A la mitad del foro
León García Soler
■ La oposición ya no está en este panel
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Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, el viernes pasado en Davos, Suiza
Foto: Notimex
Diálogo en el limbo, escribió un agudo observador: en Davos, cerca del cielo, lejos del llano donde desaparecen miles de empleos diariamente y crece el número de marginados, Ernesto Zedillo y Felipe Calderón subieron al escenario y exhibieron afinidades selectivas, involuntario humor negro, inalterable fidelidad a los dogmas de la ortodoxia, neoliberal para algunos, neoconservadora para los ideólogos que abandonaron la nave de George W. Bush antes del naufragio.
Cuando Zedillo era presidente y Calderón líder del “partido de oposición más grande”, “tuvimos una tremenda crisis”. Tanto que en reunión previa al espectáculo hilarante, el doctorcito Zedillo aseguró que a México le costó más caro que a Estados Unidos el programa de rescate bancario. Toda proporción guardada, al fijar la diferencia en términos del producto interno bruto respectivo; con intencionado olvido de que aquí salvamos banqueros y el Estado se quedó con las deudas incobrables, o casi. En el imperio del mercado sin regulación alguna y el apetito desmesurado de los operadores, reventó la burbuja: intervino el Estado y los adoradores del mito Reagan-Thatcher adquirieron acciones de los bancos.
Expertos en crisis, dijeron de Zedillo y Calderón en Davos. Ausentes los brujos de las finanzas, los dueños del dinero y los altos ejecutivos de la fiesta interminable se aferran a sus privilegios y a las recetas del desastre; sin alterarse por el desastre, aseguran que las políticas de rescate, la intervención del Estado y regular el mercado, son medidas temporales; que pronto volverá la dicha de la concentración de la riqueza en las alturas, con la falaz ilusión de que algo escurrirá para llegar a los de abajo. Zedillo augura infernal castigo a países subdesarrollados que sigan la pauta “intervencionista” aplicada por las naciones ricas del mundo desarrollado.
“Ahora sí traigo cash”, pudo parafrasearse al responderle a Calderón que “en este momento” no extraña “la silla” presidencial desde la que despreció la política, los políticos y el poder constituido. El de Michoacán que formuló políticas económicas contracíclicas para enfrentar la crisis, presume en Davos un crecimiento anual de 1.5 por ciento en México, a pesar de la recesión; insiste en que nos iría mejor con empresas extranjeras en la extracción de petróleo en aguas profundas. La obsesión privatizadora es el opio de la derecha.
“Ahora te comprendo mejor”, dijo el panista al priísta que impuso la sana distancia. Y entregó el poder a la derecha; al PAN, así fuera en la versión esperpéntica del alto vacío que convocó a una revolución como la Cristera. En el escenario, el chileno José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, y Álvaro Uribe, presidente de Colombia, escuchaban el diálogo en el limbo. En primera fila, la comitiva presidencial mexicana reía a carcajadas; Agustín Carstens era la viva imagen de la felicidad. Finalmente intervino Álvaro Uribe: “Parece que la oposición ya no está en este panel”, dijo. Y el doctor Zedillo aclaró: “Pero somos de diferentes partidos”. Conserva la insana distancia.
Los sobrevivientes del priísmo aplaudieron la tibieza del doctor Z y la puesta en escena de las vidas paralelas. Ayer se registraron los aspirantes a candidatos a 300 diputaciones de mayoría y los que integran las listas de 200 plurinominales. Davos volvió a ser la Montaña Mágica de Thomas Mann; sanatorio para la nostalgia de la acumulación sin límites y la especulación sin reglas; para escuchar una y otra vez a la orquesta del Titanic; meta para los descendientes de los polkos que desempolvaron la vajilla de doña Carlotita y se inclinan ante el nuncio papal.
En las alturas, en el panel detrás del espejo, ya no hay oposición. Pero la hay en el llano. El PAN gobierna y bajo su guardia se salió de madre la crisis económica endémica; incubó el huevo de la serpiente: la violencia armada, la degollina, la inseguridad, los secuestros y el insolente reto del crimen organizado. “Los estamos pateando duro”, declaró el Presidente de la República en el foro de las vanidades reciclado para luminarias de políticos.
En México, miles de obreros y campesinos marcharon de la Columna de la Independencia al Zócalo en demanda de un cambio de rumbo en la política económica, en defensa del empleo; para exigir cese la sangría de las pensiones y se “nacionalicen” los fondos de ahorro de los trabajadores. Cruz López Aguilar, de la CNC; Francisco Hernández, de los telefonistas; Martín Esparza del SME; Agustín Rodríguez, de la UNT. Organizaciones varias y diversas militancias participaron en la marcha y en la demanda de programas para responder a la crisis y restaurar derechos desechados en la labor de zapa para desmantelar las instituciones del Estado mexicano.
Empezó el proceso electoral. La gente decente se escandaliza por el dinero público que el IFE entregó a los partidos políticos. La política se hace con dinero. Los tropezones de la transición desnudaron el poder del dinero privado y el acierto de la reforma que declaró entidades de interés público a los partidos políticos: el que paga manda. Era indispensable poner trabas al control del gran capital. Ahora hablan de blindajes para evitar que se infiltre el dinero del narco. Ni la política ni el mercado pueden regularse a sí mismos.
Llegó la hora de hacer política. Y de pagar las cuentas pendientes. Que el PRI obtendrá votos suficientes para pasar del tercer sitio al primero en el número de diputados federales, anticipan los encuestadores y las abrumadoras victorias de los priístas en lo que va del sexenio. Hay quien predice la recuperación de la mayoría absoluta, perdida desde 1997. Si la alcanzan será por la vocación suicida de la ultraderecha, la vana presunción de Germán Martínez y la torva duplicidad de Manuel Espino. Aspirantes a caudillos falangistas sin guardia mora: uno reivindica el derecho a designar directamente a los candidatos; el otro condena el dedazo, pero rinde tributo a Felipe Calderón, “uno de los mandatarios con más liderazgo entre las filas de los demócratas cristianos de todo el continente”.
La izquierda ha sacrificado el horizonte, la visión del futuro, a cambio de porciones de poder político y control de las rentas de los cargos públicos. Diluyeron la fuerza adquirida al fundirse en un solo partido con la fracción democratizadora desgajada del PRI. Queda Andrés Manuel López Obrador: el partido soy yo. Y los caminos se bifurcan a la mitad del sexenio. O se emancipan, o lamen la coyunda.
Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa definieron su voluntad de poder. En el Congreso señalaron rumbo y la decisión de encabezar el cambio. Pero de la generación de gobernadores libres de la sombra del caudillo dependerá que el priísmo pueda ir más allá de una victoria de medio sexenio.
Hay nómina en tiempo para llegar a gobernar con pasión: Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera Beltrán, Miguel Osorio Chong, Ismael Hernández Deras, Félix González Canto, Eugenio Hernández, Ivonne Ortega Pacheco, Humberto Moreira, Ney González. Y los del entretiempo rinden buenas cuentas al llegar la hora de la política: Natividad González Parás reclama una ley de emergencia económica; Jesús Aguilar Padilla fue el primero en exigir la reducción del precio del diesel; Ulises Ruiz conservó el poder y la capacidad de operador electoral.
No es poca cosa un concierto de lo real y lo posible, después del dúo entonado en Davos.
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