A pesar de que se vive un momento calmoso (al que la meteorología social en automático consideraría antesala de tormenta), las dos fuerzas en tensión hacen amagos y velan armas políticas.
En apariencia, todo transcurre en una rutina sin sobresaltos. Los coordinadores de las bancadas legislativas de los diferentes partidos acercan posiciones y hacen discursos de circunstancia, mientras los senadores y diputados federales electos cumplen con los trámites de acreditación de su nuevo rango. El panista que ha ocupado desde 2006 la Presidencia de la República se mueve ligero entre actos oficiales complacientes y palabrería optimista. Y las intrigas partidistas se multiplican entre la clase política que se afana en redefinir posiciones rumbo a un sexenio previsiblemente agitado, pero supuestamente muy benéfico para esas élites, aunque no lo sea para la nación.
El aire resignado de los ciudadanos que creen inevitable la instalación de Enrique Peña Nieto como nuevo ocupante precarista de la silla presidencial no despeja, sin embargo, la sensación de que, aun cuando todo parezca amarrado con cintas de tres colores, persisten demasiados factores que podrían alterar e incluso derribar la tramposa construcción peñanietista del poder futuro. Muchos de esos ciudadanos están ciegamente esperanzados en que el nada santo oficio político del priísmo devuelva la paz a las calles, plazas y carreteras, aunque esa restitución de pactos mafiosos signifique corrupción multiplicada y defraudación electoral a largo plazo. Desde luego, el sistema alienta las percepciones de la unidad nacional, el dar la vuelta a lo electoral y ponerse a trabajar.
No son solamente electorales las razones por las cuales está siendo difícil cerrar el ciclo de la imposición. Bastaría, técnicamente, con la emisión del certificado de compra a salvo por parte del amoldado tribunal electoral federal. Pero así como le fue imposible a ese priísmo encopetado salir a las plazas a festejar un presunto triunfo aplastante (que en otras condiciones habría generado un júbilo imposible de contener) hoy le está siendo difícil justificar socialmente la validez de esa misma supuesta victoria que ante evidencias de fraude y compra resulta cada vez más abollada y deslegitimada.
A ese ánimo política, partidaria y electoralmente desfondado se agregan los ingredientes de inflación y descontrol económico que aun en versión preliminar se van presentando, específicamente en cuanto al precio del huevo y su impacto en la cadena de costos que le acompaña. Aun cuando los altos burócratas del sistema se afanan en explicar los motivos circunstanciales, y previsiblemente efímeros, de esos encarecimientos, y lanzan declaraciones sonrientes para conjurar temores masivos, un tropiezo económico en estos momentos agravaría la volátil situación política que sabe que no se definirá ni resolverá con la declaratoria de presidente electo en favor del candidato predestinado para llegar a tal desenlace.
A pesar de que no es el personaje idóneo para ser vocero de movimientos auténticos de resistencia contra el fraude electoral (pues la corriente a la que pertenece, Los Chuchos, sólo espera el final del proceso legal y la declaratoria de que Enrique Peña Nieto es presidente para ponerse a negociar beneficios grupales), Jesús Zambrano ha hecho saber a los magistrados electorales enriquistas los riesgos de una declaratoria de presidente electo en favor del PRI. No es una amenaza, dijo el sonorense que preside el comité nacional perredista, pero los magistrados que no invaliden la elección presidencial plagada de irregularidades no deben descartar que se produzca un estallido social ante una respuesta no favorable.
Las graves advertencias de Zambrano fueron contestadas por la contraparte de tres colores, Pedro Joaquín Coldwell, quien advirtió que el país no puede ser rehén, por conflictos poselectorales, de un candidato derrotado. Jesús Murillo Karam, encargado de la defensa jurídica del caso Peña Nieto, agregó que no será con presiones y amenazas como un capricho se ponga por encima de la voluntad ciudadana mayoritaria que, según eso, habría estado de parte del PRI.
Astillas
Sabida es en el mundillo policiaco la máxima de que los delincuentes siempre van un paso adelante de los guardianes. En justa consonancia con esa tesis, los políticos mexicanos van gustosamente un paso atrás de la delincuencia electoral, de tal manera que se la pasan proponiendo geniales reformas legales para impedir en el futuro las pillerías que acaban de suceder. Luego de 2006 se hicieron enredadas modificaciones a la normativa comicial con el objetivo de que no se reprodujeran los determinantes vicios fraudulentos que permitieron la llegada de Calderón al poder. Ahora, el coordinador de los diputados federales del PAN, Luis Alberto Villarreal, ha anunciado que impulsará una reforma jurídica para tratar de impedir la compra de votos. Y así, sucesivamente, se irá pensando en arreglos a la letra legal que prohíban lo recién pasado, mientras se preparan nuevas modalidades de fraude que serán inhibidas por reglas posteriores… Respecto a los rollos de democracia germinal comentados ayer aquí, llegó este comentario: el consejero del IFE Alfredo Figueroa, barroco, como buen poblano, da más vueltas que un trompo para decir, hipócritamente, como buen poblano, que no hay democracia, que aquí mandan los poderosos y que impondrán al más imbécil de los candidatos. Qué germinal... ni qué ocho cuartos. Izquierda podrida a la que hay que enterrar boca abajo para que no vaya a volver a germinar: Maestra Cristina Aguirre Beltrán. Poblana... Y, mientras en Jalisco (en su natal Ciudad Guzmán, o en Guadalajara, o Zapopan) inauguran al estilo guanajuatense un Callejón del Bésame Mucho en recuerdo de la famosa canción cuya autora, Consuelo Velázquez, habría cumplido ayer 96 años, ¡hasta mañana con los preparativos para los ejercicios militares aéreos de este sábado en Santa Lucía, estado de México, denominados La gran fuerza de México!
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