Desde que el TEPJF validara el resultado de la elección presidencial y López Obrador anunciara su retiro de los partidos del Movimiento Progresista para impulsar el MORENA, columnista tras columnista especula sin cesar sobre quién será el candidato de la izquierda en 2018. El planteamiento básico es el del enfrentamiento entre la mancuerna Ebrard-Mancera (uno de ellos) y López Obrador. Si bien hay quienes dicen que éste no debiera competir nuevamente, hay números que, independientemente de los deseos personales, desde ahora lo ubican al frente de la triada de la llamada izquierda mexicana.
Una de las razones de tan anticipado futurismo es la ausencia de una presencia sólida en el ejecutivo ya sea en la figura del vigente o del recién ratificado por el TEPJF. Calderón se va en peores condiciones de las que llegó y Peña nunca logró arrasar como sus promotores pretendieron durante el prolongado proceso de su imposición mediática.
Con independencia del resultado oficial del TEPJF y contrario a lo que muchos pronosticaban, la figura y el liderazgo social de López Obrador resultan fortalecidos después de la inequitativa elección de 2012, cuando luego de un infausto 2006, sus adversarios querían mandarlo a La Chingada.
A partir de 2012 y de acuerdo a los números establecidos por la elección, la influencia política de AMLO se ha vuelto más nacional que nunca. Esto incluye a los estados del norte, donde la izquierda tuvo siempre escasa resonancia. Aun adversarios anteriores al proceso electoral de este año o gente que no había votado por él, lo hicieron, pues cayeron finalmente en cuenta de quién representa en realidad la única vertiente distinta a los patéticos e históricos fracasos del PRI y el PAN.
Federico Berrueto, un periodista poco afín a López Obrador, ha reiterado en “2018: Mancera, Ebrard o López Obrador” (Milenio, 16-09-2012), un dato imbatible: López Obrador ha sido la mejor “carta electoral” que históricamente haya tenido la izquierda. La mejor participación de Cuauhtémoc Cárdenas fue en 1988; en 1994 y 2000 declinó de manera aparatosa. En cambio, AMLO se superó a sí mismo en 2012 respecto a 2006 con alrededor de un millón de votos. Oficialmente, en ambos procesos quedó en segundo lugar con todo y que también ha sido el político de la modernidad que más ataques haya recibido; guerras de lodo especialmente diseñadas en contra suya. En 2006 fue víctima de un fraude. En 2012, víctima de una competencia desigual, inequitativa.
Se ha especulado que Ebrard hubiera sido mejor candidato. Berrueto es concluyente en relación a un dato evidente en las estadísticas arrojadas por la elección: “Marcelo hace creer que él sí hubiera podido obtener lo que a AMLO le faltó para ganar la Presidencia. Es un mito. López Obrador superó los votos de 2006 no por el respaldo de los exquisitos, sino por su fuerza popular y su capacidad para trasladar en sufragios su propuesta. Hay que ver lo que ocurrió en entidades donde el PRD es un membrete, para entender la magnitud del potencial electoral de López Obrador. En Baja California AMLO obtuvo 31% de los votos, en 2009 PRD, PT y MC en su conjunto alcanzaron 10%; en Chihuahua 23% AMLO y 7% los partidos, tres años antes; en Coahuila 20% AMLO y 5%, en NL 22% y 4%; en Tamaulipas 20% y 6%. Solo algunos ejemplos.”.
Y si se revisa los resultados del IFE, esa fue la tónica en el norte del país. El crecimiento inesperado, sorpresivo pero contundente, de López Obrador sumándose al ya conocido arrastre social que posee en el centro y sur del país. Este es y será el capital, la fortaleza política de quien ahora se empeña en la consolidación y formalización del Movimiento de Regeneración Nacional como partido.
De acuerdo a los números y si la salud y la fortuna le son propicias, AMLO será candidato de la izquierda en 2018. ¿Solo o frente a uno del par Ebrard-Mancera? Pregunta que contra los deseos de Ebrard tal vez no se resuelva en 2015, sino un poco después.
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