Justificar la compra de votos en la elección presidencial sería tan absurdo como decir que lo "normal" en México es que exista corrupción e impunidad, que pueden perder la vida más de 95 mil ciudadanos en la guerra contra el narco - una guerra que nadie pidió -; que es "normal" que más de 5 millones de niños queden fuera del sistema educativo nacional, que salgan del país transferencias de particulares por más de 145 mil millones de dólares en menos de 6 años; que formen parte de la "normalidad": la pobreza, la desigualdad, las injusticias, los abusos, la violación a los derechos humanos, y que el poder, la información y el dinero se concentren en unas cuantas manos.
El pueblo de México no puede, ni debe, aceptar como "normal" los latrocinios cometidos por los gobiernos que hemos padecido. Lo realmente NORMAL es querer un cambio y luchar por él.
Nuevamente salieron a las calles los inconformes con la "normalidad" que la derecha quiere imponer al pueblo. Algunas notas periodísticas y columnistas como Federico Arreola estiman que las marchas van perdiendo fuerza y que nada sucederá después de que el IFE y el TEPJF ratifiquen el "triunfo" de Peña Nieto en las urnas, haciendo a un lado por completo la ley electoral y la letra de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Es "normal", pues, que México se conforme con el regreso de un PRI que nada de nuevo tiene y que regrese al poder, del que nunca se fue, para continuar beneficiando a ese grupo minoritario que no se cansa de robar y transgredir la ley.
Hasta aquí todo parece "normal". Sin embargo, también es normal que cuando se rebasa la capacidad de un recipiente el líquido se desborda. La gota que derrama el vaso puede ser cualquiera. En este caso la gota no es necesariamente la imposición de un Presidente a todas luces inepto y corrupto. En todos los ámbitos de la vida nacional los recipientes están al borde de un derramamiento.
El señor Arreola se equivoca. En esta situación no es significativa la cantidad de gente que sale a las calles a manifestar su inconformidad. Una sola gota es la que derrama el vaso y esa gota, repito, puede ser cualquiera. Lo que sí resulta significativo en estos momentos es la toma de conciencia de un sector importante de la población, capaz de rechazar como "normal" los grandes y graves problemas que padecemos, causados por hombres y mujeres de la vida pública que desde luego tienen nombre y apellido.
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