El desastre de Peña Nieto
28 de agosto del 2013
Por Francisco Cruz y Marco A. Durán
Fue cosa del momento. A partir del 1 de diciembre de 2012 los priistas se sentaron a esperar el milagroso resurgimiento económico de México. De la mano de Enrique Peña Nieto; Luis Videgaray Caso, Jesús Murillo Karam, Miguel Ángel Osorio Chong, Rosario Robles Berlanga y Emilio Chuayffet Chemor, muchos, muchísimos —Televisa, por ejemplo, y casi todos los dueños de los medios— se aprestaron a presenciar el encauzamiento de la política nacional al camino de la rectitud y la honorabilidad.
Gozaba el país de una “halagadora” realidad. Sin dolores de cabeza y después de las desastrosas administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, los priistas brillaban con fulgor inacabable. Ha sido una ilusión pasajera o un sueño guajiro. La víspera del 1 de septiembre, cuando el atlacomulquense Peña está obligado a entregar, rendir o presentar a la nación su primer informe de gobierno, el balance económico, político, social, educativo y de seguridad es un desastre, por escribir una palabra amable.
Horrorizados por los plantones y marchas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), los ciudadanos se niegan a ver incluso que los informes oficiales revelan que, por las incapacidades de Videgaray, el país entró en una espiral descendente, una economía en franca desaceleración; mientras Osorio, en Gobernación, se hace de la vista gorda para permitir al PRI hacer uso de sus viejas trampas electorales, y la Procuraduría General de la República, la de Karam, pese a la maquillada de números fue incapaz de ocultar que, desde el 1 de diciembre de 2012, se han reportada casi 14 mil asesinatos.
La administración peñista sufrió tamaña descalabrada cuando la Secretaría de Desarrollo Social, la de Rosario Robles Berlanga —la mujer que prostituyó al PRD—, no pudo ocultar más que 60 millones de mexicanos, la mitad de la población, viven en condiciones de pobreza, y a la de Educación, la de Chuayffet, se le cayó el teatro con la llamada reforma educativa, que plantea más una enmienda laboral punitiva para someter al magisterio disidente, meterlo al redil del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), una organización que nació en la década de 1940 para estar al servicio de la Presidencia de la República.
La pobre actuación en casi nueve meses echó leña a la hoguera de los escándalos. A nivel internacional se acabaron los halagos, México no es ya más el país con el potencial de crecimiento que esperaba el mundo. El “mexican moment” vislumbrado y promocionado, con bombo y platillos, por economistas y consultorías nacionales y extranjeras, pasó. Ha dado paso a la sombra de la duda. Incapaz de aceptar culpas, Videgaray siguió la escuela de los panistas y encontró sus culpables: el bajo ritmo económico de países europeos y asiáticos, así como de Estados Unidos, y el desastre en el que el panismo hundió al país, como si la campaña de 2012 la hubiera pasado con los ojos cerrados.
Ni Peña, ni Videgaray, ni sus panegíricos insertos en los grandes medios —impresos y electrónicos— explican que la mayor responsabilidad del magro crecimiento recae en el manejo inadecuado de las políticas económicas y la mala administración pública de los recursos. Peña y sus funcionarios en Hacienda, Gobernación, Banco de México, la PGR, Desarrollo Social o Educación han sido incapaces de detectar a tiempo los problemas, para tomar, según el caso, medidas anti-cíclicas.
Ejemplos sobran: al inicio del actual gobierno, un sobrado y triunfalista Videgaray estimó un crecimiento económico de 3.5 por ciento —con posibilidades de llegar al 4 por ciento— para 2013. Obligado por las circunstancias, pero todavía altivo, aceptó recortar la expectativa a 3.1 por ciento. Falló de nueva cuenta. El lento dinamismo interno lo obligó una segunda ocasión a morderse la lengua para ajustar sus proyecciones hasta 1.8 por ciento, con la probabilidad de que el Producto Interno Bruto (PIB) cierre del año con un avance mínimo de entre 1 y 1.3 por ciento.
