Una joven y muy talentosa amiga mía que vive en Pekín, me cuenta, por medio de su padre, que en todas las tiendas de China, para conmemorar el aniversario número 80 de la invasión de Manchuria por las tropas del emperador Hirohito, “si dices que las islas Diaoyu, que se acaban de apropiar los japoneses, son chinas, te dan 25 por ciento de descuento, pero si dices que Japón pertenece a China el descuento es de 50 por ciento”.
De ese tamaño es la cólera que sienten los dirigentes del Partido Comunista más capitalista del planeta y que los medios de control de masas han insuflado en los habitantes del país más poblado del mundo en contra de su antiguo verdugo y opresor, el pequeño y laborioso Japón, que valiéndose de una maniobra jurídica se apoderó del minúsculo archipiélago que los hijos del sol naciente llaman Senkaku.
En esas islas no vive nadie –de ahí se deriva quizá el nombre japonés, Senkaku, que, si mis conocimientos de la lengua de Mishima no me engañan, significa “sin heces fecales”-- pero abundan tanto el petróleo como el gas natural.
Cuando hace unos días Japón se declaró dueño de las Senkaku, los que se refieren a esos pedazos de tierra como las Diaoyu se enfurecieron a tal grado que los restaurantes japoneses, en al menos 125 importantes ciudades chinas, debieron cerrar sus negocios ante el diluvio de piedras y botellas que arrojaron contra sus fachadas las pacíficas y no menos laboriosas personas que hasta hace muy poco eran sus clientes.
Asimismo, las grandes fábricas japonesas como Fuji, Mitsubishi, Honda, Toyota, Mazda, Panasonic y otras, y los almacenes donde ofrecen sus productos, suspendieron sus actividades en virtud de las protestas populares, que el sábado se extendieron a la propia embajada de Japón en Pekín, donde miles de chinos más lanzaron toda clase de objetos.
En el ámbito militar, 11 buques de guerra chinos se encuentran ya en el archipiélago de Diayou, de donde la Guardia Costera de Japón les exige que se retiren, y mientras tanto una flota de al menos mil barcos pesqueros se dirige hacia allá. Por las pérdidas económicas que han resentido los multinacionales japonesas, la Bolsa de Tokio ha empezado a caer.
Desde que fue aplastado por las bombas atómicas de agosto de 1945, Japón es aliado incondicional de Estados Unidos, el imperio de occidente que al mismo tiempo enfrenta la oposición de China y de Rusia a la mera idea de un ataque nuclear contra Irán, que preparan los líderes sionistas de Israel y la Casa Blanca.
Entre tanto, continúan los disturbios en el Mundo Arabe, donde nada logra apagar el descontento que los musulmanes sienten contra Estados Unidos, por un video racista y fascista que se burla de Mahoma. Así que de repente, a menos de dos meses de las elecciones que le proporcionarán al barato de Obama cuatro años más de poder, el escenario mundial se le ha complicado extraordinariamente.
Las convulsiones internacionales coincidieron ayer con la segunda muerte de Santiago Carrillo, el ex secretario del Partido Comunista Español que tuvo enorme importancia en la transición de la dictadura franquista a la monarquía democrática. Y digo “segunda muerte” porque la primera ocurrió en las páginas iniciales de una inolvidable novela de Manuel Vázquez Montalbán: Asesinato en el Comité Central, una obra que en el ejemplar que me firmó en febrero de 2000 en el Café Nuevo Brasil de Monterrey, su autor calificó de “profética”.
Carrillo influyó –aunque no tanto como Enrico Berlinguer, ex líder del Partido Comunista Italiano-- en la conversión del Partido Comunista Mexicano en el único organismo de izquierda en América Latina que, en 1978, abrazó las tesis del eurocomunismo y se distanció de Moscú.
Hoy, cuando la izquierda es más un síntoma de nostalgia por una serie de cosas que nadie quiere que se repitan, y un conjunto de metas que nadie sabe cómo alcanzar, ni en México ni en España, la extinción física de Santiago Carrillo se produjo horas después del paro total del transporte público en Madrid y Barcelona, que atizó la revuelta del pueblo español contra las políticas neoliberales y salvajes del neofranquista Mariano Rajoy.
La crisis europea, que amenaza con destruir la unidad de los países que muy caro están pagando su alianza geoestratégica cifrada en una moneda común; la extensión de los disturbios antiyanquis en el Mundo Arabe, la insatisfacción social del pueblo ruso por los recortes impuestos por Putin y las fricciones entre China y Japón, se vuelven de pronto un factor coyuntural sumamente favorable para nosotros, pues el PRI (Partido del Robo Infinito), ya descubrió que en estas circunstancias lo peor que podría hacer sería aprobar la reforma laboral de FeCalderón.
No está el horno para bollos, se dicen los priístas en la Cámara de Diputados bajo la batuta de Manlio Fabio Beltrones, pues si la reforma se vota ahora y entra en vigor después, las protestas populares, las huelgas, los paros y las movilizaciones de cualquier otra índole que provoque estallarán justo cuando Peña Nieto ya esté en Los Pinos y se vea obligado a enfrentarlas con la violencia que lo caracteriza, lo cual sería para el dueño del copete más inflado de México una pésima inauguración de sexenio.
Ya que así están las cosas en el país y el mundo, ¿es atendible, según ustedes, el llamamiento que hizo ayer el ex diputado Gerardo Fernández Noroña, a poner en marcha un paro nacional desde el próximo 20 de octubre, que desencadene una revuelta de tal magnitud, capaz de impedir la asunción de Peña Nieto o forzarlo a dimitir?
Si a mí me lo preguntan diría que no conozco la respuesta, pero nada debe descartarse y menos si de repente se declaran la guerra China y Japón, se agudiza la rebelión del Mundo Arabe y la Europa de los indignados se levanta contra el Fondo Monetario Internacional, algo que no debe descartarse en este año de 13 lunas, que por ese único aspecto es igual a 1985, el del terremoto que hoy, hace 27 años exactos, nos cambió la vida para siempre, en el Distrito Federal y por rebote en el resto del país.
En espera de que renuncie de una vez por todas MEO (María Esther Orozco) a la rectoría de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, institución que sigue en huelga por el fraude electoral que ella cometió con apoyo de Marcelo Ebrard, hoy también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero 132, por si ocupan.
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