martes, 25 de febrero de 2014

Venezuela: los burgueses también marchan
Luis Hernández Navarro
L
ilian Tintori es una bella rubia, modelo y presentadora de televisión, dueña de una brillante sonrisa. En la muñeca izquierda tiene tatuado el nombre de su país Es, también, madre de dos hijos y esposa del dirigente opositor venezolano Leopoldo López, hoy tras las rejas. Cuando se comprometió, él se arrodilló y le hizo dos preguntas: ¿te quieres casar conmigo?... ¿Te quieres casar con Venezuela? Ella respondió que sí a las dos.
Lilian es ahora una figura internacional. Su foto en un mitin opositor al lado del ex candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, con una camiseta con la leyenda El que se cansa pierde, dio la vuelta al mundo. Apenas un par de días atrás se había quejado:estoy esperando más apoyo de Henrique Capriles... Lo mínimo que pido es que muestre solidaridad como la mostramos nosotros con él cuando estaba en su momento.
Las quejas de la presentadora no son sólo la expresión desesperada de una esposa que duerme cada noche sin su marido, sino muestra de la profunda división que atraviesa la oposición venezolana agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Dos facciones se disputan su conducción. Mientras Capriles apuesta a ganar el poder transitando por la ruta electoral y sumando adeptos entre chavistas descontentos con la crisis económica y la inseguridad pública, el dirigente del partido de ultraderecha Voluntad Popular Leopoldo López, la diputada María Corina Machado y el alcalde metropolitano de Caracas Antonio Ledesma han echado a caminar un golpe de Estado.
López y Machado anunciaron el inicio de su campaña de desestabilización política, a la que bautizaron como La Salida, el pasado 23 de enero. No hace falta mucha imaginación para comprender el objetivo del plan: destituir a Nicolás Maduro de la Presidencia de la República y acabar con lo que ellos llaman la dictadura castro-comunista. El 2 de febrero efectuaron la primera movilización de protesta, que terminó convergiendo con el descontento de estudiantes, hijos de familias de clase media y acomodada.
Diez días después –cuenta Manuel Sutherland–, los opositores pusieron las cartas sobre la mesa: tomaron las calles de Caracas con la consigna Saquemos a MaduroPongámosle fin a la dictadura de una vez. En la concentración corearon consignas como: Vamos a alzarnos contra este gobiernoEste gobierno va a caer y Maduro es un maldito colombiano.
Cuando la concentración había terminado, un grupo de 600 personas encapuchadas, con bombas molotov, coordinada por medio de radios de onda corta, levantaron barricadas, quemaron vehículos policiales y dispararon armas de fuego.
A partir de ese momento, la ultraderecha aumentó la violencia. Cobijada por una campaña de desinformación internacional en los medios, en la que difundió imágenes dramáticas de hechos represivos acontecidos en otros países como si estuvieran sucediendo en Venezuela, se presentó como víctima de un gobierno autoritario. Para dar un rostro civil a sus planes golpistas, presentó a los estudiantes de instituciones privadas como jóvenes idealistas y justicierosque luchan contra un Estado represivo.
En el camino, trató de ocultar –con poca fortuna– el apoyo financiero y logístico de Estados Unidos a la intentona desestabilizadora, el entrenamiento de organismos que, en nombre de los derechos humanos, se especializan en incubar revoluciones de terciopelo, y la participación de paramilitares colombianos en la asonada.
La salida golpista fue cuidadosamente construida con acciones previas de sabotaje económico, fuga de capitales y desabasto de productos básicos, para propiciar malestar y desaliento.
Pero el plan de la ultraderecha tiene un grave problema: carece de simpatía organizada dentro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Aunque militares como el general retirado Ángel Vivas han participado en el entrenamiento de grupos de choque opositores, un golpe de Estado como el que intentaron dar en 2012 es inviable. Por eso, la derecha radical busca crear una situación de ingobernabilidad y confrontación social que empuje a un sector del Ejército a deponer a Maduro e imponer el orden. La pretensión de hacer asesinar a Leopoldo López por sus aliados era parte de este proyecto.
¿Por qué un sector de la oposición venezolana optó por buscar un atajo insurreccional para remover a Nicolás Maduro? De entrada, porque ha fracasado por la vía electoral. Esperaban que la muerte de Hugo Chávez fuera el fin del chavismo. Se equivocaron. Maduro triunfó en las elecciones presidenciales, y el llamado del candidato perdedor Capriles a desconocer los resultados naufragó. Lo mismo sucedió en los comicios posteriores: el oficialismo ganó en 240 de las 337 alcaldías. Poco antes, en diciembre de 2012, aún con Chávez vivo, había obtenido 20 de las 23 gobernaciones.
Pero, además, la ultraderecha vio con verdadera preocupación la iniciativa presidencial de normalizar la vida política y tender puentes hacia la oposición y hacia los más importantes empresarios del país, para enfrentar conjuntamente problemas como la inseguridad pública. El camino de la reconciliación fue visto como un peligro para la ultraderecha más rabiosa, que ha hecho de la polarización su apuesta permanente.
El intento de golpe de Estado en marcha ha fracturado a la MUD. Hay quien no está de acuerdo con el atajo insurreccional. Según el opositor Jaime Eduardo Merrick ( El Universal,22/02/14): No podemos sentirnos orgullosos de ir a la calle y quemar cauchos, causar daños a locales y recibir bombas lacrimógenas. E incluso, si de protesta pacífica se trata, no puede causarnos alegría que nuestras marchas sean típicamente clase media y con consignas dispersas que en ocasiones rayan en lo banal y fatuo.
Pero la apuesta desestabilizadora continúa en pie, como se mantiene viva la disputa por conducir a la oposición. Por eso, Lilian Tintori, casada simultáneamente con Venezuela y con Leopoldo López, advirtió que en estos días la patria despertó y su marido es ellíder y guía que su país necesita. Probablemente por eso también el pasado 23 de febrero, en la concentración antichavista de la avenida Francisco de Miranda, Kevin Sosa escribió sobre un papel bond: Los burgueses de El Guaratao también marchamos.

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