lunes, 5 de junio de 2017

Laboratorio Electoral
En la tierra de Eruviel Ávila, golpeadores impiden que la izquierda busque posicionarse
Policías de Ecatepec no intervienen durante la retención de operadores de Monreal
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En el hotel Fiesta Inn ubicado en Ecatepec, militantes priístas sacaron por la fuerza a un presunto operador de Ricardo Monreal ÁvilaFoto Alfredo Domínguez
Arturo Cano
 
Periódico La Jornada
Lunes 5 de junio de 2017, p. 4
Aretito de diamante en la oreja y tatuaje con dos cuernos de chivo, el hombre resume en unas frases el espíritu del PRI duro, de los tricolores de corazón, mientras endurece el cuerpo para que nadie se atreva a dar un paso: Aquí no es el Distrito Federal, hijo de la chingada, aquí es Ecatepec, aquí no andamos con mamadas de pintar todo de rosita.
Faltan unas horas para que el Instituto Estatal Electoral dé apretada delantera a Alfredo del Mazo, pero aquí sus huestes no tienen dudas.
Bienvenidos al PRI del siglo XXI, compañeros. Aquí a su izquierda: cinco vehículos de la policía estatal del gobernador Eruviel Ávila –ex alcalde, no se olvide, de este municipio líder en asaltos y feminicidios donde nada se pinta de rosa–, cuyos elementos llevan dos horas mirando cómo varias decenas de indignados militantes del PRI maltratan al ex diputado Alejandro Rojas Díaz-Durán. Lo más suavecito que le dicen es: siéntese, pinche perro, o lo sentamos. Los agentes del orden se rascan las barrigas y, aburridos por la duración del episodio, ya ni voltean a ver al grupo de porros y periodistas que rodea a los colaboradores del ex gobernador de Zacatecas.
Los líderes controlan con rudeza a sus huestes. Hasta cierto punto. No impiden, por ejemplo, que le tiren un puñetazo a Juan José Espinosa Pérez, alcalde de Cholula, ni que pretendan arrebatar sus cámaras a los fotógrafos.
Faltan dos horas para que el PRI declare el triunfo de su candidato, Alfredo del Mazo, sólo para que lo sigan Morena e incluso el PRD (sólo faltaba, hacia la calurosa noche, que Josefina Vázquez Mota se declarara la mejor panadera de la comarca).
En el estacionamiento de una plaza comercial de Ecatepec sigue el sainete de origen bien conocido: la detención de un chofer del delegado en Cuauhtémoc, con unos 10 mil pesos y un arma que Ricardo Monreal denuncia fue sembrada. Lo de los billetes se va haciendo costumbre –aunque la cantidad sea risible–, como costumbre es que los empleados del ex gobernador de Zacatecas sean vigilados y capturados in fraganti (y también que la autoridad, en este caso la fiscalía electoral, diga que nada hay en su contra).
Algunos de los indignados militantes del PRI se cubren las caras mientras exigen que Monreal, quien permanece en una habitación del hotel bajo asedio de los priístas, dé la cara.
Con excepción de algunas señoras y de los líderes –que los reporteros locales reconocen como funcionarios del ayuntamiento–, los ciudadanos indignados con las mentiras de Morena son simple y llanamente golpeadores lumpen. Unos cargan caguamas, dos o tres de ellos se drogan con sus monas y varios han envuelto piedras con sus camisetas, para disimular los proyectiles.
Esos son los personajes con los que Alejandro Rojas, un evidente nostálgico de los reflectores, pretendió negociar. Yo puedo con ellos, voy a dialogar, le dijo a Monreal, y terminó de rehén.
Al caer la noche, los celosos ciudadanos se retiran sin más. Los llaman a concentrarse frente al palacio municipal.
La maestra y la revelación
En la colonia El Porvenir todas las casillas están en las calles. Las escuelas, habitualmente usadas en otros sitios como centros electorales, permanecen cerradas.
Una es la pequeña escuela Profesor Carlos Hank González, donde, en su juventud, diera clases Elba Esther Gordillo Morales. Imposible saber cuántos votos aportó la suma del yerno de la maestra y dos ex secretarios generales de la sección del SNTE consentida de Gordillo, la 36. En el último jalón, los gordillistas lanzan todavía algunos anuncios en las redes, aunque no tan eficaces como las llamadas telefónicas nocturnas.
Soy tu amiga Delfina Gómez y te recuerdo que llegó la hora, decía la voz, desde un teléfono de Guadalajara, a los sobresaltados mexiquenses, entre las tres y las cinco de la madrugada. Muchos mentaron madres.
Télefonos aparte, la lucha cuerpo a cuerpo es en el oriente del estado. En Nezahualcóyotl, entre Morena y el PRD.
Para la mayor parte de los medios no fue sorpresa que una profesora de primaria e hija de un albañil disputase la gubernatura a una dinastía que ya ha puesto cuatro gobernadores. No, la revelación fue Zepeda quien, al caer la tarde, se toma la foto brazos en alto con los dirigentes de su partido. Curiosa la celebración perredista: festejan que su candidato quedará, según los primeros resultados, unos tres puntos abajo que su aspirante de hace seis años y unos ocho de quien fuera su candidata hace 12. Eso, sin considerar que las muy sabidas relaciones del jefe de la corriente de Zepeda, Héctor Bautista, con el grupo en el poder presidencial le ayudaron a apuntalar un caudal de votos similar al que obtuvo seis años atrás.
Fuerte y con todos
El PRI, dicen sus adversarios, es un partido mentiroso. Esta vez, al menos, no mintió en su lema de campaña: Fuerte y con todo, prometió, y así fue.
Al menos desde octubre pasado la prensa documentó un día sí y el siguiente también la intervención abierta de los integrantes del gabinete presidencial en la elección. Nunca antes una entidad había sido tan visitada por los altos mandos, nunca sus habitantes objeto de tantos regalos y promesas, de tarjetas efectivas y rosas (a pesar de lo que digan los fieros militantes priístas de Ecatepec).
Fuerte y con todo, el PRI pretendió meter a todas las fuerzas políticas en el mismo saco. Los de Morena son tan corruptos como todos los demás, fue la frase que se desparramó en titulares y columnas, con todas sus variantes. Mientras sus gobernadores, otrora ejemplo del nuevo PRI escapaban o caían en prisión, el PRI se montaba en la telenovela de Eva Cadena, las cuentas del municipio de Texcoco y otras historias similares.
El tamaño del empeño priísta, de los recursos empleados, dio lugar, en la víspera de la jornada comicial, para que los memoriosos trajeran a cuento el fraude patriótico de 1986.
La autoridad electoral, que desde ya tiene encima la elección de 2018, sólo miró incidentes menores.
Tan menores como las cabezas de cerdo y las coronas fúnebres en las sedes de Morena. Montones de cabezas de puercos como montañas de encuestas de salida llegan a los celulares de los reporteros con conexiones desde el mediodía.
La mayor parte de esos estudios muestran lo mismo que las últimas encuestas públicas: un empate entre Alfredo del Mazo y Delfina Gómez.
Todos esos datos se van a la basura ya entrada la noche, con el conteo rápido que al otorgar una mínima ventaja al candidato del PRI, con una muestra incompleta, abre el camino a los tribunales.
Ya entrada la noche, los primeros reportes desde Toluca indican que no hay un festejo a la altura del empeño que el PRI puso en esta elección. Hablan de un ambiente tristón, de una fiesta fingida. Será porque en el estado de México del grupo Atlacomulco, ese mito que vive y colea, no pintan nada de rosita.

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