El fraseo que va después de los dos puntos en el título de estas notas, es el del libro de Michel Rocard, (Coherencia y Ruptura) quien fue uno de los hombres más cercanos a Francois Mitterrand y en el que desarrolla la tesis de que el gobernante ganador en cualquier tipo de comicios en los que se participe, debe ser siempre coherente y responsable con las ofertas que ofreció al electorado.
Y para ello debe ponderar qué tipo de acciones podrían considerarse como una forma de ruptura con posiciones partidistas que no respondan totalmente a la demanda de la sociedad convertida en cuerpo electoral.
Es entonces, según Rocard, cuando se dan una serie de rupturas con los programas de coyuntura de los partidos que los postularon. No se traiciona la ideología, y en este caso ni a la persona de Andrés Manuel López Obrador. Simplemente se rompe con posiciones partidarias, o personales, que no son coherentes, o congruentes, con las demandas de una población azotada por la pobreza, las inclemencias del tiempo y la corrupción como en la que está sumida la sociedad de esa entidad por el cacicazgo tabasqueño.
Esa parece ser la principal disyuntiva para el gobernador electo de Tabasco, Arturo Núñez Jiménez, sin duda uno de los políticos de más amplia cultura, tanto de la historia de México como de la evolución de nuestros movimientos sociales fundamentales y en legislación electoral.
Y se espera de un político tan sensible como Núñez Jiménez, que resuelva la disyuntiva sin perder calidad moral y menos estatura ideológica. Pero no está obligado a llevar a los tabasqueños a ningún tipo de aventura política de corte personal.
Arturo Núñez debió haber sido candidato a gobernador por el PRI, pero el férreo cacicazgo de Roberto Madrazo en Tabasco lo impidió una y otra vez. Llegaron al cargo personajes impresentables como el propio Madrazo Pintado, su sirviente Manuel Andrade y ahora su encubridor y presta nombres Andrés Granier Melo.
Tabasco presenta unos índices en materia social de los más bajos y desastrosos de México. Del sureste del país solo unas cuantas regiones de Oaxaca o Chiapas se pueden comparar al marginalismo en que tiene sumidas a varias zonas de Tabasco el cacicazgo de Roberto Madrazo, principal culpable de la derrota del PRI en esa entidad.
Madrazo y Andrade fueron corruptos insaciables. El que fuera candidato presidencial del PRI y que obtuviera la votación históricamente más baja de candidato alguno a ese cargo, hasta ahora ha sido señor de horca y cuchillo en esa castigada entidad.
Madrazo imponía a Andrade y a Granier los servicios de un sucio operador de prensa como Othón González. Un pillo al que después demandó por haberle robado su archivo fotográfico. Es el mismo que luego espoleó la hacienda veracruzana con Fidel Herrera y que ahora se autonombra secretario particular de Elba Esther Gordillo. Una danza de millones que manejo Othón González y de los cuales muchos fueron a parar a las cuentas de Madrazo.
Arturo Núñez Jiménez es el reverso de la medalla de Roberto Madrazo.
Tiene una formación personal sólida. Su calidad humana está fuera de discusión. Ha estado en cargos donde muchos se enriquecieron y Núñez sigue perteneciendo a una decorosa clase media alta. Es dueño de una urbanidad política que le permite ser interlocutor respetuoso y válido de todas las corrientes de pensamiento en México.
Su reto es muy difícil de lograr. Seis años para sentar las bases de una recuperación de un Tabasco sumido en el autoritarismo, la corrupción y la pobreza.
Por eso Núñez es una sólida posibilidad de que esa hermosa entidad recupere niveles de vida perdidos por una tradición caciquil que, de manera ominosa, ha vivido sus momentos más álgidos y brutales bajo la tutela de Roberto Madrazo Pintado.
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