Me equivoqué, lo acepto: a EPN le faltó legitimidad
Desde el día que Enrique Peña Nieto rindió protesta como Presidente de la República aseguré que pronto conquistaría la legitimación. Si bien la ceremonia se llevó a cabo entre porras, gritos de apoyo y gritos en contra hacia quien en unos minutos iba a ocupar la titularidad del Ejecutivo federal; no obstante, a comparación de la toma de protesta de su antecesor, Felipe Calderón, la que encabezó EPN fue una liturgia tranquila. Esto gracias a la disposición del PRD por dar inicio a un nuevo sexenio en reconciliación y paz. Consecuentemente, creí que el nuevo presidente habría de legitimarse en menos de un año. Para ser más específicos, llegué a aventurarme a especular que el mandatario priista iba a traer de regreso el Informe Presidencial al Congreso. Me equivoqué. Lo acepto.
Ferviente entusiasta de la legitimación, Peña Nieto realizó diversas acciones que apelaban a ésta. Primero recibió de Javier Sicilia, uno de los más fervientes opositores al calderonato, loas y reconocimiento por la promulgación de la Ley de Víctimas; también encarceló a Elba Esther Gordillo, cuando sus adversarios aseguraban que la pondría al frente de la Secretaría de Educación Pública; sacó adelante la reforma educativa y en telecomunicaciones; promoviendo con esta última, mediante la desintegración del duopolio televisivo, la competencia en materia de comunicación; suscribió, en representación del Gobierno Federal y junto a las demás fuerzas políticas-incluido el principal partido de izquierda-, el Pacto por México. Todo esto indicaba que su administración viajaba viento en popa hacia la mentada legitimación.
Pero no. En vísperas de que Peña Nieto rinda su primer Informe de gobierno, su legitimidad no se antoja del todo contundente e indiscutible. Si de verdad se le considerara como un presidente plenamente legítimo y legitimado, no hubiera tenido problema para retornar al Palacio de San Lázaro, como lo hacían sus antiguos mentores, a rendirnos cuentas a todos los mexicanos.
Peor aún resulta que el mexiquense haya elegido al Campo Marte como sede de la ceremonia. Pues si quería distinguirse de Calderón, hubiera empezado por desteñir el verde olivo que ensució la investidura presidencial durante el sexenio de 2006 a 2012. Mas no lo hizo; al contrario: militarizó el Informe. Justo cuando la avidez de paz crece exponencialmente entre todos los mexicanos, Peña Nieto le pone el toque bélico al evento de rendición de cuentas.
Insisto, me equivoqué, lo acepto. A EPN le faltó legitimidad para regresar al Congreso.
A crear conciencia.
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