El asesinato de Jessica, una niña de 14 años de Ecatepec, Estado de México, a manos de sus violadores, pero provocada indirectamente por la corrupción de las autoridades locales.
Una muestra de lo que ha imperado e impera en ese Estado que recién gobernó Enrique Peña y que continuaría imperando en la nación, de dejarlo que nos gobierne.
Cuando acude la humilde familia de Jessica a las autoridades del Ministerio Público a cargo de un tal Martínez Gutiérrez a denunciar el depravado hecho de violación en contra de su hija, la autoridad les exige un soborno de dos mil pesos como condición para darle seguimiento al grave delito que denunciaban, dinero del que carecían siendo muy pobres y había que juntar de alguna manera, a lo que los doblemente victimados se avocaron de inmediato.
Estaban en este proceso de reunir el dinero lo que les tomó varios días, cuando la familia de uno de los dos malandrines que habían perpetrado la violación, se presentó en la vivienda de la agredida para ver cómo se arreglaban con ellos para que retiraran los cargos.
Al negarse los padres a pactar con los delincuentes, unos días después, volvieron a atacar a la niña para violarla por segunda vez y finalmente asesinarla.
Aquí, fue la omisión la negligencia y la corrupción del Ministerio Público de Ecatepec quien, junto con las dos bestias que violaron y ejecutaron a la niña, son los responsables de este crimen.
Sin embargo, a la persona que pidió la “maiceada” a las víctimas antes de proceder a realizar lo que era su responsabilidad, es decir la inmediata investigación y averiguación previa de los hechos, sólo la cesaron de su puesto sin dictaminarle ninguna culpa ni proceso judicial.
Esta es la manera en la que procede la ley en el Estado de México que le sigue en porcentaje de mujeres asesinadas en el país a Chihuahua, ambos Estados eternamente controlados por el PRI.
A estos dos asesinos del Ecatepec de Eruviel Ávila, que mataron a sangre fría a una inocente, se les echó guante porque ya hubiera sido demasiado descaro ante los evidentes hechos el que se les dejara en libertad.
Pero la acción de complicidad de la autoridad es la que ha quedado impune. A cabal noción de la primera violación presentada se les debió de haber detenido de inmediato a los perpetradores lo que hubiese evitado la inminente muerte de Jessica.
Este crimen, hubiera quedado enterrado en el olvido de la clandestinidad de no haber sido por la inconcebible evidencia habida hecha pública. No obstante y a pesar de conocerse el peso de la acción delictiva de la autoridad, no se le castiga. Queda clara la injusticia y el comportamiento criminal del gobierno del Estado de México que provoca indirectamente la muerte a la menor.
De otras cientos de mujeres mexiquenses, sin embargo, nunca se aclararán sus muertes.
Incluyendo el penoso deceso de la señora Prettellini de Peña Nieto, donde la duda quedó sin disipar en cuanto a qué fue lo que realmente le sucedió a esta víctima hallándose su marido inmerso en tanta comprobada relación extramarital por lo que causales hubo que recaen en sospechas fundadas de desaparición premeditada porque hasta el día de hoy, México no sabe de qué murió la señora del represor que pretenden imponernos como presidente.
A todas luces, por el desarrollo de los acontecimientos posteriores a su muerte, ella les estorbaba para la realización de sus planes.
Tampoco sabremos la realidad de la historia acontecida en el asesinato de la niña Paulette, donde la lana y el tráfico de influencias se movilizaron frente a nosotros con pasmosa rapidez ya que los padres de la creatura muerta, por mano desconocida, eran cuates de Peña Nieto.
La justicia humana, a estas mujeres como a tantas otras, ya nunca las alcanzará. A Jessica la alcanzó a medias, porque debido a la corrupción de la “procuración de justicia” mexiquense, no la sobrevivió.
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