuados por los priistas, y menos por los medios que, simplemente y salvo pocas y honrosas excepciones, han renunciado al deber y al derecho de investigar.
Tampoco ni un solo medio se ha metido a investigar lo que, en los medios, todo el mundo sabe: la escandalosa forma en que el PRI rebasó los gastos legales de campaña.
No he visto en los medios una sola investigación seria que documente la cantidad de espectaculares de Peña Nieto y el costo de los mismos. Menos todavía que indague el gasto en tv y que explore las formas de publicidad “encubierta” utilizadas.
Este silencio periodístico en torno a estos asuntos ha facilitado la tarea del IFE que así, sin más, exonera al PRI de culpas y pavimenta el camino para que el tribunal haga lo mismo.
Un lamentable error de la izquierda; el haber cedido a la tentación del performance al presentar algunos de los animales de corral con los que el PRI compró votos como evidencia, ha facilitado el trabajo de quienes ahora hasta caricaturizan la demanda de impugnación.
Con ventaja política y mediática llegan pues, quienes defienden la “limpieza” de la elección a este momento decisivo. Si hemos de aprovechar la oportunidad que aún tenemos es preciso revisar el “orden de batalla” y hacerlo fríamente.
Todo parece indicar que, para los magistrados, la decisión de fallar contra la democracia y hacer que, todos, comulguemos con ruedas de molino, no será, tan difícil.
Los partidos de la izquierda, dominados por una burocracia que logró colocarse en la nómina, se preparan para abandonar el barco. La famosa cumbre de la izquierda huele más a rendición que a plan de lucha.
Los movimientos sociales de filiación abiertamente obradorista se empeñan en acciones de poco calado y no hacen sentir su presencia, su músculo en las concentraciones ciudadanas que se han producido.
Otro tanto sucede con los jóvenes de #YoSoy132.
De deslinde en deslinde, poseídos por un asambleísmo febril, han abandonado a su suerte en las calles a ciudadanos que, paradójicamente, enarbolan sus banderas, portan sus emblemas sin encontrase en ellas a esos jóvenes que los hicieron despertar de su letargo.
Sicilia y su movimiento por la paz, sin atinar a relacionar la guerra que condenan con la permanencia del PAN y el PRI en el poder, cedieron el terreno y se fueron ahora para el norte. En medio, además, de una coyuntura electoral que disminuye la eficacia y contundencia de su reclamo.
Fuerzas más radicales son, en este momento, las más activas. Al tiempo que capitalizan el movimiento lo hacen menos digerible para amplios sectores de la población.
Muy difícil resulta que ciudadanos, movidos por una indignación que poco tiene que ver con los dogmas ideológicos de la izquierda tradicional, jueguen, en estas condiciones, un papel protagónico.
Sin ellos nada somos. Es pues el momento de la reflexión, la autocrítica, de la humildad y las decisiones rápidas y audaces.
No podemos ni debemos darnos el lujo de la claudicación. Menos poniendo como pretexto para la misma la conquista de “objetivos superiores”.
Hay una batalla que librar y hay que librarla ahora, antes de que el tribunal sienta que puede traicionar a un pueblo en pie de lucha.
En la guerra los rusos, después los soviéticos, tenían a su favor al “general invierno”, al “general fango”.
¿Cuál será ese “general” que nos ayudará a los mexicanos a impedir que se le dé el tiro de gracia a una democracia que ni siquiera ha podido dar sus primeros pasos?: Nosotros, todos, unidos. El “general calle”, el “general concentración masiva”.
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