lunes, 20 de agosto de 2012

Pablo Gómez: Soborno o compra

La compra de votos no podría denominarse soborno. Se trata de dos conductas por entero diferentes. El soborno es una compra pero no de millones de votos. No se soborna al elector sino se adquiere su voto a cambio de algo, pero ese algo no sólo es dinero o bienes sino también un estatus, una relación con la autoridad, la cual, antes, le compró el voto. Se compra el voto también con la promesa de no despojar al elector de algún programa social, algún beneficio cuyo otorgamiento depende de la autoridad.
Hace años, en muchos lugares del país, los ejidatarios concurrían con su credencial de elector y el de su esposa a los centros de votación. Se les daba de comer sólo por ser la hora pero no como pago. Cada elector entregaba su credencial (una papeleta verde) y la de su cónyuge, pero no votaba él sino el funcionario, quien depositaba las dos boletas electorales en la sacrosanta urna. Ahora ya no es así. Pero la compra de votos continúa… por millones.
Nuevas técnicas de compra de votos se han utilizado en los últimos años. Ahora, en 2012, hemos visto tarjetas de débito y telefónicas, además de las viejas costumbres de entregar cemento y varilla tan conocidas durante tantos años en el Estado de México. Sí, animales, granos, despensas, materiales de construcción, dinero en efectivo, tarjetas con promesas para afiliarse a algún programa, plásticos para comprar lo que fuera en grandes comercios o para llamar por teléfono. Hemos recorrido un largo tramo histórico en el que a las viejas prácticas se les adhieren unas nuevas y más modernas. Todo es igual, sin embargo.
Quienes por falta de ganas de analizar la sociedad recurren a la defenestración de las denuncias y de los denunciantes no viven la misma realidad que la realmente existente. Se han construido un país diferente. Sin embargo, el viejo sistema de compra de votos sigue vigente. No siempre funciona bien pero siempre se pone en práctica.
Dicen con ironía los ignorantes por convicción que en el Distrito Federal, Tabasco y Morelos no hubo compra de votos porque ganó la izquierda. Es probable que en estas tres entidades haya sido donde más compras se realizaron en términos relativos. El PRI compra votos en todo el país, pero invierte más donde la compra puede ayudarle, ya sea para obtener el triunfo o para ayudar a algún contendiente en desgracia. En general, la mejor compra es donde el voto comprado puede ser decisivo. Sin embargo, en la reciente elección presidencial todo contaba, por lo que la compra de votos estuvo vinculada a la capacidad de giro del comprador, es decir, del PRI en cada estado.
A diferencia de otras elecciones, el gasto para la compra de votos se descentralizó. Es natural que haya sido así porque el PRI no tenía de su lado al gobierno federal. Fueron los gobernadores, mas donde éstos no eran priistas se tuvieron que realizar gastos centrales que también se sufragaron mediante colecta nacional. Los dueños del dinero no metieron las manos, fuera del apoyo de medios, porque no era necesario y sí muy peligroso. Los gobernadores priistas –muchos de los cuales llegaron gracias al dinero entregado por Peña Nieto desde el gobierno del Estado de México—estaban obligados a aportar la mayor cantidad de votos, ya fuera por agradecimiento de los favores recibidos, ya fuera por interés de contar con un presidente de la República aliado y apoyador, aunque eso en concreto lo veremos más tarde.
Los testimonios disponibles de la compra de votos son casi nada frente a la dimensión de la compra misma. La entrega de billetes no está documentada más que en unos cuantos videos perdidos en las redes. El cemento y las despensas dejaron muy poca huella. La inmensa mayoría de las tarjetas siguen en los bolsillos de los beneficiarios. ¡Ah!, pero continúan rugiendo quienes piensan que es imposible comprar millones de votos. Parece que han nacido ayer o que jamás se han asomado por su ventana a ver pasar el país. O, como dice esa vieja máxima leguleya: “lo que no consta en actas no es de este mundo”.

No hay comentarios: