martes, 31 de marzo de 2015

Paul Krugman tambien está cansado



El premio Nobel de Economía se sumó la semana pasada al 70% de los ciudadanos mexicanos que, según diversos sondeos, ya se cansaron de esperar el “milagro económico” que traería empleos, bienestar y desarrollo para ellos y el país.
“¿Cuándo se dará este milagro mexicano? Si la gente ya se está cansando de esperar, yo ya me cansé de esperarlo. La liberalización tiene 30 años de antigüedad y claramente eso no bastó. No hablamos de un desempeño terrible, pero no fue lo que se esperaba. De modo que dudaría en predecir cuándo se espera este milagro”, dijo el también académico y columnista de The New York Times.
Aquí van algunos datos duros que seguramente provocaron el hastíokrugmaneano.
En tres décadas de privatizaciones y liberalizaciones económicas, el país ha crecido a una tasa promedio anual de 2%. Si le restamos el crecimiento poblacional de 1.7% anual, el resultado sería un mediocre 0.3% de crecimiento económico efectivo.
Bajo ese modelo, el país ha transitado una etapa de bajo crecimiento económico, minado por altibajos, recesiones y crisis recurrentes como las de 1982, 1986, 1994-1995, y 2008, cuyos rasgos más característicos han sido las devaluaciones del peso, altos niveles de inflación, decrecimiento económico, pérdida de productividad y competitividad en los mercados mundiales, elevados niveles de desempleo y subempleo y aumento de la pobreza y la desigualdad.
En estos 30 años se ha profundizado la desigualdad socio-económica, se ha incrementado la concentración del ingreso en unas cuantas familias (300 grupos familiares concentran 80% de los ingresos), ha aumentado la concentración monopólica en manos de nacionales y extranjeros en sectores clave como las telecomunicaciones, la banca, los servicios financiero, los alimentos, el abasto al menudeo (tiendas de autoservicio), la minería, el transporte y otros, a la par del aumento de los índices de inseguridad, violencia y delincuencia organizada en casi todas las regiones del país, dejando una secuela de pobreza y marginación en la gran mayoría de la población.
Bajo ese modelo, la desigualdad se volvió endémica, generando patologías sociales como la perdida de valores y una especie de “individualismo posesivo” que solo contempla soluciones de carácter individual y egoísta, contexto que ha sido propicio para incubar la corrupción en casi todos los niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y en todos los poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). De la mano de la impunidad, la corrupción ha llevado a una perdida de credibilidad en casi todas las instituciones, incluyendo las electorales y las responsables de la seguridad pública y la impartición de justicia. Es la crisis de confianza y credibilidad reconocida por las propias autoridades.
El modelo económico concentrador implicaba un crecimiento de la clase media, para atemperar las desigualdades extremas, pero también en este campo resultó fallido, porque solo 34% de las familias se ubica en esta franja, y actualmente están amenazadas de extinción por una reforma fiscal lesiva y extractiva.
En solo tres décadas pasamos de un extremo a otro. Del estatismo asfixiante a la privatización disolvente. La privatización a ultranza no solo llegó a sus límites, sino que ha evidenciado su forja disruptiva al crear una sociedad polarizada, insolidaria, violenta y anímicamente agotada.
Por eso, el hastío de Krugman es también el hartazgo de millones de mexicanos.

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