Las "reformas", las modificaciones a las leyes, las coaliciones cupulares y las alianzas no garantizan que las cosas van a cambiar en beneficio de las mayorías. Lo único que realmente puede hacer girar el rumbo equivocado que ha llevado a México a esta crisis, es que se deje de proteger a los grupos privilegiados para dar paso al reparto justo del presupuesto, y eso no lo van a hacer, de ninguna manera, los que están instalados en el poder ni sus cómplices.
El cambio tiene que venir de abajo y con la gente. El cambio sólo puede garantizarse si acceden al poder los políticos, los profesionistas, los académicos o los integrantes de la sociedad civil comprometidos con México y su pueblo.
Que no nos vendan la idea de que todos son iguales y que la izquierda está representada por los que organizan los cochineros del PRD.
La izquierda es, en pocas palabras, una forma de vivir y de pensar, cuya característica principal es la capacidad de considerar al Otro.
La terrible desigualdad a la que nos han llevado los últimos gobiernos ha ocasionado esta descomposición social que genera resentimientos, inseguridad y violencia.
El cambio que necesitamos debe empezar por recuperar los valores humanos perdidos, y para eso es indispensable que tomen las riendas del país personajes con convicciones sólidas que no se presten a la simulación ni a las complicidades.
Sólo un gobierno recto puede enderezar, con su ejemplo, a las instituciones que hoy por hoy se encuentran al servicio de unos cuantos y no del pueblo al que se deben.
Para transitar a un Estado con autoridad moral es necesario que se haga sin el uso de la violencia ni la venganza. El cambio debe ser pacífico porque es PAZ lo que necesitamos para echar a andar este país que hoy parece detenido en el tiempo y en el espacio.
Sí se puede. Somos millones los que estamos dispuestos a protagonizar ese cambio de manera pacífica, con la convicción de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo.
Los gobiernos neoliberales han demostrado que la ambición lo carcome todo, por eso estamos en esta situación.
Nadie podrá sentirse a salvo si continúa la destrucción del tejido social y el remate de nuestros recursos naturales.
A estas alturas ya no importa que los medios de comunicación, al servicio de la derecha, traten de distorsionar la realidad porque la realidad que estamos viviendo es inocultable.
Lo único que nos queda es la esperanza y gracias a ella es que vamos a seguir luchando desde abajo y con la gente.
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