Un falso reformismo de última hora sexenal como pretexto para posicionamientos electorales panistas y para reajustes de cuentas entre bancadas del PRI en el senado y en San Lázaro. Ya no hay tiempo para reconstituir el tejido institucional que debería dar soporte a las elecciones venideras (desde ahora sabidamente en grave peligro), y las propuestas ayer tan discutidas en lo particular apenas aportan tenues esperanzas de mejoría condicionada, pero los discursos y la propaganda tomaron sitio privilegiado, vehemente, distractor, como si de verdad con esos cambios menores en la letra jurídica se pudiera mejorar la damnificada vida cívica y electoral del país.
La encendida defensa de la relección consecutiva de legisladores ganó sitio relevante en el debate de ayer entre diputados porque a la estrategia panista rumbo a 2012 le conviene etiquetar al PRI como opositor a las supuestas modificaciones salvíficas: el PRI, un peligro para la reforma política. En la circunstancia mexicana no hay lugar defendible para esa pretensión de continuidad en los cargos porque ni siquiera se tiene hoy la posibilidad de garantizar el respeto al voto ni la eficacia institucional en la constitución de los poderes públicos, pero el señuelo de la relección ha servido para aparentar que se pueden conseguir metas altas (la madurez política que permita esas elecciones consecutivas) cuando ni siquiera se pueden conseguir las mínimas. Pero Calderón, en su guerra contra el PRI, necesita ese parque para balaceras propagandísticas echando en cara al tricolor que por su culpa no se alcanzaron tales niveles electorales de primer mundo.
El PRI peñanietista, por su parte, se aferra a la protección de su presunta victoria presidencial inevitable, cerrando candados donde puede, allegándose tretas para facilitar términos de gobernabilidad, mostrando su talante autoritario para evitarle sobresaltos a un presunto gobierno de eficacia, que es lo que pretende instaurar el gelismo-salinismo. En el fondo de las líneas duras que sostiene en la cámara de diputados la facción priísta manejada por el ex gobernador del estado de México está la taimada resistencia del sonorense jefe del senado, quien trata de menguar la figura de Peña Nieto al exhibirlo como políticamente cavernario, frente al negociable aliento reformador del propio Beltrones.
A fin de cuentas, con un PRD manejado en San Lázaro por un personero de Marcelo Ebrard, es decir, por la línea específica de prealianza electoral con Calderón, y con un PT en resistencia casi solitaria, la miscelánea de modificaciones legales en materia política avanzaba ayer a la hora de cerrar esta columna, sin que haya espacio para alojar esperanzas de cambios trascendentes en esos asuntos comiciales. Todo fue cuidado para no abrir de verdad las puertas a la participación ciudadana que pudiera significar peligro para las elites políticas que acabaron diseñando el remedo de reforma política: las candidaturas ciudadanas, cuando al fin les toque inaugurarse, servirán para que poderes como las televisoras impongan a base de popularidades de pantalla a sus abanderados y para que con dinero sucio otros poderes, como el de la delincuencia organizada, inflen, blinden e instalen sus propias bancadas legislativas. La consulta ciudadana quedó con tales requisitos que será muy difícil activar sus mecanismos desde la base ciudadana sin recursos económicos ni mediáticos.
La relección, por fortuna, había quedado entrampada, y el tema de la revocación de mandato, que significaría una posibilidad cierta de que los electores pudieran premiar o castigar a los políticos, tampoco salió avante, así que, en términos generales, el fuego de artificio de la presunta reforma política quedó en simple escarceo entre fuerzas partidistas para dar a luz modificaciones procesales y algunas aportaciones de sustancia que sin embargo, frente a la descomposición acelerada de los procesos políticos y electorales del país, de muy poco servirá más que para efectos de propaganda electoral inmediatista.
Astillas
Aun cuando la reposición de los comicios internos del PRD en algunas entidades pudiera generar la impresión de que se hubiera superado un momento crítico, lo cierto es que ha causado ya un daño mayor a la izquierda electoral la reinstalación en el escenario público de la imagen de un partido rijoso, dividido y movido por personajes polémicos o abiertamente descalificados. No se trata de un incidente aislado, sino de un episodio más de una larga telenovela ya sabida, pero cuya difusión y exageración mucho conviene a quienes requieren desactivar cualquier posibilidad sensata de lucha por cambios desde la izquierda. Por lo pronto, y a reserva de los muy cantados episodios similares por venir, que serán debidamente aprovechados por sus adversarios, el perredismo pareciera estar postrado en una plancha de experimentaciones clínicas que busca encontrar la mejor manera de impedir que ese partido llegue a sumarse a una eventual suma de organizaciones que apoyaran a Andrés Manuel López Obrador o, en otra vertiente, que busca debilitar al sol azteca para prepararlo ante eventuales pretensiones aliancistas con el PAN, ya fuera con Ebrard como candidato o con el marcelismo-camachismo como ingrediente aliado susceptible de posteriores premiaciones en un futuro gabinete federal de coalición... La profesora Gordillo y sus equipos de prestidigitación electoral se han convertido en el panal de la discordia. Moreira y Peña Nieto se dicen muy dispuestos a cerrar negociaciones con la jefa sindical, mientras Cordero (y, presuntamente su manager Calderón) hace saber que no están sellados esos tratos y que, por el contrario, aún cabe la posibilidad de que los cálculos elbistas acaben considerando más aceptables los arreglos con el panismo. Otro participante en la subasta es quien constituye la confesa debilidad de Gordillo, el policromático Marcelo Ebrard, que también cotiza en la Bolsa de Valores Electorales... ¡Hasta mañana, con el ayatola penal Fox!
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