martes, 10 de julio de 2012

Como en Panamá, el PRI dice al PAN que las elecciones "nos las robamos limpia y justamente”

BEAM
Cuenta una de las historias más negras del imperialismo norteamericano que en 1978, cuando se discutió en el senado de dicho país el transferir la posesión del Canal de Panamá y de su territorio adyacente a la nación centroamericana, el senador republicano de origen japonés, S.I. Hayakawa se indignó y alegó que “deberíamos quedarnos con el Canal de Panamá. Nos lo robamos limpia y justamente”.

Como me recuerda este relato a la actitud del PRI tras las elecciones más sucias de la historia de nuestra nación. Compra de votos mediante monederos electrónicos de Soriana, quema de boletas, urnas violadas, acarreo, entrega de regalos para inducir al voto y en general un dispendio obsceno que a todas luces rebasó los topes de campaña, todo esto para obtener apenas una cifra ligeramente superior al tercio de los votos de la elección.

Que salga un sujeto que se robó una elección como Felipe Calderón a llamar “inaceptable” la compra de votos parecería ser el colmo del cinismo. Pero que un tipo como Enrique Peña Nieto se queje de que Calderón “tenga dudas” sobre su inexistente legitimidad, y que culpe de esto a AMLO, es llevar las cosas a otro nivel, más rastrero y repugnante, aún para el PRI.

Leyendo entre líneas, el mensaje del PRI y de Peña Nieto a Calderón es que las elecciones se las robaron “limpia y justamente”, como arguyera el senador Hayawaka hace más de tres décadas. Que el cochinero electoral de 2006 fue peor que el de 2012. Que por eso un presidente espurio como Calderón, que dejará un saldo de más de 80 mil muertos por una guerra fallida contra el narco que jamás le redituó la legitimidad que tanto ansió no tiene “derecho” a meterse a criticar el nausebundo lodazal electoral del Dinosaurio Institucional. Es por esto que en los últimos tres días ha crecido la desesperación del PRI, un partido creado bajo el germen de la violencia, capaz de cometer cualquier locura y de hacerse del poder –y de recuperar, claro está, la multimillonaria inversión en el engendro estulto de Televisa-, aun cuando tenga que ser a “sangre y fuego”.

Mientras que a nivel internacional somos considerados un país “bananero”, incapaz de garantizar la más elemental democracia y bajo la influencia cuasi-fascista de un monopolio televisivo, los dos partidos más podridos y nefastos en la historia moderna de México comienzan a reñir por el codiciado título del cerdo rey del chiquero.

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