El mundo es imperfecto e injusto, y la única manera de cambiarlo es forzando la mano, solo que hay que saber dónde se fuerza, porque si no, estaremos dando vueltas en el vacío, y al final todo será un problema de ferias, manifestaciones y gritos.
POR ANTONIO NAVALÓN - Martes 31 de julio de 2012
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El país construye o cree construir su futuro sobre expos, marchas y ferias.
Petróleos Mexicanos, siendo la joya de la corona, la clave, el gran objetivo del sexenio que viene, comienza y se enfrenta a él –rindiendo cuentas, por llamarlo de alguna manera– con una Expo Pemex en México. Por su lado, Andrés Manuel ya abrió la Expo Fraude 2012.
Mientras tanto, el país va desperezándose lentamente con una sana, honesta y constructiva resistencia civil como respuesta a lo que no les gusta a muchos ciudadanos.
Los inconformes tienen razón en manifestar su descontento. Los ciudadanos que votaron por el candidato ganador tienen derecho a estar felices.
Otra cosa es confundir no estar de acuerdo con una línea de noticieros con lo que significa el cerco sistemático a la primera televisora del país.
Somos así. Lo somos para bien y para mal. Hará bien Peña Nieto, una vez superados el dolor y la tragedia de la muerte del hijo de su amigo en un accidente, en darse cuenta de que él no tiene la culpa de todo lo sucedido en los últimos 50 años.
De hecho, culpa, lo que se llama culpa, solo la tiene de los últimos seis años, y exclusivamente en el Estado de México.
Peña Nieto tiene dos caminos. Podría seguir pensando que se pasará, que se olvidará, pero en la era del Twitter es algo que nadie sabe dónde pasa, si de verdad pasa o cuáles son las consecuencias. O podría no solamente plantar cara a la Expo Fraude, sino tratar de llamar la atención y dejar que los descontentos se acercaran a él.
No sé cómo pretende articular su política en un mundo en el que un teléfono celular inteligente es, en sí mismo, una concesión de prensa, radio y televisión.
No sé si se da cuenta que no hay Monex ni abrazos suficientes para comprar a todos los tuiteros –buenos, malos, honestos o deshonestos– que lo quieran atacar.
Para alguien alérgico a la picadura de la abeja, es importante autoinocularse el veneno. En el caso del veneno que es producido por el gran sector social que no lo quiere como su presidente, es imprescindible que Peña Nieto intente ganárselos.
¿Es posible que lo logre? No lo sé, pero en su sueldo y en sus obligaciones está al menos intentarlo.
Un problema distinto es sentir el acoso de una parte de la población, por cuestiones políticas, hacia una serie de periodistas. Eso lo rechazo de manera radical. Así como respeto el hambre de los votantes, también les exijo que respeten el hambre de los periodistas.
El mundo es imperfecto e injusto, y la única manera de cambiarlo es forzando la mano, solo que hay que saber dónde se fuerza, porque si no, estaremos dando vueltas en el vacío, y al final todo será un problema de ferias, manifestaciones y gritos.
Quiero un país de la realización, no de la frustración. Así como entiendo y aplaudo a quienes no quieren la impunidad del crimen perfecto de las elecciones, también exijo respeto para quien votó –por las razones que sean– por la candidatura ganadora.
Al decir “las razones que sean”, no me refiero al hambre, la manipulación, la compra del voto, el abuso o simplemente el bastardo trato de que si no votas por mí, no tendrás futuro.
México no puede ser una fiesta ni tampoco una tragedia. Me parece peligroso que haya fenómenos basados en que todo pasará, pero no pasará nada. Me da la impresión que no será así.
No se puede tapar un crimen con otro crimen. No se debe tapar un abuso con otro abuso. No se debe poner la otra mejilla a cambio de arrancar cabezas.
Aplaudo las ferias, las marchas y las expos, pero dejo la pregunta a quien quiera contestar:
Y después, ¿qué?
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