martes, 28 de enero de 2014

¿Qué esperar de Davos?

Lejos de abrirse hacia la democratización participativa de la sociedad, el capitalismo se ha cerrado en las concentraciones de poder económico, que se traslada, fácilmente, al político
por  el 
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El Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, se publicita como organismo internacional independiente, comprometido a “mejorar el estado del mundo a través de la participación en líderes en negocios, política, académicos y otros de la sociedad que formen las agendas globales, regionales e industriales a seguir”. Es obvio que su contribución al logro de “mejorar el estado del mundo”, como lo concibió, desde 1971, Klaus M. Schwab, su fundador, sencillamente, no se ha conseguido, y tal vez, incluso, sea lo contrario.
No obstante ello, seguramente la oficina de Turismo de Suiza mantiene permanente promoción para que se reúnan, anualmente, alrededor de 2,600, entre políticos y magnates, más un número importante de reporteros, para que las montañas nevadas constituyan un atractivo para mantener el interés mundial para admirar los hermosos paisajes. Lo cierto es que el gobierno de México, desde Carlos Salinas de Gortari, sin exceptuar a Fox y a Calderón, ha organizado la peregrinación anual de cientos de invitados con cargo al erario, y no pocas oportunidades de ampliar el recorrido a otras partes de Europa.
Lo impresionante es el que a pesar de que en Davos se exaltan las bondades del capitalismo especulativo de negocios sensacionales y de cazadores de fortunas habidos de encontrar paraísos de altos rendimientos, y de que tal mecanismo financiero ha sido la causa de que los acaudalados bancos y las haciendas infladas de Europa y América del Norte hayan caído en la trampa de los gigantescos crecimientos y precipitados desplomes, todavía se estimule la adicción a esos vicios de los grandes negocios con pocos esfuerzos.
Peña Nieto y su cohorte de promotores de privatizaciones a mansalva, dentro y fuera de su gobierno, van, hoy, con el inocultable propósito de obtener algunos interesados para entrar al jugoso negocio de la energía petrolera y eléctrica, tal como ocurría en México antes de 1938, en la primera, y de 1960, en la segunda. Los ejemplos más atractivos de éstas ofertas que trae en la bolsa la comitiva mexicana, bajo el mando de José Ángel Gurría, que utiliza la OCDE para el mismo efecto, serán los grandes rendimientos que a distintos grupos privados han dejado las privatizaciones de minas, ferrocarriles, aeropuertos, bancos, ejidos, playas y franja fronteriza, etcétera, etcétera.
Cómo no recordar que Carlos Salinas de Gortari concibió, en Davos, la idea de transformar la relación comercial de México con Estados Unidos, del modelo de acuerdos por sectores de la economía, según se visualizaran las conveniencias competitivas y de complementación, por la ocurrencia del acuerdo global totalizador de carácter comercial, política internacional, seguridad continental, apertura a la importación sin aranceles, etcétera. Todo, excepto el paso libre para el transporte terrestre mexicano, el trabajo legal de los emigrantes nacionales y la obligación de defenderse, desde sus fronteras y a su cargo, de los flujos de exportación de enervantes hacia sus consumidores.
Ahí fue donde, desde hace 20 años, el ex presidente le propuso a Carla Hills (representante comercial de Bush) la confección del Tratado de Libre Comercio (TLC). Desde entonces, la corriente privatizadora ha continuado su curso, e indistintamente, gobiernos del PRI o del PAN han sido fieles al cumplimiento de las líneas ordenadas desde Washington. No ha sido gratis; tanto Felipe Calderón como, ahora, Peña Nieto han tenido que ser premiados con la distinción de la denominación “Young Global Leader”, y hasta Agustín Carstens y Luis Videgaray, de otros grupos similares, han recibido reconocimientos.
Pemex y la CFE estarán en subasta. ¡Nada más ni nada menos! Naturalmente, Peña Nieto será recibido como participante principal en la mesa de la “estrategia energética mundial”, que, desde luego, no tratará absolutamente nada de las exigencias del mundo, por el cambio a fuentes de energía no contaminantes, sino que, por el contrario, intentará vender los siempre dudosos recursos petroleros del subsuelo mexicano y, desde luego, los que se encuentran en aguas profundas del Golfo. Lo más preocupante es que lleva una invitación abierta a perforar en la búsqueda del gas shell o de lutita, que, hoy por hoy, constituye la más grave amenaza de contaminación de mantos acuíferos subterráneos en radios que van de los dos a los 30 kilómetros.
Lo cierto es que el famoso Foro de Davos ha sido una maldición para México. A dos décadas de distancia, el TLC, a diferencia de los acuerdos comerciales anteriores, por sectores, que, de igual manera, hubieran incrementado el intercambio entre México y Estados Unidos de manera más equitativa y productiva, el fatal sometimiento a un acuerdo global “ni ha aliviado la pobreza nacional ni ha activado la economía y el desarrollo como se ofreció entonces”, y sí, en cambio, la dependencia económica, la subordinación política y la dramática violencia, dizque para contener el narcotráfico, han sido cargas que en el balance son inaceptables.
Para el mundo tampoco han sido favorables los acuerdos que, abiertos o en secreto, se conciertan en las montañas suizas. El capitalismo, lejos de abrirse hacia la democratización participativa de la sociedad, se ha cerrado en las concentraciones de poder económico, que se traslada, fácilmente, al político. La crisis mundial no ha sido de generación espontánea. Davos pareciera el espacio más insensible a la realidad generalizada de un creciente abismo de diferencias en los ingresos y en las oportunidades a futuro. México espera los peores resultados de éste 44 Foro Económico Mundial.

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