Democracia participativa: alcances y riesgos
Bernardo Bátiz V.
U
na característica que aún distingue al gobierno de la capital del federal y de la mayoría de las administraciones estatales es que ha podido, a veces bajo muchas presiones, mantener y proteger mecanismos de democracia participativa, que desde otros ámbitos del poder se ven como malos ejemplos, riesgosos para los autoritarismos pequeños o grandes.
Recientemente, concluyó en Madrid una conferencia del Observatorio Internacional de Democracia Participativa y fue gracias a la presencia de la representante del Gobierno del Distrito Federal, la secretaria de Desarrollo Social, Rosa Icela Rodríguez, que la presencia mexicana tuvo la altura y el decoro necesarios ante los muchos representantes que asistieron.
El gobierno federal no hubiera podido salir avante de una reunión como la que tuvo lugar en la capital española, porque sus cartas de presentación en el tema no tienen mayor significación; a nivel federal no podemos aprobar aún la asignatura de una democracia electoral creíble y eficiente, menos podríamos presentar logros en democracia participativa, que es un paso adelante y significa la injerencia directa de la ciudadanía en decisiones políticas importantes, pero también en el disfrute de bienes y servicios en condiciones de equidad y equilibrio.
El gobierno citadino en foros como éste, tiene posibilidades de presentar logros indudables; reitero situaciones que he mencionado en otras colaboraciones en La Jornada: los programas sociales iniciados con anterioridad y mantenidos hoy, como el apoyo económico a los adultos mayores, una pensión universal sin distinción de personas y suficiente en muchos casos para significar la diferencia entre la extrema pobreza y una pobreza soportable con esta mitad del salario mínimo que reciben todos los capitalinos mayores de 68 años.
Hay otros programas como becas, apoyos a madres solteras y educación universitaria gratuita para mencionar los más importantes.
Mucho más que otras entidades y ciudades, en el Distrito Federal los habitantes toman parte en la selección de programas y destinos del gasto público asignado para colonias, unidades habitacionales y barrios; un tema nuestro que llamó la atención en España fue el proyecto Capital Social, impulsado por el gobierno capitalino. Contamos con una ley de participación ciudadana y con mecanismos que permiten estar al tanto, mediante el ejercicio del derecho a la información, de decisiones de gobierno y de razones de las prioridades en los presupuestos.
Pero lamentablemente somos una plaza sitiada; gobiernos autoritarios, no acostumbrados a convivir con la participación de los ciudadanos y tomar en cuenta sus opiniones, rodean a la ciudad de México y están incrustados en la misma capital porque este es el asiento de los poderes federales.
En diversas zonas del estado vecino, en especial al norte y al oriente del Distrito Federal, escuchamos con temor los pasos en la azotea de la delincuencia organizada, que toca ya con insistencia las goteras de Iztapalapa, de Gustavo A. Madero y de otras delegaciones capitalinas, y los ejemplos de decisiones autoritarias sin consultas a la ciudadanía se multiplican.
Muy bien que la democracia participativa tome carta de naturalización en nuestra sociedad metropolitana; muy preocupante que resoluciones nebulosas, y poco explicadas, abiertamente contrarias al sentir y opinar de los capitalinos, se tomen cada vez más. Cuidado. Comparto una reflexión: la estrella de Fox, quien ganó ampliamente las elecciones federales en 2000, inició su declive cuando su esposa organizó una fiesta con la presencia de Elton John en el Alcázar de Chapultepec; de momento sólo asombró la falta de consideración, pero se inició un proceso de desgaste que ya no pudo detener la llamada
pareja presidencial. Me vino esto a la mente con motivo de la toma del Centro Histórico por el petulante e invasivo agente 007.
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