miércoles, 2 de octubre de 2013

Omar Alexandro

1968

Dos de octubre no se olvida, renace, se multiplica sin necesidad de antenas repetidoras ni horarios triple A, se mete piel adentro en historias de los padres a los hijos, y en nuestros niños que miran asombrados el presente y se saben con raíz; con historia.

Hubo una plaza, mucha sangre, dolor y gritos ahogados, pero también hubo una esperanza, un compañerismo, una búsqueda por la justicia que fue placer y vida; ese es el legado universal de la juventud mexicana del 68. Las olimpiadas fueron desde entonces un evento secundario, el año estaba marcado por la reivindicación de las libertades civiles, los Derechos Humanos y la lucha frontal contra el autoritarismo.

A partir de entonces la paranoia del sistema se ha dedicado a ver en cada disidente una amenaza, en cada estudiante un enemigo. Con altibajos en la aplicación de las medidas represivas, el Estado Mexicano se ha degradado constantemente, de manera que nosotros, los nacidos bajo el signo del neoliberalismo, tuvimos que recoger las banderas y las consignas afinar en las gargantas.

La memoria fósil no sirve, nosotros somos memoria en movimiento; testamento viviente de los que lucharon. Si Alfonso Reyes escribió que Hidalgo aún no se quitaba las botas de campaña, haciendo alusión a la patria inacabada a la que se deben dirigir todos los esfuerzos; no existió razón para la generación 68 para descansar, menos hay para detenernos nosotros.

Independencia, República laica,democrática, representativa y federal; sufragio efectivo, soberanía nacional y defensa de los Derechos humanos son parte de la marcha de la que somos partícipes.

¡Viva la dignidad!
¡Viva la izquierda!
¡2 de octubre no se olvida!

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