La sorpresa de que la economía del país no puede manejarse tan en secreto y con tanta especulación como lo hizo con la del Estado de México —donde fue bautizado como el Harry Potter de las finanzas; por cierto, más por cábula—, dejó mudo a Videgaray. Mudo porque no ha sido capaz de reconocer que la industria maquiladora —ese extraño sector de producción dividida— es un desastre, ligando a México, siempre, al ciclo económico de Estados Unidos.
En términos prácticos, ha olvidado, o de plano no ha querido explicar, que la maquiladora es el motor más importante de la economía mexicana, en cuanto a exportaciones no petroleras se refiere. Tampoco ha señalado que ese flojo comportamiento de la maquiladora es reflejo de los problemas estructurales de un país que nunca ha logrado encontrar un proyecto propio de desarrollo.
Y la curva de aprendizaje del actual secretario de Hacienda se refleja en un subejercicio presupuestal, hasta el primer semestre, superior a 19 mil millones de pesos, sumado a una menor participación del sector privado. El resultado, valga la repetición, menor inversión fija bruta (por ejemplo, maquinaria y equipo) por la poca certidumbre que ofrece el nuevo gobierno priista. Llanamente, eso significa que los empresarios no confían en Peña ni en Videgaray.
La desconfianza se resiente más allá de las fronteras. Ya es inocultable la baja entrada de la inversión extranjera, la caída en las remesas y un sector turístico que, pese a la intensa promoción, no repunta. Todo eso afecta directamente el consumo de los hogares. Números del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) muestran que las ventas al menudeo —las de los hogares— apenas han crecido 2 por ciento en el año. Y aunque el Banco de México (Banxico) documenta que la inflación ha sido baja, la situación obedece más a la menor demanda interna de productos y a que no hay ingresos —por falta y/o pérdida de empleo—, que al buen manejo de la política monetaria.
Perdido el gobierno o metido más en crear burbujas informativas para desviar la atención a fin de ocultar sus incapacidades y los verdaderos problemas, pocos en el gobierno quieren ver la caída, por 10 meses consecutivos, del sector de la construcción, atribuida al vuelco de la política que dio el actual gobierno en la edificación de casas. Poco se habla de baja inversión gubernamental en infraestructura que encabeza, por cierto, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) al dejar de ejercer mil 500 millones de pesos en los primeros seis meses del año.
A estas alturas, las malas noticias se suceden una tras otra. Y una es consecuencia de la otra o de las otras. La tasa de desocupación por ejemplo, va en aumento; según el INEGI, en julio se ubicó en 5.12 por ciento y sigue en aumento. La enorme distancia entre las promesas, las proyecciones y las expectativas de los albores de la administración peñista no la puede ocultar ni el encarcelamiento de la profesora Elba Esther Gordillo Morales. Sólo los ciegos —el gobierno y los apoyos renacidos en el pequeño priista que cada comunicador lleva dentro— ocultan lo inocultable: de acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), manejado por el salinista José Antonio González Anaya, en todo el año se han creado apenas 300 mil nuevos empleos. De ellos, 274 mil son permanentes y el resto eventuales.
Con todo y su Reforma Laboral, el gobierno ha sido incapaz de crear las plazas prometidas. Apenas 14 mil 759 entre mayo, junio y julio. Haciendo sumas y restas en aritmética simple, eso significa que, en esos meses, se crearon 163 diarios, cuando el país requiere, por lo menos, 4 mil 167 nuevos puestos por día: 1.5 millones al año o 125 mil mensuales, para dar cabida a la fuerza de trabajo o jóvenes que se incorporan al sector laboral.
Un descalabro, pues, de tamañas proporciones arroja otros resultados desalentadores para una población empobrecida. Y le complica la vida a Peña, Videgaray, Karam, Osorio, Robles, Chuayffet y el resto del equipo presidencial. La trimestral Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) es elocuente: entre enero y julio de este año 500 mil mexicanos se sumaron a las filas de la informalidad. En otras palabras, medio millón de mexicanos en edad de trabajar engrosaron los abultados números del ambulantaje.
Si de evaluaciones se trata, Peña, Videgaray y compañía fallaron. Empobrecieron, todavía más, a un país empobrecido. ¿Tendrán el valor… o les vale?
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