Por enésima ocasión políticos, magnates, candidatos a Los Pinos, ex funcionarios, ex embajadores, ex gobernadores y también un ex presidente, entre otros, suman sus desinteresadas voces y sus no pocas influencias y presiones para que los lerdos mexicanos entiendan de una buena vez por todas que la privatización petrolera los hará vivir como noruegos (Davidow dixit), que destetados de la ubre petrolera (Guillermo Ortiz dixit) tendrán un futuro maravilloso y que sólo con inversión privada, audacia y valentía (Pancho Pantera Peña Nieto dixit) se evitará la quiebra de Petróleos Mexicanos, por ser ésta, según dicen, una empresa del Estado que cada día gana menos y que irremediablemente terminará en el hoyo si los obtusos nativos se aferran al tabú y se niegan a que sea desincorporada.
Se agradece el sano interés mostrado por todos ellos, pero el análisis que ninguno aportó es el relativo a si en realidad Pemex es una empresa que cada día gana menos, si el oro negro mexicano de tiempo atrás dejó de ser un enorme negocio, y si en los hechos esta industria nacional ya representa un pesadísimo fardo para los lerdos naturales de este país, tanto que de plano obligó a los siempre altruistas magnates, solidarios ex embajadores y demás caritativa fauna citada líneas arriba a brincar a la palestra y ofrecer su sacrificio con tal de que el bienestar noruego alcance a los mexicanos y el primer mundo se materialice en México.
De entrada, nadie diría que está en quiebra una empresa que, como Pemex, aporta cerca de 40 por ciento del ingreso gubernamental, que 40 centavos de cada peso que gasta el gobierno provienen del oro negro. Difícilmente podría calificarse de improductiva. Entonces, ¿qué motiva realmente a los que suman sus desinteresadas voces, influencias y presiones a exigir la privatización del consorcio paraestatal, con ganas de entrar al quite?
Pues bien, la respuesta puede encontrarse en los propios informes periódicos que Petróleos Mexicanos se ve obligada a entregar a la Securities and Exchange Commission (SEC) de Estados Unidos sobre el estado que guardan sus finanzas, los cuales muy pocos mexicanos conocen, aunque sí, y en detalle, todos los que se pronuncian en contra del tabú y a favor de la audacia, la valentía y el capital privado. Y lo primero que surge de tales reportes es el suculento margen de ganancia que tiene la paraestatal a punto de quebrar, según las altruistas voces que pugnan por acabar con el monopolio grandote (Ricardo Salinas Pliego dixit, digno representante de los más puros intereses del pueblo mexicano).
De acuerdo con la información de la paraestatal, al cierre de 2010 el margen de ganancia de Pemex por barril petrolero de exportación fue, modestamente, de mil 395 por ciento con respecto a su costo total de producción. Ese año el precio promedio de la mezcla mexicana fue de 72.33 dólares por barril, mientras el costo total de producción fue de 5.22 dólares. Un año antes, en 2009, tal margen fue un poco menor, si vale el término: mil 183 por ciento, resultante de un precio promedio de exportación de 57.4 dólares y un costo total de producción de 4.85 dólares por barril.
Lo anterior da cuenta del enorme, jugoso negocio que representa el oro negro mexicano, algo muy distante a los señalamientos y advertencias de la fauna político-empresarial citada líneas arriba. En 2010, la ganancia neta por barril exportado fue de 67.11 dólares, y de 52.55 dólares en 2009. Algunos pensarán que lo anterior se debe al incremento en los precios internacionales del crudo, pero aún en las peores caídas en este renglón las ganancias han estado presentes. Por ejemplo, el peor año del gobierno foxista en materia de precios petroleros internacionales fue 2001, cuando el barril mexicano de exportación promedió 18.57 dólares. Ese año el costo total promedio de extracción por barril fue de 3.34 dólares, de tal suerte que el margen de ganancia fue de 15.23 dólares, igual a 456 por ciento. Y para el gobierno de Ernesto Zedillo el año más complicado fue 1998, con un precio promedio de la mezcla mexicana de 10.77 dólares (el más bajo en una década) y un costo de extracción de 2.21 dólares, es decir, un margen favorable de 387 por ciento.
Con estas cifras parece despejarse el acertijo: ¿de dónde nace tanto interés de políticos, magnates, candidatos a Los Pinos, ex funcionarios, ex embajadores y conexos por salvar, vía capital privado, a la industria petrolera nacional y, de paso, a los mexicanos a punto de contar con pasaporte noruego, siempre y cuando dejen el tabú a un lado?
¿Qué detalla el informe de Pemex a la SEC? Entre otras cosas, que en 2010 nuestro costo de producción promedio fue de 5.22 dólares de Estados Unidos por barril de petróleo; aumentó 7.6 por ciento en comparación con los 4.85 dólares por barril en 2009. Este aumento se debió principalmente a una apreciación de 6.5 por ciento en el tipo de cambio del peso mexicano frente al dólar, así como por un incremento de 22.6 por ciento en los costos de compra de gas. Estos factores fueron parcialmente compensados por un aumento en la producción total de hidrocarburos en 2010 en comparación con 2009, de un millón 378 mil de barriles de petróleo equivalente en 2009 a un millón 384 mil barriles en 2010, así como la reducción de los costos asociados con los gastos de mantenimiento.
Por si hubiera duda, la paraestatal señala al organismo estadunidense: nuestro costo de producción total se compone de todos los costos directos e indirectos incurridos para producir petróleo y gas, incluidos los costos asociados con la operación y el mantenimiento de pozos y equipos relacionados y las instalaciones. Además, incluye los costos de mano de obra para operar los pozos y las instalaciones, los costos de materiales, suministros y combustible consumido, incluyendo gas que se usa para el levantamiento de gas, nitrógeno y otros productos químicos, los costos de mantenimiento y otros, tales como honorarios por servicios generales, un fondo de mano de obra para activos personales, servicios corporativos y los gastos indirectos.
¿Se entiende ahora la audacia y la valentía de la que habla Peña Nieto? ¿Se comprende la urgencia de erradicar el tabú y alcanzar el destete?
Las rebanadas del pastel
¡Agarraos!, mexicanos silenciosos, que el mismo clarividente que pronosticó un simple catarrito para el país por la sacudida de 2009 ahora vaticina que México no entrará en crisis (obvio que lo dijo Agustín Carstens) por la nueva oleada. Entonces, si lo dice él, a rezarle al Altísimo.
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