martes, 13 de junio de 2017

Las alianzas otra vez: de historia otra vez
Pedro Salmerón Sanginés
P
ara llegar al poder, y desde elpoder repartir 22 millones de hectáreas y así romper la miseria secular de millones de campesinos y el estancamiento del campo; para recuperar para la nación la principal riqueza del subsuelo y utilizarla como palanca de desarrollo y así romper el estancamiento económico e iniciar la industrialización; para fundar el INAH, el IPN, el Colmex, el FCE… para llegar al poder, Lázaro Cárdenas se alió por abajo con los sindicatos y las organizaciones campesinas (pero no con todas: muchas desconfiaban de sus antecedentes y de sus otras alianzas), pero también se alió por arriba con los grupos que encabezaban Abelardo L. Rodríguez y los hijos del general Calles. Emilio Portes Gil y Marte R. Gómez, Aarón Sáenz, Juan Andrew Almazán y los capitalistas revolucionarios. Y los caciques Tomás Garrido Canabal y Saturnino Cedillo.
Se alió también con políticos resentidos desplazados del poder por Calles, como Cándido Aguilar, Guadalupe Zuno, Margarito Ramírez y Adrián Castrejón. Se ganó a callistas de izquierda, como Narciso Bassols y Juan de Dios Bojóquez. Y tras tejer todas esas alianzas, buscó incluso el aval del llamado jefe máximo, Plutarco Elías Calles. Podría contarles quiénes son, quiénes eran esos hombres y grupos, y verían que los que hoy se acercan a Morena distan de sus siniestros antecedentes.
Esta amplia alianza por la derecha y por arriba (sumada a la muy amplia alianza por la izquierda y por abajo), estaba supeditada al proyecto de transformación revolucionaria plasmado en el Plan Sexenal (te lo digo Juan para que entiendas, Proyecto Alternativo de Nación) y bajo el liderazgo del general Cárdenas y los hombres de su confianza, en un principio procedentes en buena medida de su experiencia de gobierno en Michoacán de 1928 a 1932 (como Silvano Barba, Gabino Vázquez, Ernesto Soto Reyes y el maestro de varios de ellos, Francisco J. Múgica).
“La selección de Cárdenas, a mediados de 1933, fue resultado de la suma del descontento social contra un gobierno que había olvidado los postulados de la Revolución, y el hartazgo político frente… a una situación demasiado peligrosa” (Miguel González, Leonardo Lomelí y Pedro Salmerón, El partido de la Revolución… 1928-1999, México, FCE, 2000, párrafo final del capítulo 1).
Ya he escrito de otras experiencias históricas en otros países, y sigo pidiendo quienes quieren que Morena eche a los neoliberales del poder sólo con los castos, sólo con los puros, sólo con los santos, a que me den el ejemplo de un caso de transformación radical frente a la desesperación y la podredumbre, que se haya realizado sin alianzas con sectores procedentes del antiguo régimen y de las clases dominantes. Un solo ejemplo histórico, por favor.
Porque este sábado, en Ciudad Victoria, Andrés Manuel López Obrador hizo una reflexión que en mí suscita otra: en un régimen podrido, en que la corrupción permea toda la vida económica, ¿habrá un mediano empresario que no haya pagado una mordida, o derecho de piso a las mafias?, ¿y no, muchos de ellos, ante la posibilidad real de acabar con la corrupción como sistema –de la que formaron parte–, no preferirán de corazón vivir de otra manera? Lo mismo podríamos aplicar a los políticos y, además, sorprendernos que en un país así, haya políticos capaces de no caer en la tentación, en la casi obligación de la corrupción, cuyo emblema es justamente Andrés Manuel. Y hay algo más: ¿cuántos ciudadanos que anhelamos esa transformación, que queremos para nuestros hijos un país sin miedo y con oportunidades, no hemos caído también en el juego de la corrupción o de la apática comodidad o la ceguera voluntaria o involuntaria?
¿Qué diferencia hay entre las alianzas del PRD –por ejemplo– y la amplia alianza nacional que está generando Morena, alianza que llena de terror a los políticos del régimen y que tanta incomodidad y recelo causa entre muchos militantes auténticos, entre tantos compañeros de la izquierda?
Las alianzas del PRD lo llevaron a subordinarse al proyecto neoliberal (a través del Pacto por México, de la postulación de Yunes papá y Yunes hijo, del lamentable papel de Juan Zepeda) y a que sus gobiernos después de 2006 no se distingan en nada de los del PRI o el PAN. Por el contrario, la amplia alianza que está construyendo Morena tiene como norte el Proyecto Alternativo de Nación y el liderazgo y la estructura de Morena. Lecciones aprendidas de nuestra historia, del cardenismo, porque, como dijo Andrés Manuel el sábado en Ciudad Victoria y el domingo en la capital, nuestro proyecto viene de nuestra historia, no de los ejemplos de Noruega o Islandia ni de Cuba o Venezuela, aunque de cada uno haya cosas que aprender y cosas que rechazar.

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