Ciudad Perdida
Hartazgo de los electores
Abstencionismo en puerta
Fracaso de los políticos
Miguel Ángel Velázquez
N
ada, ni un milagro, podrá evitar que el hartazgo de la gente por la labor de los políticos en cualquiera de los cargos de elección popular que estarán en juego en las elecciones del 7 de junio se muestre como un golpe contundente en contra de su quehacer.
Habrá quien diga, y con ello pretenda esquivar la realidad, que en elecciones intermedias las votaciones son escasas, que la gente no va a las urnas porque no existe motivación política; que se trata de una elección en la que sólo participan las llamadas estructuras partidistas, es decir, los fieles de cada una de las marcas, y que, la verdad, es muy poco el interés de los ciudadanos por ese ejercicio.
Sí, todo eso es cierto, pero una abstención de más de 60 por ciento de los votantes sólo habla de una cosa: el fracaso de la política. En todas las encuestas que se han levantado en el DF la barra de abstención es la más alta. En algunas es hasta de 64 por ciento; otras apenas rebasan 60, pero de ahí no baja, y las opiniones de los expertos advierten que la cifra se situará en 64 por ciento, la más alta en la historia de esta ciudad.
Ninguna mejor prueba del fracaso de la labor de los diputados, federales y locales, y de los delegados, que una muy alta abstención, sean elecciones intermedias o no. Eso, en otras palabras, quiere decir que la gente no se ha sentido representada por quienes recibieron su voto, y con él el encargo de mejorar sus condiciones de vida.
Son los escándalos de todo tipo, desde las cirugías que se practicaron algunas hasta las sospechas de corrupción que plagaron, por ejemplo, las redes sociales. Las calificaciones de quienes fueron electos para gobernar parcialmente la ciudad marcaron su ejercicio, y en todos los partidos se teme, como nunca, a la abstención. Ni PAN, ni PRI, ni PRD ni ninguna otra organización de las que hasta ahora han gobernado goza de la confianza de los electores.
Por ello, por ejemplo en el PRD, se preparan todos los filtros necesarios para evitar que algún hampón disfrazado se cuele a las listas de candidatos. Ya les hemos platicado de los exámenes que el Instituto Electoral del Distrito Federal pretende practicar a los que busquen competir, y ahora en el sol azteca, nos aseguran, se les obligará a firmar una carta en la que confiesen cómo han gastado su vida política, y serán investigados por una instancia partidista, lo que, aunque lo hace poco confiable, podría resultar un arma en favor si se actúa con un mínimo de honestidad.
Así que lo que debe suceder, casi de inmediato, es que alguien le avise al llamado diputado Cházaro, de nombre Luis Espinoza, porque la cola que se le ve –empezando con aquello de que era el pagador de su tribumadre: los chuchos, y muchas otras cosas más– ya llegó al Tribunal Electoral del Distrito Federal, donde se quiere cubrir con un manto de impunidad los reclamos de actos anticipados de campaña, muy probados. En el PRD deberán tomar ejemplo de lo mal que actúa esa autoridad para no repetir la sandez.
De pasadita
Ahora resulta que el DF, más bien la delegación Miguel Hidalgo, recibirá a aquella señora porrista de Vicente Fox, mal hablada, no por falta de educación, sino por carencia de ideas para el manejo del lenguaje, que ya ni su partido, el PAN, quería en sus filas, por revoltosa, pero que ese mismo organismo político, carente de cuadros para esa demarcación, desempolva a la hidalguense para colocarla como candidata en Miguel Hidalgo, delegación que seguramente no conoce, donde aparentemente no habita y cuyos problemas, desde luego, le son ajenos. La designación confirma la pobreza y la desesperación de los azules por la elección en el Distrito Federal. Ni modo.
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